Francisco Fernández Buey nació en Palencia en 1943 y
estudió Filosofía en la Universidad de Barcelona
(UB), de la que fue expulsado en 1966 por su
actividad antifranquista. Fue profesor en la UB y en
la Universidad Pompeu Fabra. Militó en el PSUC y fue
cofundador de Izquierda Unida. Ensayista y
conferenciante, fue un profundo conocedor de
Gramsci.
Tanto en su trabajo como en su vida, el catedrático
y filósofo se comprometió con el pacifismo o el
feminismo.
Tras
la pérdida de Fernández Buey, permanece su ejemplo y
la caja de resonancia de sus ideas
En la muerte de
Francisco Fernández Buey: Un adiós a Paco
(con ismos)
Carles Muntaner. Catedrático
de Enfermería, Salud Pública y Psiquiatría de la Universidad
de Toronto, Canadá
http://goo.gl/4MTTV
Francisco
Fernández Buey (Paco) tenía a raudales dos
virtudes cardinales del pensamiento
Marxista: crítica y utopia. Su capacidad
crítica la compartía con muchos de su
generación e incluso con las que le
sucedieron, pero su capacidad para encauzar
la dimensión utópica del pensamiento
Marxista era única. Es una constante en su
obra y quehacer político. Se puede ver, por
ejemplo, en sus escritos sobre Moore,
Fourier o el Che, y en su dialogo con los
nuevos movimientos sean ecologista,
antinuclear, pacifista, antiglobalización,
socialismo Latinoamericano, o el 15 M.
Lejos de cerrarse en un mundo académico mas
o menos protegido, como les ocurrió a muchos
Marxistas en los 80, Paco siguió trabajando
con los movimientos anticapitalistas (con
“los de abajo” como a veces decía). Paco
también era un Marxiologo erudito, es decir
le fascinaba la obra y la persona de Carlos
Marx. Su palabra era clara, comedida,
templada y a la vez intransigente con su
crítica de “la bestia” y con su anhelo de un
mundo igualitario.
A pesar de ser conocido internacionalmente
(Europa, Latino America, Norte America) y de
pertenecer al selecto grupo de expertos en
Gramsci con Buttigieg y Rosengarten, Paco
tenia un estilo campechano, sobrio, y
elegante. Parecía que pensara con
detenimiento cada palabra, pero sin asomo de
pedantería. Su estilo era a la vez
elaborado, exacto y cordial.
Un Marxismo abierto
Conocí a Paco hace más de tres décadas
cuando era un editor de Mientras Tanto y el
discípulo más allegado a Manuel Sacristán.
Mirando atrás me sorprende la buena
disposición que tuvo para ayudarme e
interesarse en un tema (la agresión humana)
que se encontraba fuera de su ámbito de
estudio. ¿Cuantos Marxistas de su generación
se hubieran interesado por un texto de un
desconocido que atacaba al capitalismo desde
un punto de vista cientifista y con una
posición política mas cerca al anarquismo
que del comunismo? Paco tenia esa virtud
poco común de escucharte y darte su opinión
respetuosa, pero sincera.
Esta disposición intelectual abierta le
permitió profundizar en temas nuevos antes
que otros intelectuales ibéricos. Un ejemplo
seria la opresión de los pueblos indígenas,
ya aparente en su trabajo sobre Jerónimo, y
el racismo. Una vez le fui a ver con mi
compañera, una india
Californiana y se preocupo enseguida por
ella ya que no nos podía entender. Su
preocupación por estos temas no era solo
teórica, era también personal.
Un comunismo no sectario
Creo que se sentía orgulloso de ser
comunista. Tal como decía su apreciada
Rosana Rosanda, para ser comunista no hace
falta carnet. Hablaba con añoranza del
partido antes de la democracia, de lo buena
que era su organización. Aunque siguió
siempre en activo, estaba claramente a la
izquierda de lo que nuestro sistema podía
encajar. Paco no era sectario, le gustaba
conectar a sus amigos y conocidos con
intereses comunes sin que personalmente
ganase nada con ello. A pesar trabajar en la
universidad, daba la impresión que sus
objetivos políticos tomaban a menudo
precedencia sobre las necesidades de
promoción académica.
