El
pensamiento feminista ha sido decisivo para
interpretar y analizar nuestro entorno y para
enseñarnos a mirar con nuevos ojos la sociedad en
que vivimos. El feminismo ha supuesto la toma de
conciencia de las mujeres como clase social y, con
el propósito común de construir una sociedad que
incluya y reconozca a las mujeres como integrantes
de la sociedad y de la política, ha significado una
reconstrucción de los comportamientos
revolucionaria, ha aportado nuevos valores de
convivencia, nuevas relaciones humanas, nuevos
lenguajes, ha cambiado las representaciones
simbólicas y los pactos establecidos desde la
supremacía masculina y, además, ha significado un
alejamiento con la exaltación del heroísmo viril que
nos ha legado la tradición.
Gracias a las acciones que se han abordado desde el
feminismo, se han puesto en duda creencias y
estereotipos que limitaban a las mujeres y se ha
logrado cambiar las estructuras básicas de la
sociedad que se basaban en la institución patriarcal
que ha considerado durante siglos a las mujeres como
seres inferiores y dependientes de la tutela de los
hombres.
El feminismo simboliza el encuentro de mujeres
buscando formas de acción y alianzas políticas en
busca de proyecto común que rescate a las mujeres
del silencio en el que han sobrevivido durante
siglos. El modelo feminista cuestiona la
desigualdad, la violencia, la crisis económica, la
discriminación, el caos sociopolítico, las formas de
convivencia basadas en la cultura patriarcal y,
sobre todo y ante todo, genera propuestas ante
cualquier proyecto y circunstancias que puedan
significar que la sociedad avance.
Ahora bien, es verdad que hemos obtenido grandes
logros, que hemos mejorado y hemos logrado el
reconocimiento "formal" de la participación de las
mujeres en igualdad, pero la realidad es tozuda y
seguimos arrastrando una gran desequilibrio en la
participación y en la toma de decisiones, seguimos
estando en la cultura patriarcal y en una concepción
masculina y machista de la organización social. La
responsabilidad de lo privado sigue siendo nuestra
y, si no logramos que los hombres se conciencien de
ello y compartan las responsabilidades familiares,
las mujeres seguiremos estando en clara desventaja
respecto a ellos. La igualdad pasa por la
incorporación de las mujeres a un empleo de calidad
en las mismas condiciones que los hombres, lo que
exige un reparto igualitario de lo privado, es
decir, del trabajo doméstico y de los cuidados.
Sin duda, las mujeres necesitamos equilibrar
nuestros tiempos, pues sólo de esta forma se
equilibrarán nuestras oportunidades y, para ello,
son herramientas imprescindibles la
corresponsabilidad en lo privado y el empoderamiento
de las mujeres, pues son los instrumentos que nos
permitirán encarar al patriarcado y remover las
estructuras sociales condicionadas por la mentalidad
machista.
Por tanto, podemos
decir que el debate aún no ha terminado, que el
cambio de mentalidad no ha llegado a su fin porque
las desigualdades de género persisten en las
instituciones sociales. Las mujeres debemos
conseguir que el siglo XXI sea el siglo del
empoderamiento de las mujeres, donde logremos la
participación en igualdad con los hombres a nivel
social, económico y político, es decir, en la toma
de decisiones a todos los niveles. Quienes estamos
en este camino cada día somos más y vamos a más y
esto nos ha de dar ánimos para continuar con más
ahínco e ilusión en esta lucha que todavía se prevé
larga, pero que acabará siendo fructífera.
Por ello, desde la
Organización de Mujeres de STECyL-i (Federación de
Sindicatos de Trabajadoras y Trabajadores de la
Enseñanza y los Servicios Públicos de Castilla y
León-Intersindical) animamos a todos y a todas a
luchar por una sociedad mejor y más igualitaria, una
sociedad basada en el respeto mutuo que destierre la
cultura patriarcal y que recoja los principios del
feminismo, porque EL MODELO FEMINISTA NO ESTÁ EN
CRISIS. |