oy día todavía hay muchos
estudiantes que se preguntan para qué sirven las
matemáticas. Tras años de experiencia, yo más bien
me cuestiono la forma en que se presentan las
matemáticas. Actualmente se enseñan, en última
instancia, como un conjunto de elementos, fórmulas y
reglas de juego predefinidos que, en el mejor de los
casos, coinciden con algo que se relaciona con
nuestra percepción natural. Resultan abstractas
porque se nos muestran como unas reglas inamovibles,
que uno no sabe de dónde surgen y que algunas veces
comprobamos que funcionan, aunque no entendamos el
porqué. Lo comparo con la mayoría de los
conductores: sabemos utilizar nuestro automóvil,
pero no tenemos una idea clara de cómo se articulan
técnicamente los sistemas de aceleración, frenado,
puesta en marcha, etcétera.
Esta parcialidad se debe a que la mayor parte del
conocimiento que desde siempre ha formado parte de
esta ciencia parece que permanezca escondido. Igual
sucede con la formación musical oficial, donde se
aprende una mínima representación de variedades
musicales, pero no todas las que hay en el mundo.
Gran parte de nuestro vocabulario forma parte del
lenguaje matemático: raíz, función, potencia,
rectificar, cuerpo, esqueleto, plano, punto,
integrar, estructura, dividir, derivar, cuadrar,
círculo, dependencia, independencia, variación,
combinación, producto, espacio, base...
Yes que la vida es alta matemática. Todo
conocimiento que se pueda estructurar es digno de
formar parte de ella. Continuamente nos encontramos
resolviendo problemas humanos de las más diversas
características (técnicos, afectivos, individuales,
colectivos...).
Antiguamente, el conocimiento matemático era
inseparable de la imaginación (imagen-en-acción). Se
enseñaba geometría por medio de la anatomía (todos
los órganos tienen la forma adecuada a su función),
de las formas en la naturaleza (toda vida contiene
agua, y su forma es esférica, al contrario de las
formas muertas o minerales, donde predomina la
recta) y del arte (por ejemplo, la geometría sagrada
de la construcción de templos, que entre otros
muchos conceptos vincula angelus y angulus,de la
misma raíz, pues ambos orientan un específico
diseño, el primero a nivel ético, el segundo según
coordenadas físicas). Los conceptos eran vivos, así
como para el buen músico leer una partitura es
simultáneo a escuchar dentro de sí su melodía.
Hoy día los conceptos matemáticos se transmiten
muertos, como dogmas de fe. Las fórmulas se creen,no
se visualizan. Con el paso del tiempo, la didáctica
de las matemáticas ha contraído su pupila a favor de
una precisión de los detalles minúsculos y aislados,
con claras aportaciones técnicas en cuanto a
medición y cálculo, pero perdiendo la visión global
del campo que contemplar y las relaciones con el
entorno.
Veamos un sencillo ejemplo con los conceptos de
derivada e integral.Una función que se deriva
permite convertir un problema inicial en otro más
sencillo (función derivada), más fácil de
solucionar. Y una vez solucionado integramos su
resultado, que significa volver al problema inicial
con muchos elementos nuevos que nos permitirán
resolver el problema inicial. Esto que parece sólo
matemáticas pura y dura, en realidad lo aplicamos
constantemente en nuestra vida diaria, tanto en el
trabajo como en los afectos.
Si vamos sobrecargados de trabajo, debemos delegar
en otras personas (derivar), para posteriormente
gestionarlo todo (integrar).
En cuanto a la esfera emocional, no somos capaces de
amarnos todos. Con este empeño, debemos empezar por
tolerarnos y respetarnos (derivar la función
amar)para poder integrar mejor. Así sea.
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