Una generación dura
Esta como aceptado que la generación de
socialistas que nació antes de la guerra
civil, la de Manolo Sacristán, es la que
sufrió más con el fascismo durante el pasado
siglo. No hay duda que la violencia del
sistema en contra suya fue mayor. Sin
embargo la lucha de esta generación tuvo
pocas ambigüedades, las cosas fueron a
mejor, y el contexto exterior fue uno en el
cual el Marxismo, cuando no dominante era
respetado y se le tomaba en serio.
No fue axial para la generación de Paco. En
los ochenta la izquierda comunista casi
desapareció, la promesa de la clandestinidad
no se vio realizada. Los marxistas
coherentes como Paco tuvieron que
enfrentarse con la traicion política de
parte de su cohorte y con la marginalización
académica. Paco tuvo que trabajar en un
ambiente académico post franquista dominado
por ex comunistas convertidos al
neoliberalismo (eg Mas Collell) o por
jóvenes agresivos de derechas “preparados”
en Norteamérica o Europa (eg Sala i Martin).
Estos compromisos y contradicciones han sido
duros para nuestra generación. Ello ha
contribuido, al menos hasta hace poco, al
sentimiento colectivo de derrota política
inevitable Paco lo llevaba bien, mejor que
nadie, con sobrio estoicismo.
Pero el compromiso de Paco era profundo y
rehusó bajarse del tren Marxista aun cuando
en los ochenta pocos lo hicieron. Es curioso
como ahora muchos vuelven a hablar de clases
sociales y citan a Marx cuando en los 80s y
90s a uno le llamaban anticuado al hacerlo.
Tuve la suerte de colaborar con el en la
critica al marxismo analítico al que veíamos
como una escuela incongruente que utilizaba
los presupuestos individualistas del
neoliberalismo (teoría de elección racional)
para adaptarlos a algunas ideas marxistas
como la de clase social. Tal como
anticipábamos, el tiempo nos dio la razón.
Queda muy poco de aquella escuela y la
mayoría de sus adeptos han dado un giro a la
derecha aun mayor, mientras el Marxismo
“clásico” que defendíamos no solo no ha
pasado de moda si no que esta viviendo un
resurgimiento con la Gran Recesión. Paco
tampoco era victima del colonialismo
académico. Consciente de la calidad de la
obra de Manuel Sacristán, no dudo en
divulgarla en el contexto Anglosajón
Hasta siempre
Hay que agradecerle a Paco su honestidad
ideológica y su compromiso intelectual. Sin
el, muchos no hubiéramos visto que era
posible, incluso necesario, seguir con la
critica radical del capitalismo, pase lo que
pase. Tal como están las cosas su figura
adquiere aun mayor envergadura.
Carles Muntaner
Catedrático de Enfermería, Salud Pública y
Psiquiatría de la Universidad de Toronto,
Canadá
1. Fernández Buey, F, & Muntaner, C. (1995).
Marxism’s against the current: weighing the
decade of the eighties. Science & Society,
58(4),
471-481.
2. Muntaner C Fernandez Buey F (1998) Manuel
Sacristan Spanish Marxist: Breaking the Pact
of Silence. Rethinking Marxism Volume 10,
Issue 2, June 1998, pages 123-137
3. Fernandez Buey F and Muntaner C Making
Sense of Elster. LSES/NIMH 1996 .
Francisco Fernández
Buey, el optimismo de la voluntad
J. J. Moreso es catedrático de
Filosofía del Derecho y rector de la Universitat Pompeu
Fabra.
