Las evaluaciones externas son inutiles
Me publican en Nueva Tribuna un
resumen de anteriores post sobre el tema
http://www.nuevatribuna.es/opinion/juan-carlos-jimenez/las-evaluaciones-inutiles/20130404172126090575.html
Juan Carlos Jiménez |nuevatribuna.es | 04
Abril 2013 – 19:49 h.
La última ocurrencia de la Consejería de
Educación de Madrid ha sido la de pretender evaluar a
los niños y niñas de 5 años cuando terminan la etapa no
obligatoria de educación infantil. Sinceramente, la
única explicación que encuentro para tal desatino es que
alguien esté haciendo negocios con las llamadas
evaluaciones externas.Es cierto que en estas cosas el
PP juega a favor de corriente. Porque resulta difícil
para quienes han sufrido durante toda su escolarización
un sistema educativo basado en los exámenes entender la
crítica a las evaluaciones externas que ha generalizado
el PP, hasta el punto de que, durante la primaria, ya se
sufren cada dos cursos. A los ocho, a los diez y a los
doce años.
Para la sabiduría popular del ciudadano medio, el examen
es la piedra angular del sistema educativo y, si no
queremos comprobar los conocimientos de nuestros alumnos
y alumnas en un examen, será porque tenemos algo que
esconder o tememos que fracasen.Sin embargo, hasta
para los críticos, la evaluación forma parte del proceso
educativo y es un instrumento que utilizamos para
conocer el progreso o las dificultades de nuestros
alumnos. Así que, cuando criticamos las pruebas
externas, nos estamos refiriendo a otras cosas y a otros
miedos.
Primero, la evaluación externa no aporta ninguna
información relevante sobre el niño o niña evaluado.
Salvo que se abra un proceso general contra el
profesorado, salvo que se le considere incompetente o
excesivamente subjetivo o parcial, el profesor o
profesora que está con los niños y niñas varias horas a
la semana durante diez meses es el más indicado para
realizar una evaluación global que tenga en cuenta lo
que se han esforzado o ha dejado de esforzarse, la
actitud, el interés o desinterés, los progresos, las
limitaciones y los resultados alcanzados por los
estudiantes.Ninguna prueba va a proporcionar mayor
información que la observación permanente y cotidiana.
Si esto es así, si la evaluación externa no aporta
ningún dato relevante sobre el alumnado, debería servir,
al menos para diagnosticar los problemas, déficits y
necesidades del sistema educativo y los centros
escolares.Optimista previsión: a pesar de la alarma
con la que se difunden los resultados, no se conoce cuál
ha sido el diagnostico ni se ha presentado ningún plan
de actuación de gobierno alguno para superar la
situación, para ayudar a los centros peor valorados o
mejorar las destrezas del profesorado. Finalizada la
evaluación, y terminada la publicidad maliciosa sobre
los resultados, la actuación del gobierno continúa “a su
bola”, independiente de las conclusiones que se hayan
sacado. ¿Qué justificación tiene que, con la alarma que
sienten y pregonan en la Comunidad madrileña, la pionera
en estas lides, los planes educativos y los recursos que
se ponen en marcha hayan ido a reforzar el aprendizaje
de inglés, que no se valora en las pruebas
internacionales, o la competencia informática, que
tampoco?
Un diagnostico serio y no una actuación para la galería,
de esas que le gustaban tanto a Aguirre, habría llevado
a analizar la adecuación o no de los programas, de las
metodologías didácticas utilizadas, de la formación del
profesorado, de las ratios y de los instrumentos de
apoyo, etc. Y, después, a diseñar un plan de mejora.
Así pues, al final, la evaluación externa solo se usa
para comparar centros.
