La
brecha entre la sociedad y sus
representantes es poliédrica. Pérdida de
soberanía: los representantes carecen de
autonomía se limitan a interpretar los
mandatos de la UE y en FMI.
Han incumplido los compromisos electorales
hasta llegar a realizar lo contrario de lo
que prometieron. Prescinden de los
ciudadanos para imponer lo que les perjudica
a estos. La casta de los elegidos se ha
desprendido se su relación con la sociedad.
Primera pregunta: ¿ Merece la pena
pertenecer a un club que nos obliga a
financiarnos al 7% y que solo presta dinero
para inyectarlo en la Banca, que es uno de
los principales causantes de la crisis?
Segunda: ¿ Qué obligación tienen los
ciudadanos de aceptar unos recortes que no
han sido pactados?
Tercera: la rebelión y la insumisión
es legítima contra la ruptura del pacto
democrático que vincula a sus ciudadanos con
sus representantes.
A lo que se nos obliga es a aceptar que se
mantengan los privilegios de los que más
tienen y se destruya la vida de la mayoría
de los ciudadanos. Ni siquiera hay
compromisos para cuando se produzca el
crecimiento.
Y, ¿ qué será el crecimiento? La eclosión de
quienes dominan los medios financieros y
volver a empezar desde posiciones de pobreza
al resto de los ciudadanos en un ciclo del
capitalismo que es ya insoportable. No hay
otra opción que el rechazo activo.
Los dos grandes partidos son cómplices por
acción y omisión. La dialéctica ya no es
entre derecha e izquierda, sino entre una
minoría de poderosos con la complicidad de
las instituciones y la clase media y los más
pobres. No hay liderazgos políticos.
La democracia se está desvaneciendo.
Si la rebelión política no la encabezan
partidos y sindicatos, el desbordamiento
dará cuenta de la destrucción de la
democracia con la eclosión de radicalismos y
populismos.
El reloj se ha puesto a andar y marcará
la hora en septiembre. Cuando haya que pagar
las matriculas de los hijos y el desempleo
sea insoportable desde los parámetros a los
que les obligan estos recortes.