Tanto en su trabajo como en su
vida, el catedrático y filósofo se comprometió con el
pacifismo o el feminismo
El profesor Francisco
Fernández Buey, catedrático de Filosofía Moral y Política en
la Universitat Pompeu Fabra, explicaba que ni Neus Porta, su
mujer hasta su muerte hace poco más de un año, ni él habían
tenido que visitar al médico hasta hace pocos años, cuando
detectaron la enfermedad [cáncer] a Neus y, poco después, a
él. Vivió esta etapa con la entereza que le caracterizaba
para todas las cosas de la vida, haciendo planes, hablando
de filosofía y de política con su hijo Eloi y con los
amigos. El sábado Francisco Fernández Buey murió en
Barcelona.
Su trayectoria durante los últimos 50 años constituye la
mejor representación de la evolución de la Universidad
española. Nacido en 1943 en Palencia, estudió Filosofía en
Barcelona. De estudiante, con profesores como José María
Valverde, Emilio Lledó o su querido maestro, Manuel
Sacristán, ya tomó conciencia de la tremenda injusticia en
que vivía instalada la vida pública en la España de los
sesenta y fue uno de los estudiantes más relevantes de la
oposición al franquismo. Fue uno de los líderes
estudiantiles de la Capuchinada en 1966, cuando un nutrido
grupo de universitarios, acompañados de prestigiosos
profesores, intelectuales y periodistas, se reunió en el
convento de los Capuchinos de Sarrià (Barcelona) para
constituir clandestinamente el Sindicato Democrático de
Estudiantes. Los que lo recuerdan de entonces ya hablan de
su capacidad de razonar y de persuadir: hablaba siempre
pausadamente, siempre sensible a las razones, conjurando más
el acuerdo que el conflicto.
Por su actividad militante antifranquista fue expulsado de
la UB y tuvo que sobrevivir de traducciones, voces para
enciclopedias varias y todo tipo de contribuciones
intelectuales a la lucha política contra la dictadura. Fue
miembro, hasta 1978, del PSUC, donde fue compañero y amigo
de tantas personas que después han ocupado lugares
relevantes en la sociedad catalana. Está por escribir esta
contribución del PSUC durante aquellos años. Después regresó
a la Facultad de Económicas de la UB con Manuel Sacristán,
pasó un tiempo en la Universidad de Valladolid, obtuvo la
cátedra en la Universidad de Barcelona y a comienzos de los
noventa fue llamado a la recién creada Universitat Pompeu
Fabra por su rector, Enric Argullol, uno de los compañeros
del PSUC, delegado de los estudiantes de Derecho en la
Capuchinada. Durante casi 20 años estuvo impartiendo clases
de Filosofía de la Ciencia, de Filosofía Moral, de Filosofía
Política y de tantas cosas en la Facultad de Humanidades.
Los estudiantes no le llamaban, como le llamábamos sus
colegas, Paco, sino El Buey, una evocación involuntaria a un
gran filósofo histórico, aunque lejano a las preocupaciones
de Fernández Buey, igualmente convencido de la fuerza de las
razones.
Cerca intelectual y personalmente de Manuel Sacristán, su
formación fue, a la vez, una sólida formación en la
filosofía de la ciencia y en la tradición marxista. Una
forma muy sugerente de aunar la razón teórica con la razón
práctica en una especie de razón comprometida. Por eso desde
sus primeros escritos muestra una gran capacidad de combinar
la atención a los pensadores mayores, en especial a los
teóricos de la tradición marxista, con predilección hacia
Antonio Gramsci, un autor que le acompañó desde el principio
hasta el final y con el que todos tendíamos a identificarle,
con la atención hacia los cambios que se producen en la
sociedad, los movimientos sociales, de hecho dirigía una
Cátedra Unesco en la UPF sobre los movimientos sociales. Por
esta razón, se comprometió con el pacifismo, con el
feminismo o con el ecologismo. Por ello, sus libros van
desde Einstein y la epistemología hasta nuestra lucha contra
la barbarie y la defensa de las utopías, entre Campanella y
Gramsci.