Aunque ni para eso sirva. En primer lugar, se ha
repetido tantas veces, porque los grupos que se comparan
solamente tienen en común la edad pero son bien
diferentes en cuanto a composición social, en cuanto a
su diversidad nacional y sus lenguas maternas o en
cuanto a la integración o no de alumnado con necesidades
educativas especiales. Y, en segundo lugar, porque los
centros pueden no presentar a todos sus alumnos y
alumnas a la prueba, de manera que, al esconder al
alumnado con más dificultades, se falsean y manipulan
los universos a comparar. Esta es una práctica común en
aquellos centros que necesitan el marketing para atraer
la demanda.A esto tenemos que añadir que las pruebas
diseñadas no sirven para valorar objetivos distintos a
los académicos. No sirven para evaluar la autonomía, ni
el espíritu cooperativo y de trabajo en equipo, ni la
capacidad crítica, etc.
Incluso en el terreno meramente académico, la selección
de unos temas u otros marca pequeñas diferencias que
tienen que ver con el hincapié que haya hecho cada
docente en un tema u otro. Por lo que yo recuerdo, por
ejemplo, la expresión oral no se valora en la prueba de
6º y la expresión escrita se hace de forma rutinaria.
A pesar de todas estas cosas, la secretaria de Estado de
Educación, Formación Profesional y Universidades,
Montserrat Gomendio, contestó con un rotundo "sí" cuando
se le preguntó “si los informes internacionales que
colocan a los alumnos españoles por debajo de la media
de la Unión Europea significan que España está en
emergencia educativa”.
Tal barbaridad solo tiene motivaciones ideológicas.
Desprestigiar la actual enseñanza para justificar la
enésima reforma que, en general, supone siempre una
vuelta hacia atrás, hacia un supuesto paraíso educativo
que, como hace 20 años explicaron los sociólogos
franceses Baudelot, y Establet, no existió jamás. Es el
"bucle melancólico" del que hablaba Jon Juaristi aunque
él se refería a la nostalgia nacionalista vasca de un
país que nunca había existido.Desdramaticemos. Por
ejemplo, una diferencia de un 5% en los resultados como
la que aparecen en las últimas evaluaciones
publicitadas, las evaluaciones TIMSS, no es
significativa. ¿Qué significa realmente la diferencia
entre la media española en lectura, 513, y la de la
Unión Europea, 534, o en matemáticas, 482 y 519, o en
Ciencias, 505 y 521?
Nada. No significa nada pues ambos resultados están en
la misma escala, la intermedia, que va desde los 475
puntos hasta los 550, dentro de los cuatro niveles que
usan los autores del estudio: "TIMSS and PIRLS have
identified four points along the achievement scales to
use as international benchmarks of achievement—Advanced
International Benchmark (625), High International
Benchmark (550), Intermediate International Benchmark
(475), and Low International Benchmark (400)".A lo
mejor la diferencia se explica porque en España, en
contra de la creencia común, hay menos profesores,
trabajan más horas lectivas y las clases son más
numerosas.
Según el estudio de Juan Martínez, del gabinete de
estudios de CCOO, publicado en el TE de mayo de 2012, la
ratio media en Primaria era de 21,1 alumnos por aula.
Esta cifra es superior a la de la Unión Europea, de
19,8 alumnos/aula (+6,6%). En la Secundaria inferior
(nuestra ESO) la media española de 24,2 alumnos/aula era
superior, un 10,5% mayor, que la de la Unión Europea, de
21,9 alumnos por unidad. Además, los cinco países de la
UE mejor situados en el Informe PISA de 2009 de los que
se tienen datos completos sobre ratios son Finlandia
(19,8 en Primaria), Bélgica (20,1), Estonia (18,1),
Polonia (18,7) e Islandia (17,8). ¿Por qué no imitamos a
los mejores en este apartado?Estas diferencias en las
condiciones en las que se imparte la enseñanza
explicarían, de sobra, que un 5% del alumnado estuviese
un poco menos atendido y obtuviese peores resultados.
Publicado
05-04-2013 por
Juan Carlos Jiménez Fernández
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