La LOMCE o ley
Wert es una chapuza que no parte
de un diagnóstico previo o Libro
Blanco sobre los problemas de la
educación; que no cuenta con
financiación para implementarla;
que no tiene ningún consenso,
sino el rechazo más airado de la
comunidad educativa, como se ha
puesto en evidencia en múltiples
movilizaciones.
Como son maestros
de la neolengua hablan de
“calidad” e incluso
responsabilizan cínicamente al
sistema educativo del nivel de
paro existente, cuando es bien
sabido que muchos de los
miembros de la generación más y
mejor preparada de este país se
está yendo al exilio laboral o
científico. Pero su verdadera
esencia es mandar el mensaje de
que “hemos estudiado por encima
de nuestras posibilidades”.
Porque lo cierto es que no están
dispuestos a invertir más en
educación pública, por razones
ideológicas y de negocio. No les
interesan ciudadanos formados,
informados y críticos, para un
mercado de trabajo precario y
una sociedad dual y cada vez
menos democrática. No quieren la
mezcla social entre los hijos de
familias de diferente estatus
socioeconómico.
Y porque se
someten a los intereses
mercantilistas: la educación es
un negocio que a nivel mundial
supone un pastel de 2 billones
de dólares y que en España
obtuvo casi 700 millones de
euros de beneficios según los
últimos datos del INE. Por todo
lo anterior, el objetivo que se
ha trazado el gobierno del PP es
seguir trasfiriendo recursos del
sector público al privado y
pasar del 3,6% al 2,9% del PIB,
lo que supone unos 7.000
millones de euros menos al año,
muy lejos de la inversión que
realizan los países de nuestro
entorno.
Durante la
democracia se lograron
importantes avances en el
desarrollo de la escuela
pública: incremento de centros y
profesorado, bajada de ratios,
ampliación de la edad escolar
obligatoria, escolarización casi
total desde los tres años, y
mayor acceso a estudios
superiores de las capas
populares. Estas conquistas
están siendo atacadas hace
tiempo por los gobiernos de la
derecha, cuya ideología
mercantilista y privatizadora
quiere convertir la educación en
un negocio. Con esta ley
se consolidan los recortes que
se vienen aplicando y supone un
duro golpe a la educación
pública.
La educación
pública española, por los
compromisos de los sucesivos
gobiernos con la Iglesia
católica y con la patronal de la
enseñanza, nunca ha llegado a
romper del todo con las tres
principales herencias
franquistas: segregación
clasista, confesionalidad y
amplio sector privado costeado
con fondos públicos. La ley Wert
es un salto en esa dirección.
– Segregación,
con diversos itinerarios que
supondrán seleccionar y
clasificar cuanto antes al
alumnado, desgajándolos del
tronco común por tres vías: los
llamados programas de mejora del
aprendizaje, la Formación
Profesional Básica y los
itinerarios en 4º de ESO. Cuanto
antes se segregue más se atenta
contra la igualdad de
oportunidades y se niega la
capacidad de cambio de niños y
adolescentes. También convierte
la educación en una carrera de
obstáculos con continuas
reválidas excluyentes. Este
modelo educativo genera más
fracaso escolar, más
desigualdades y favorece una
sociedad aún más clasista.
–
Confesionalidad, que nos
retrotrae al nacionalcatolicismo,
con una asignatura de religión
evaluable y con una alternativa
dura para evitar la fuga del
alumnado del adoctrinamiento;
eliminando Educación para la
Ciudadanía y demostrando que se
cree más en la religión que en
los valores democráticos.
– Privatización y
fortalecimiento de los
conciertos privados, al
convertir a la educación en un
bien individual y no un derecho
fundamental y no se garantiza la
oferta de plazas públicas de
nueva creación. De esta forma se
refuerza la doble red que crea
discriminación, dándose la
paradoja de que entre todos
financiamos a quien más tiene,
mientras se suprimen la atención
a la diversidad y la función
compensatoria de la escuela.
– Menor democracia. Se
reducen las competencias de los
órganos colegiados y de la
comunidad educativa, reforzando
el poder y el clientelismo de
las direcciones de los centros
La LOMCE también
quiere hacer legal lo ilegal con
conciertos para centros que
segregan por sexo, contratación
a dedo de profesores nativos o
publicación de rankings con los
resultados de las pruebas
externas.
Este retorno al
pasado lo protagoniza Wert, el
ministro más desprestigiado de
la democracia, con un 80% de
rechazo a su gestión, que no
puede esperar que su ley tenga
ninguna continuidad de futuro.
Porque una ley superideologizada,
sectaria no ha conseguido ningún
apoyo, excepto el de los
obispos. Nadie la respalda en el
parlamento, ni el profesorado,
las familias, los estudiantes o
los expertos en educación. Por
ello, será una ley de muy corto
recorrido y frustrante, que
acabará en el mismo momento en
que se produzca un cambio
político progresista.
Es más,
probablemente, junto al rechazo
al austericidio, a la
privatización de la sanidad o a
la reaccionaria reforma del
aborto, será uno de los
elementos que más contribuyan al
cambio político. Entre el
profesorado, las familias, el
alumnado y la ciudadanía que
forma el movimiento de la Marea
Verde en defensa de la Escuela
Pública de todos y para todos
crece cada vez más la convicción
de que hay que echar a este
gobierno para que no acabe con
todo. Para asegurar el derecho a
una educación de calidad que
forme a personas y a ciudadanos
comprometidos con la mejora y el
futuro de su país y de sus
habitantes. |