En las relaciones personales, era de una enorme afabilidad,
que hacía sentirse bien a los que le rodeaban. Transmitía el
afecto de un modo entrañable. Era uno de los profesores más
queridos en nuestra Universidad. Sin embargo, su voz crítica
nunca dejaba de oírse en todos los foros. Con claridad y
rotundidad, de un modo insobornable. De hecho, tenía una
alergia natural a los cargos y a las funciones burocráticas.
A comienzos de la década pasada fue nombrado, a propuesta
del grupo parlamentario de IU, miembro del Consejo de
Universidades; pero esas largas y plúmbeas sesiones en
Madrid le aburrían y no asistía casi nunca, solo cuando se
lo pedíamos para que defendiera alguna causa que consideraba
merecedora de ser defendida.
En estos momentos en los que oímos a menudo a tantas
personas vilipendiar la Universidad pública, su trayectoria
muestra cómo pueden entrelazarse de la manera más
conveniente la dedicación a la docencia con la dedicación a
la investigación, la capacidad de los universitarios para
tener una presencia pública que mejore nuestra sociedad, que
alimente nuestra democracia procurando la calidad perdurable
de nuestra deliberación. Su confianza en la fuerza de la
razón era inagotable, tal vez porque, como su querido
Gramsci, sumaba al pesimismo de la inteligencia el optimismo
de la voluntad.
J. J. Moreso es catedrático de Filosofía del Derecho y
rector de la Universitat Pompeu Fabra.
Paco Fernández Buey,
un intelectual comprometido
Vicenç Navarro | Catedrático
de Políticas Públicas.
Ha muerto un intelectual
comprometido con el bienestar y calidad de vida de las
clases trabajadoras y de otros sectores de la población,
componentes de las clases populares de este y otros países,
así como con los movimientos de liberación existentes
alrededor del mundo. El objetivo de su vida fue contribuir
con su trabajo a terminar con la explotación, fuera ésta de
clase, de género, de raza o de nación. Ya en sí, este
propósito le distinguió de la gran mayoría de intelectuales
que ponen sus conocimientos al servicio de las estructuras
de poder, garantizando su reproducción. Pero lo que también
distinguió a Paco Fernández Buey fue su coherencia. Fue
característico de su compromiso no desviarse de aquel
objetivo, intentando mostrar, en su vida personal, la
continuidad de sus principios, lo cual le llevó a
enfrentarse incluso a personajes, movimientos y partidos de
izquierda que él consideró demasiado acomodadizos. Fue, en
este aspecto, también un intelectual incómodo incluso para
sectores de las izquierdas de las que formó parte y en las
que militó. Militancia no significaba, para Paco Fernández
Buey, obediencia y unanimidad, sino compromiso, mejor
realizado a través de un proyecto colectivo. La falta de
sensibilidad hacia la necesidad de diversidad y debate por
parte de tales sectores de izquierdas explica, sin embargo,
que abandonase aquellos instrumentos políticos sin que, con
ello, y tal como ocurrió con muchos otros, perdiera o
diluyera su constante compromiso.
