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Día de la Mujer Trabajadora |
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Un nuevo amanecer ha comenzado para las mujeres de hoy, apoyado en las reyertas vitales del ayer sobre nombres como Clara Campoamor, Margarita Nelken, Victoria Kent, Emilia Pardo Bazán, María de Maeztu, Teresa Claramunt, Concepción Arenal, Consuelo Álvarez y muchas otras más… y las que perdieron su nombre en el correr de los tiempos al lado de la azada, del hilo y la rueca, el algodón, la fregona, el hollín, la tiza, las tijeras o el vendaje reparador… Todas ellas nos han traído hasta este 8 de Marzo con nuevos sueños e ilusiones, con nuevas fuerzas. Gabriela Cañas, en su artículo “Las mujeres al final del milenio” (EL País Semanal 30 Enero 2000), refleja muy buen esta herencia cultural y social del siglo XX que transportamos las mujeres actuales. Suyas son estas afirmaciones: “Las mujeres han roto las cadenas que las ataban al ámbito de lo privado y han irrumpido en el mercado laboral, en la política, en las finanzas, en la ciencia, en la literatura y la comunicación. Las consecuencias son de gran magnitud…” Y es cierto, las consecuencias son impredecibles. La diversidad de estilos familiares, opciones educativas, intercambios culturales, posibilidades de trabajo, el tener voz y capacidad de decisión son hechos que arman a las mujeres con un gran poder en sus manos. Esta es una gran verdad y como tal tiene otra cara también: la de la pobreza, la marginación, el sometimiento… Si muchas mujeres han roto sus cadenas, muchas otras mueren en el intento (miremos las estadísticas); si muchas de nosotras gozamos de libre pensamiento, independencia económica o libertad de acción, muchas otras están paradas o con trabajos precarios, maltratadas, vigiladas y dirigidas (veamos las cifras de paro). Hemos de profundizar en las cadenas que siguen enmudeciendo a las mujeres y también a muchos hombres, y diseñar juntos las metas, los objetivos, los conceptos, los procedimientos y las actitudes sociales del nuevo ser humano, del nuevo orden social, del desarrollo de la humanidad, en definitiva. Esto exige de nosotras una apuesta grande por estar informadas, por conocer, por compartir, por ayudar, por exigir, por comprometernos colectivamente. El poder establecido sabe de muchas artes para dividirnos, aislarnos y ahogar nuestras voces. No obstante, una nuevo amanecer ha comenzado, una esperanza, una ilusión. La organización de las mujeres, la participación social y el reparto del poder es nuestro reto. |