Decía
Martín Luther King Jr. que “una amenaza a la
justicia en cualquier lado es una amenaza a la
justicia en todos lados”. Esta máxima sirve de guía
al feminismo de dos maneras. Por un lado, el
feminismo reivindica la voz de las silenciadas por
la Historia, lucha por la igualdad de hecho, contra
las injusticias que sufren las mujeres por el mero
hecho de serlo, pero lucha con el convencimiento de
que esas injusticias son una amenaza para cualquier
sociedad que se pretenda democrática e igualitaria.
Por otro lado, el feminismo se compromete con una
visión integral de la política, una visión que no
olvida el resto de injusticias, aquellas basadas en
la clase, la etnia, la orientación sexual o la
discapacidad, y que necesariamente aparecen
superpuestas con las injusticias de género. Por eso
merece la pena seguir hablando de feminismo.
Mientras las mujeres no puedan decidir libremente
sobre sus cuerpos, mientras decenas de ellas sigan
muriendo cada año a manos de sus parejas, mientras
la tasa de paro femenina doble la masculina, el
salario bruto mensual de los hombres sea un 36,7%
mayor que el de las mujeres, la pobreza sea un
fenómeno mayoritariamente femenino, las mujeres
sigan dedicando más de 10 horas diarias al hogar y
la familia (un promedio de más de tres horas que los
hombres) y la conciliación de las trabajadoras
dependa de la privatización de los cuidados (sea a
través de redes familiares o de redes informales de
trabajadoras inmigrantes); mientras todo esto
ocurra, seguiremos siendo feministas, luchando
contra la injusticia en nuestro trabajo sindical
desde la Organización de mujeres de la Confederación
de STES-Intersindical y en cualquier otro lugar.
Este año en el que se
ha aprobado la Ley de autonomía personal y atención
a las personas en situación de dependencia y en el
que el debate sobre los cuidados se ha planteado
como un debate económico de primer orden, la
organización de mujeres de Stes-Intersindical quiere
dedicar el 8 de marzo a reivindicar la importancia
social de los cuidados. Si se pretende que esta ley
constituya el cuarto pilar del estado de Bienestar
(junto con educación, sanidad y pensiones), inicia
su camino ya maltrecha, porque carece del carácter
universal y gratuito que tienen las anteriores, ya
que sólo llegará en los próximos años (hasta 2015) y
en el mejor de los casos, a un 40% de la población
catalogada como dependiente. En este porcentaje
entran sólo las dependencias muy severas, la forma
de financiación es a través de copago, utilizando el
criterio de renta y patrimonio, y se añade un
“salario” aproximado de 400 euros a las cuidadoras
que no realicen ningún cuidado remunerado”, aunque
deberán cotizar por ello a la seguridad social.
Creemos que este tipo de medidas provocará que sigan
recayendo sobre las mujeres los trabajos de cuidados
y por tanto creando en las cuidadoras problemas de
salud, empleo, pérdida de descanso, de ocio y de
vida personal, así como fuertes sentimientos de
culpabilidad cuando nos vemos en la imposibilidad de
llegar con suficiencia a todo lo que se nos exige.
Además la ley declara que la administración va a
facilitar la participación de la iniciativa privada
en servicios y prestaciones y mucho nos tememos que
esto signifique que los cuidados recaigan
fundamentalmente en mujeres subcontratadas de
empresas privadas con unos discutibles derechos
laborales y salariales.
Mientras los hombres
se inhiben de estas actividades y el mercado de
trabajo sigue sin reestructurarse para adaptarse a
esta realidad. Todo ello ha puesto de manifiesto que
se da un vacio en la forma de cubrir las necesidades
del cuidado de la población que el sistema ya no
puede ni ocultar ni invisibilizar como lo ha hecho
hasta ahora. A la falta de corresponsabilidad de los
hombres en las actividades de cuidados se une una
importante carencia de servicios públicos en este
terreno, que nos tememos que la ley no va a paliar.
Por lo dicho anteriormente consideramos necesario:
– que se de un cambio de
mentalidad y actitud en los hombres
– una adaptación del tiempo de
trabajo para articularlo con la dedicación a otras actividades
personales, familiares y sociales
– una mayor inversión pública y
dinamización de los servicios sociales,
– un cambio de los modelos
existentes y la introducción de modelos alternativos que
permitan sacar de la familia el cuidado de personas dependientes
si ello es demandado
El cuidado de personas
dependientes tiene,por tanto, que ser una
responsabilidad social prioritaria asumida por
hombres y mujeres, y por el Estado. Por otra parte
queremos hacer una llamada de atención crítica a los
diseños y efectos de las políticas actuales en
materia de género, laboral o de extranjería, por
citar algunas, que persiguen redistribuir y
transferir la carga social del cuidado a un contexto
de disminución de los servicios públicos, más
beneficios para el mercado y algunas ayudas a todas
luces insuficientes.
Desde la Organización
de Mujeres de STES-Intersindical queremos cuestionar
las perversidad de un sistema económico que niega su
responsabilidad social en la sostenibilidad de la
vida excluyendo y ocultando a múltiples colectivos
sociales.:Por eso STES-i reivindicamos que la
titularidad de los derechos sea individual y
universal, esto implica que lo que de origen a los
derechos no sea una previa contribución social, sino
la condición misma de ciudadania.
Reivindicamos un
sistema económico en el que se parta del
reconocimiento de la interdependencia de unas
personas respecto a otras y en el que los sujetos
sean agentes activos para insertarse en las redes de
cuidados y de sostenibilidad de la vida que
libremente elijan . Sólo así será posible la
igualdad real y la justicia. |