Tal compromiso, sin embargo, se paga en esta sociedad con un
alto coste personal. Un intelectual comprometido de
izquierdas, crítico con estructuras de poder que aguantan y
sostienen una enorme explotación (término evitado en el
lenguaje versallesco del discurso mediático dominante) paga
un coste elevado a nivel personal. Tiene negado todo fórum
de acceso a la población. Paco Fernández Buey aparecía poco
en los mayores medios de información y persuasión del país,
que no favorecen voces críticas, como la suya, que tocan las
raíces de los problemas a los que la mayoría de la
ciudadanía se enfrenta en su vida cotidiana. Tales voces
quedan marginadas, desechadas como “anticuadas” por hablar
de conceptos como “lucha de clases” que son considerados por
los establishments que dominan el quehacer intelectual y
mediático del país como irrelevantes. En realidad, en pocas
ocasiones como ahora se ha visto que tales conceptos
llamados ahora anticuados sean tan claves para entender
nuestras realidades. Hoy mismo han aparecido los datos de la
distribución de las rentas del país, señalando (para todo
aquel que no esté cegado por la ideología dominante) cómo
las rentas del capital han ido creciendo durante todos estos
años de crisis a costa de las rentas del trabajo. La
definición de explotación es que A explota a B cuando A vive
mejor a costa de que B viva peor. A y B pueden ser clases
sociales, géneros, razas y/o naciones. Pues bien, los datos
muestran que el mundo del capital en España ha estado
viviendo mejor a costa de que la clase trabajadora haya ido
viviendo peor. Pero la intelectualidad “respetable” que
produce y reproduce la sabiduría convencional no habla de
esta realidad, ocultándola y definiendo los análisis que
permiten entenderla como “anticuados”. Modernidad significa
en dicho lenguaje, adaptarse, aceptar y promover la
sabiduría convencional de aquellos que tienen poder para
definirla.
Es interesante que tal visión de los hechos aparezca también
en más de una nota escrita a raíz de la muerte de Paco
Fernández Buey. Intentando mostrar simpatía por el
fallecido, concluyen que era un buen hombre, colgado todavía
en el sueño de las utopías, lo cual raya con definirlo como
una figura ya irrelevante en nuestros tiempos. La enorme
crisis actual está mostrando más y más la vacuidad de tal
sabiduría convencional y la necesidad de ir recuperando las
categorías de análisis críticos como los de Paco Fernández
Buey, que permiten entender la realidad para poder
transformarla.
Una nota personal. Conocí a Paco a través de Manolo
Sacristán. Conocí a dos Sacristanes. Uno en el Instituto
Jaime Balmes, cuando yo era estudiante de bachillerato.
Siendo yo hijo de maestros brutalmente represaliados por el
golpe fascista y la dictadura que estableció, mis
sentimientos hacia Sacristán, profesor de Lógica en aquel
instituto, y en aquel momento miembro activo del movimiento
fascista y de la Falange, eran de clara hostilidad. Fue años
mas tarde cuando conocí a otro Sacristán, la misma persona,
pero con un pensamiento opuesto al que él había tenido en su
juventud. Era ya entonces un hombre de la resistencia
antifascista que estableció Mientras Tanto, invitándome a
colaborar desde el principio. Y así fue como conocí a Paco,
que era su discípulo, y que inmediatamente me impresionó por
su compromiso y calidad personal. Y fue un enorme placer
cuando, al incorporarme a la Universidad Pompeu Fabra,
compartimos edificio y espacio físico, maximizando las
oportunidades de vernos, y así fue como se reforzó una gran
amistad.
Es en este contexto en el que, cuando ya estaba avanzada su
enfermedad, hablamos de la vida y también de la muerte. Las
personas se definen por cómo y por qué viven y también por
cómo mueren. En pocas semanas he perdido a dos amigos. Uno,
Alexander Cockburn, fundador de la revista CounterPunch con
la que colaboro, y el otro Paco Fernández Buey. Los dos
murieron como vivieron, trabajando hasta el último momento,
con discreción y contundencia. Paco y yo hablamos de su vida
y de su muerte. Paco veía su muerte con serenidad. Amaba la
vida, una vida enriquecida a nivel personal por una
excelente familia y por una larga lista de amigos. Y amaba
también la vida porque creía que el futuro sería mejor que
el pasado, y quería verlo. Para que haya cambio se requiere,
sin embargo, una movilización que lo posibilite. Y Paco veía
ya síntomas e indicadores claves de que las clases populares
se estaban movilizando. Y quería estar aquí para verlo y ser
parte de ello. Lástima que no podrá verlo. Pero sí que
estará aquí, pues su trabajo y su vida continuarán,
inspirando a muchos que seguirán sus pasos. Paco se fue,
pero su persona y su trabajo siempre continuarán entre
aquellos que luchan por aquel mundo mejor basado en la
fraternidad y en la solidaridad.
