Rilke decía que la verdadera patria
del hombre es la infancia. Y en estos tiempos que corren, tan
convulsos en lo que a patriotismo bien entendido se refiere, no
estaría de más reflexionar sobre el legado que estamos dejando a
nuestro futuro más inmediato.
En León es muy escaso el soporte
institucional para fomentar una línea cultural a las bases creativas
de nuestra ciudad. Ciertas carencias se solventaban con un apoyo a
asociaciones que generalmente cubrían huecos y espacios a los que la
administración no podía dotar de personal e infraestructuras. Pero
con las rebajas, los recortes y demás excusas, estas parcelas de la
cultura fueron las primeras en sufrir la diezma. La realidad es que
estos días los medios se han hecho eco de la lamentable noticia de
cómo un museo puntero como el Musac ha caído en picado por la
desidia y falta de apoyo de quienes invirtieron millones en el
continente sin pensar en el futuro contenido. Pero poco se sabe de
la más que probable destrucción de programas como Pequeamigos y
demás talleres que propician el encuentro entre artistas, público
infantil y padres y generan diálogos enriquecedores en el proceso de
aprendizaje de nuestra joven sociedad. Son muchos los niños y niñas
que acuden a estos talleres y la sombra de los recortes y Eres no
dejan de lado programas como éstos que apenas necesitan una mísera
dotación económica. Dice el Talmud que «el futuro del mundo pende
del aliento de los niños que van a la escuela». Entendemos que este
aprendizaje debe ejercerse a la par desde una línea oficial que
dictamina unos conocimientos mínimos y una línea independiente que
ha de fomentar las inquietudes y valores individuales de cada niño.
Los que necesitan intereses culturales tienen en cantidad de
asociaciones culturales de León o en programas como los que
desarrolla (o desarrollaba) el Musac un gran amparo, y es desde
luego una verdadera aberración que la población no luche por los
derechos educacionales de su infancia.
Queremos una sociedad mejor y más
noble, que mejore nuestro futuro a nivel moral, ético y
socioeconómico… pues bien, es nuestra labor aportar ese conocimiento
a nuestros niños, y la única manera es asumir como imprescindible
una inversión de nuestros impuestos en pro de una cultura plural y
no sectaria, y alimentar cada proyecto no elitista como
indispensable.
Es nuestro deber saber que educar en
favor de la cultura y el arte no es un dispendio que pueda excusarse
con una crisis tan lamida para unas cosas y descocada para otras.
Una formación en disciplinas como la música, la filosofía, el arte o
la literatura genera jóvenes librepensadores, y sólo en la mente de
un librepensador está la solución a problemas que aún no tienen una
solución visible. Por ello, fomenten la cultura independiente,
exijan esa inversión en alternativas culturales. Luchen porque no
desaparezcan ésas que tanto aportan desde la clandestinidad
mediática. Porque, como enunció en su día Unamuno, sólo el que
sabe es libre, y más libre el que más sabe. La libertad que
hay que dar al pueblo es la cultura.