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24 DE MAYO: |
Las mujeres somos las principales víctimas de una guerra permanente. En los tiempos llamados “de guerra”, la violación sistemática de mujeres en el frente, nos convierte en víctimas constantes de todas las épocas y de todas las culturas. Penetrar el cuerpo de la mujer del pueblo derrotado es un signo más de conquista, es un botín de guerra. En los llamados tiempos “de paz”, las mujeres seguimos padeciendo agresiones sexuales; El hogar es el principal escenario de malos tratos, abusos e incestos. En los países del SUR las mujeres sufren además mutilaciones continuas y el infanticidio de niñas es algo cotidiano. Por todo esto, la participación de las mujeres en el movimiento antimilitarista aporta una visión propia al conflicto, obligando a introducir en el debate la perspectiva feminista definiendo a los ejércitos y al militarismo como una expresión más del patriarcado. El feminismo ayuda a ampliar miras, yendo más allá de las reivindicaciones puntuales, atendiendo a la índole misma del odio y la violencia. Al mismo tiempo no debemos caer en la tentación de considerar a las mujeres remansos de tranquilidad, pacíficas por naturaleza. Tenemos que acabar con ese mito. Es cierto que tuvimos una educación distinta y diferenciadora. Es positivo que las mujeres hayamos aprendido a resolver conflictos sin el uso de la fuerza, esta cultura no debe perderse; pero tampoco puede llevarnos a sentir como desnaturalizada o poco atractiva a la mujer que dice lo que piensa y lo que quiere, que no se deja dominar, sostiene sus ideas con firmeza y toma iniciativas. Que este triunfo nuestro de haber aprendido a resolver los conflictos de forma no violenta, no se traduzca en soportar más o menos beatíficamente humillaciones, violencia y explotaciones. Estamos pues, a favor de un cambio radical de la sociedad, atacando a los cimientos mismos de esta estructura patriarcal, esos principios que llevan tanto a los crímenes contra las mujeres, como todos los que se llevan a cabo contra aquellos a quienes se feminiza, se infravalora y odia. El ejército y el militarismo perpetúan este orden de cosas: los uniformes, las medallas, esa concepción viril del honor, del heroísmo, del prestigio, del patriotismo, la jerarquía y las relaciones de poder. Por esto desde la Organización de Mujeres de la Confederación de STEs consideramos que las mujeres debemos unir fuerzas con el movimiento antimilitarista para ir consolidando esa sociedad verdaderamente solidaria, tolerante y justa que anhelamos. Branca Guerreiro Por la Organización de Mujeres de la Confederación de STEs |