Y tal futuro puede que no esté tan lejos y/o sea tan
imposible como los establishments que dominan y gobiernan el
mundo, incluyendo Europa, nos quieren ahora hacer creer con
el mensaje que repiten con tanta frecuencia de que no hay
alternativas a sus políticas, que causan un enorme dolor.
Según la última encuesta de valores de las poblaciones que
viven en los países a los dos lados del Norte del Atlántico,
la mayoría de la población (que varía según el país)
indicaba que preferiría vivir en un país, con un sistema
económico, político y social que se basara en que cada
persona tuviera los recursos que necesitara y que cada
persona contribuyera al bien común según su habilidad y
capacidad. Que este deseo se traduzca en una movilización es
una amenaza al actual sistema de relaciones de poder,
basadas en una enorme concentración de poder financiero,
económico, mediático y político, lo cual explica la
reducción de las libertades y de la democracia que aquellos
establishments están imponiendo a las clases populares, a
las cuales Paco sirvió, sembrando las bases para este mundo
mejor.
Un agitador de la
utopía
Rafael Argullol es escritor.
Tras la pérdida de Fernández
Buey, permanece su ejemplo y la caja de resonancia de sus
ideas
Escribo conmocionado por la
muerte de Francisco Fernández Buey, mi querido Paco, que me
acaban de comunicar, y con la precipitación a la que obliga
el cierre de la edición del periódico. Sin embargo, no me es
difícil, como en un torbellino, evocar sucesivas imágenes de
Paco, al que conocí hace ya tantos años.
Recuerdo perfectamente la primera vez que lo vi, recién
entrado yo en la Universidad, en una asamblea de estudiantes
que se celebraba en el paraninfo. Paco era ya un dirigente
estudiantil famoso y enseguida pude apercibirme de las
causas: pese a que no era corpulento, su capacidad de
dominio del espacio y de persuasión de los oyentes eran
enormes. Me cautivó su voz grave y bien modulada, pero,
sobre todo, la mesura extraordinariamente armónica de sus
argumentos. Aunque él era entonces muy joven —debía de tener
unos 23 años— ya reunía toda la capacidad del que puede
encabezar un proyecto por la limpieza y convicción de sus
ideas. Aquella primera ocasión fue la piedra de toque para
medir cuántas intervenciones públicas les escuché a Paco
Fernández, siempre firmes, y siempre de una elegante
elocuencia.
Con los años comprobé que esa imagen exterior de Paco, que
le habían convertido en una leyenda en la ciudad, se
conciliaba perfectamente con su existencia cotidiana. En
privado, era un hombre muy afable, de fácil conversación,
que emanaba continuamente una gran coherencia en sus
convicciones. A lo largo del tiempo tuve la oportunidad de
colaborar repetidamente en empresas editoriales e
intelectuales en las que él participaba. Nunca falló en la
transmisión de esta honestidad y hondura morales que tanto
le caracterizaban. Como es sabido, siempre mantuvo
posiciones políticas revolucionarias que, en su caso,
estuvieron sostenidas por unos fundamentos culturales de
enorme solidez. Su inconformismo y su rebeldía éticas se
agrandaban en la misma medida que su profundidad intelectual
las hacía consecuentes. Tras años de encuentros
intermitentes, en los que se forjó un gran aprecio mutuo,
tuve la fortuna de coincidir con él en estas dos últimas
décadas en la misma Universidad Pompeu Fabra. Nuestros
despachos estaban situados en el mismo pasillo y esto nos
daba la oportunidad de conversar frecuentemente. Paco
Fernández era un brillante profesor y ensayista, vertientes
que él desarrolló siempre en paralelo a su inconmovible
militancia política.
