No me gusta la
Universidad de ahora
y, menos aún, me gusta el modelo
futuro diseñado por la ministra Pilar del
Castillo.
Por eso creo que la protesta de los
estudiantes -si no tanto en cuánto a la forma- está más que
justificada respecto al fondo. De
llevarse a cabo los planes del Gobierno quizá
sean estas las últimas protestas universitarias protagonizadas
por
«elementos
pertenecientes a la clase media» infiltrados
en las aulas y órganos de representación estudiantiles.
Las reválidas
-en mi bachillerato recuerdo que eran dos—
pruebas de selectividad o cualquier sistema de acceso a la
universidad será testimonial porque la verdadera
reválida será la capacidad de la familia para
sufragar los estudios de los hijos. Ya bastante difícil de por sí.
Veamos, por ejemplo el caso de un
funcionario —objeto de envidia
general— de la propia
Junta de Castilla y León—competente ya en materia de enseñanza—.
El sueldo de un auxiliar administrativo
—de la propia Junta, dijimos— apenas supera los veintemil
duros. ¿Cómo se las arreglará el trabajador para
pagar los estudios en un colegio privado? Y, acabado el
bachiller en su instituto ¿cómo pagar
los estudios universitarios y los gastos complementarios de
la vida de estudiante?
Se habla bastante, por la novedad, de
las escuelas de Cinematografía y de Aeronáutica, lecciones
magistrales, salidas profesionales,
etc. pero no tanto del medio millón que los
padres han tenido que pagar por el asiento
que ocupan los chicos. Ignoro la incidencia
de la huelga de estudiantes en dichas escuelas, pero puede ser una
referencia de la universidad del futuro.
Superados los primeros
obstáculos -matrícula, libros, viajes- quedan
alojamiento y manutención. A este respecto, los precios de los
colegios- mayores están muy cerca de los hoteles medios. Así, una
plaza en la residencia de las Madres Esclavas de Burgos cuesta 65053
pesetas mientras que en las residencias San Joaquín y Santa Eduvigis
y la de los Padres Barnabitas, de Palencia, se pagan 54.000 y
60.000, respectivamente. Residencias que, de acuerdo con el nombre,
son de titularidad privada. Pero si el lector guarda cierta
esperanza en cuanto al sector público, más
vale que la olvide.
En cuanto a los leoneses, si son de la
provincia, siempre pueden recurrir a los parientes y si de la
capital, comer y dormir en casa porque una plaza en la residencia
Consejo de Europa —de la Junta— cuesta 61.600 pesetas y en el
colegio mayor San Isidoro, 80.000 redondas. Es, como se ve, lo mismo
que sucede con las residencias para ancianos. Pero, de eso
hablaremos otro día.
Volviendo al pasado, la solución sería
rescatar la figura del fámulo o alumno pobre que entraba a los
colegios de frailes como sirviente —famulo
es siervo en latín— y, si el
cansancio del trabajo de criado se lo permitía, podía estudiar
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