De un tiempo a esta
parte las circunstancias, aunque diríase más bien la
miopía o el egoísmo de los gobernantes, obligan a la
ONU a revisar o aplazar grandilocuentes compromisos
apalabrados en macroconferencias internacionales
ampliamente publicitadas. De ellos no podía faltar
evidentemente la educación. Financiación y calidad
están estrechamente ligadas y si falta la primera no
es posible la segunda. Hace cuatro años, en Dakar
(Senegal), representantes de 160 países se marcaron
el objetivo de luchar por lograr la educación
primaria universal en 2015. Tal meta es una quimera
a juzgar por el último
informe de la Unesco.
La calidad de la
enseñanza sigue siendo pobre en el conjunto del
planeta y ello se debe, sobre todo, a la falta de
inversiones. Para alcanzar lo pactado en Dakar se
necesitarían casi 5.500 millones de euros anuales.
La ayuda internacional actual es de 1.160 millones y
para el próximo lustro no superará los 1.550
millones. El total de niños no escolarizados
ascendía a casi 107 millones en 1998. Esa cifra
sigue siendo muy alta, pese a que en 2001 se redujo
a algo más de 103 millones. En un tercio de las 160
naciones encuestadas menos del 75% de los alumnos
continúa los estudios después de los 10 años. El
informe resalta que la enseñanza es privilegio de
pocos y que las disparidades son enormes. El
segmento más castigado son las mujeres, que son el
64% de los 800 millones de analfabetos que hay en el
mundo. Un 57% de la población no escolarizada son
niñas. En el África subsahariana, Asia Central o los
países árabes en general esa tendencia en lugar de
disminuir sigue aumentando.
Por lo que respecta a
España, las estadísticas tampoco son halagüeñas.
Nuestro país figura en el puesto vigesimosexto en la
clasificación de desarrollo educativo por detrás de
la gran mayoría de los países de la Unión Europea.
Esa tabla la encabezan Noruega, Dinamarca y Holanda.
En lo que concierne a gasto, figura en el puesto
23º. La educación representa el 4,5% de nuestro PIB,
es decir, cuatro puntos menos que Dinamarca, que es
el primer país de la escala. Los datos no son ni
mejores ni peores que lo que revelaba el último
informe de la ONU. Simplemente constatan la falta de
avances, pese a que se registran mejoras en el
índice de estudiantes de educación secundaria y
universitaria. |