Su muerte significa una enorme pérdida desde todos los
puntos de vista. Con él desaparece uno de los grandes
agitadores de la utopía, si bien permanece su ejemplo y la
caja de resonancia de sus ideas. Para mí la pérdida es doble
porque se desvanece un referente intelectual y moral y,
simultáneamente, se aleja un amigo querido. En el vértice
del torbellino de imágenes que ahora me envuelve permanece,
como una tierra firme inalterable, la amistad, complicidad y
lealtad que nos ha unido durante tantos años.
Rafael Argullol es escritor.
Francisco Fernández Buey incorporó al
pensamiento marxista la conciencia
ecologista
Carlos Paris. Filósofo.
Presidente del Ateneo de Madrid
Se nos ha ido
un importante pensador comprometido en su
obra y en su vida con la lucha por una
sociedad en que la justicia y la libertad
del desarrollo humano no sea retórica
propagandística sino realidad. La última vez
que me encontré con Fernández Buey fue, no
hace aun mucho tiempo, cuando presentó en el
Ateneo madrileño un libro, en que recogía
materiales ilustrativos de las luchas que en
la Universidad española se desenvolvieron
contra la dictadura, con especial atención a
las de Barcelona, en que desarrolló sus
estudios y su labor docente.
Los comentarios sobre el libro,
espontáneamente, desembocaron en el análisis
crítico de la actual universidad, sacudida
ahora, no ya por una dictadura sino, tanto
en España como en todo el mundo occidental,
por el pragmatismo mercantilista, que tan
fielmente recoge el Plan Bolonia y, muy
gravemente, por el despojo económico a que
el capitalismo en su despótica política
actual está sometiendo a la cultura,
augurando la entrada en tiempos de barbarie.
Recuerdo este pequeño episodio, no sólo
porque me trae retrospectivamente la imagen
de un Francisco Fernández Buey todavía
sonriente y, como siempre, fiel a su lucha,
alegre y animoso en ella, sino por el
alcance significativo que contiene: la de un
combate que bajo diversas formas de
dominación y acoso al desarrollo colectivo
de la humanidad es preciso continuar, sin
olvidar el pasado y sin dejar de mirar a un
futuro mejor. Tal como Fernández Buey supo
hacer a lo largo de su vida. Como he
comentado, fue nuestro último encuentro.
Posteriormente me sorprendió su ausencia en
las Jornadas que sobre el comunismo se
realizaron por iniciativa de activos
estudiantes en la Universidad Complutense.
Y, entonces, supe que se encontraba afectado
por un grave proceso canceroso.
Ahora se nos ha ido, pero deja tras sí, una
importante obra. En la que a los libros en
que explicita su pensamiento propio se añade
una importante aportación a la historia de
las ideas y una serie de traducciones.
Formado en el entorno de Manuel Sacristán,
acogió dentro de su pensamiento marxista la
necesidad de incorporar, en él, la visión
ecologista, frente al desarrollo ciego de
las fuerzas productivas, en la línea de
Harich y del mismo Sacristán. Una
perspectiva que ha fructificado en la
alianza actual marxismo-ecologismo. Pero, si
queremos introducirnos en el pensamiento de
Fernández Buey, no podemos olvidar la
poderosa influencia de Gramsci, en afinidad
con el desarrollo que al marxismo dio el
gran pensador Adolfo Sánchez Vázquez,
también no hace mucho fallecido y al que, en
su momento, he rendido homenaje en las
páginas de Público. En esta línea el
marxismo de Fernández Buey ha sido
calificado de humanista, con una importante
atención a la ética. Una ética en que a la
reflexión se añade el alto testimonio que
representó su vida.
*Filósofo. Presidente del Ateneo de Madrid
LA UTOPÍA COMO
NECESIDAD
María Jesús Cañizares
A vida de Fernández Buey
transcurre en paralelo a una transición españoladonde este
filósofo y ensayista conoció los mejores años del Partit
Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), delque fue miembro.
Fallecido el pasado25 de agosto a la edad de 69 años,
víctima de uncáncer, quienes le conocieron coinciden en
destacar su serenidad y su defensa del diálogo,
aunquetambién la firmeza de su compromiso.
Francisco Fernández Buey nació en Palencia en 1943 y estudió
Filosofía en la Universidad de Barcelona (UB), donde conoció
a Manuel Sacristán, profesor primero y amigo para siempre
después, así como al poeta José María Valverde y el filósofo
Emilio Lledó. En 1966, su participación en la Capuchinada,
reunión que intelectuales, estudiantes y profesores
mantuvieron en el convento de los Capuchinos de Sarrià
(Barcelona) para fundar el Sindicato Democrático de
Estudiantes, le costó la expulsión de la UB, pero la causa
antifranquista logró un fiel adepto. Durante unos años se
ganaría la vida como traductor de Descartes o Touraine, y
como colaborador de varias enciclopedias, sin olvidar la
reivindicación de un cambio político ya en ciernes.
Entre 1963 y 1978 fue militante del PSUC y formó parte de
los delegados del congreso fundacional de Izquierda Unida (IU).
«La izquierda pierde a un pensador sabio y cercano, lo que
supone un duro golpe, mucho más en unos momentos tan
críticos y desconcertantes como los que estamos viviendo»,
diría el coordinador general de IU, Cayo Lara, al conocer la
muerte de Fernández Buey.
De la mano de Sacristán, volvió a la UB en 1972,
concretamente a la Facultad de Económicas. Tras ejercer un
tiempo en la Universidad de Valladolid, logró la cátedra en
la UB. En 1993 fue nombrado catedrático de Filosofía
Política en la recién creada Universidad Pompeu Fabra de
Barcelona, donde dirigió también la cátedra UNESCO sobre
estudios interculturales. Poco amigo de los entresijos
burocráticos, aguantó poco en el Consejo de Universidades,
del que fue miembro a propuesta de IU. Fue, asimismo,
investigador del Instituto Universitario de Cultura y militó
en el Comité Antinuclear de Cataluña (CANC).
Fue autor, entre otros ensayos, de «Lenin», «Contribución a
la crítica del marxismo cientificista»,«Ideas para un
racionalismo bien temperado», «Discursos para insumisos
discretos» y «La ilusión del método». Su referente marxista
fue el teórico italiano Antonio Gramsci, admiración que
fructificó en sus obras «Ensayos sobre Gramsci»
(1977) y «Leyendo a Gramsci» (2001). Su compromiso con el
feminismo, el pacifismo y el ecologismo también se refleja
en varios libros como «Ni tribunos: Ideas y materiales para
un programa ecosocialista». Profundizó en el choque de
culturas y en el pensamiento político en la España del siglo
XVI.
Muy aficionado al cine y a la labor pedagógica que éste
podía ejercer, Fernández Buey alternó su labor docente con
seminarios y conferencias alrededor del mundo, y publicó en
numerosas revistas de ideología marxista como «Dialectique y
Actuel Marx» (París), «Rinascita», «Critica marxista» y «Liberazione»
(Roma), «Das Argument» (Berlín), «Dialéctica y Memoria»
(México), «Science and Society» y «Rethinking Marxism» (EE.UU),
entre otras. En España escribió en «El viejo topo» y «El
País». El cofundador de IU falleció apenas un año después
que lo hiciera su esposa, la catalana Neus Porta, de la
misma enfermedad, el cáncer. Francisco Fernández Buey,
reivindicó la utopía como una aspiración necesaria.
31 Oct 2010 - 12
min - Subido por REVISTAPERIPLO
Primera parte de una entrevista sobre la utopía
realizada por Ricard Olivé Roca. Para leer la
versión impresa en la edición V de la revista
"PERIPLO" acceder a: www.revistaperiplo.com.