Nos cuenta Noami Klein, en su libro La
Doctrina del Shock, que Milton Friedman,
gran gurú y líder intelectual del
capitalismo de libre mercado, afirmaba que
las inundaciones y la catástrofe provocadas
por el huracán Katrina en 2005 eran una
tragedia, pero también “una oportunidad para
emprender una reforma radical del sistema
educativo”: en lugar de reconstruir y
mejorar el sistema de educación pública de
Nueva Orleáns, entregar cheques escolares a
las familias, para que estas pudieran
dirigirse a escuelas privadas. La
Administración de George W. Bush apoyó sus
planes y en menos de 19 meses, en contraste
con la parálisis con que se repararon los
diques, las escuelas públicas de Nueva
Orleans fueron sustituidas casi en su
totalidad por una red de escuelas chárter,
escuelas originalmente creadas y construidas
por el Estado que pasaron a ser gestionadas
por empresas privadas según sus propias
reglas. De 123 escuelas públicas, sólo
quedaron cuatro. Los maestros y las maestras
de la ciudad fueron despedidos. Algunos de
los profesores más jóvenes volvieron a
trabajar para las escuelas chárter, con
salarios reducidos. La mayoría no
recuperaron sus empleos.
Estos ataques organizados contra los
servicios públicos, aprovechando crisis
provocadas para generar “tales oportunidades
de negocio”, es lo que Klein denomina
capitalismo del desastre. En España, el PP
está aprovechando la “oportunidad” de la
crisis para consolidar el saqueo de la
educación pública, siguiendo las propuestas
de Friedman de actuar con rapidez, para
imponer los cambios rápida e
irreversiblemente. Estimaba que una
administración disfruta de seis a nueve
meses para poner en marcha cambios
legislativos importantes generando un estado
de shock en la población que facilite el
“tratamiento de choque” del programa de
ajuste. Aprovechar momentos de trauma
colectivo para dar el pistoletazo de salida
a reformas económicas y sociales de corte
radical, pues se tiende a aceptar esos
“tratamientos de choque” creyendo en la
promesa de que salvarán de mayores
desastres.
El ministro Wert ha iniciado así una
educación de desastre que apunta de forma
persistente a recortar la extensión del
derecho a la educación pública para toda la
ciudadanía. Apuesta, como dice el profesor
Viñao, por la exclusión de una cierta parte
de quienes han sido incluidos, en el último
medio siglo, en el proceso de escolarización
creciente de la población. Mediante
estrategias que están siendo reforzadas: el
endurecimiento de las exigencias para
promocionar, fortaleciendo así el carácter
selectivo, incluso en los niveles
obligatorios; la consolidación de
itinerarios o ramas paralelas a edades cada
vez más tempranas; la segregación en forma
de grupos de clase según capacidades; el
establecimiento de diferenciaciones
competitivas relevantes entre centros
docentes de un mismo nivel, etapa o ciclo
obligatorio ―centros de excelencia,
bilingües, etc.
Estrategias que se ven acompañadas
simultáneamente de la reformulación del
principio de gratuidad, mediante la
extensión de los conciertos o subvenciones a
la enseñanza privada, la implantación de los
cheques o bonos escolares, introduciendo
sistemas de re-pago, aduciendo que es
necesario asumir la “responsabilidad” del
coste real de la educación.
Debemos combatir este nuevo
neoconservadurismo
desigualitario que nos inunda,
reclamando un sistema público de
educación inclusiva que
garantice el derecho a la
educación de todos y todas |
Por otra
parte, se busca también consolidar y
aumentar la diferenciación de las dos redes
de educación. El sector público centrado en
atender a quienes sean rechazados por el
sector privado o no hallen acomodo en el
mismo, y dar servicio en aquellas zonas,
como las rurales, que no son rentables para
la iniciativa privada. Permanecerá así la
Educación Pública como una red subsidiaria
de la privada, de cuya financiación se
desentienden progresivamente el Estado y las
Comunidades Autónomas, con progresivos
recortes: reduciendo el número de
profesorado e incrementando el número de
alumnado por profesor, las horas lectivas
del profesorado; la desaparición o reducción
de programas de refuerzo o apoyo, desdobles
y atención a la diversidad, tutorías,
módulos de formación profesional, servicios
de orientación o biblioteca, ayudas para
adquisición de libros de texto, comedores y
actividades extraescolares, etc. Recortes
acompañados, ante la oposición de la
comunidad educativa, de una campaña de
criminalización de toda protesta y de
descrédito del profesorado y de los
sindicatos.
Mientras, se fomenta el proceso de
privatización educativa, mediante la
cesión de suelo público o la adjudicación
directa a empresas de la explotación de
centros públicos; la creación de zonas
únicas de escolarización (eliminando el
criterio de proximidad y de distribución
equilibrada de todo el alumnado a la hora de
la matriculación), la ampliación de los
criterios de los centros concertados para
seleccionar a su alumnado, el
establecimiento de mecanismos para financiar
públicamente más tramos de la enseñanza
privada como la educación no obligatoria (la
concertación de todo el Bachillerato) o las
desgravaciones fiscales para quienes lleven
a sus hijos e hijas a colegios privados.
Nos jugamos el futuro de
nuestros hijos. Educación o
barbarie, no hay neutralidad
posible |
En paralelo se
extienden medidas de privatización de la red
pública mediante la introducción de
técnicas de gestión de la empresa privada
en la dirección y organización de los
centros educativos, con sus indicadores de
resultados medibles, lo cual permite
establecer sistemas de “rendición de
cuentas” y "rankings comparativos”, así como
la gestión “flexible” desde la
dirección/gerencia de los “recursos humanos”
(facilitado con la actual reforma laboral) o
el establecimiento de fórmulas contractuales
(contratos-programa) de “gestión por
objetivos” y “pago por resultados” para la
financiación y sostenimiento de los centros
(dar más a las escuelas o al profesorado que
mejores resultados académicos obtienen).
Medidas de comercialización que
avanzan en la utilización de los centros por
empresas privadas que llevan a cabo
actividades lucrativas complementarias en
horario escolar o fuera del mismo; el
fomento de la financiación externa
(publicidad, alquiler de locales, patrocinio
privado, máquinas expendedoras de productos,
etc.) que convierten al centro docente en un
espacio más comercial que educativo; la
externalización o subcontratación de
actividades extraescolares, comedores,
formación del profesorado, la evaluación de
los centros, etc.
Se está produciendo así una mutación en la
concepción del derecho a la educación: si
durante años la educación fue una causa
social, ahora la conciben como un
imperativo económico, al servicio de la
economía y de su competitividad. La
formación y el conocimiento se convierten en
un bien privado, en una ventaja competitiva
para insertarse en el futuro mercado
laboral. Las nociones de igualdad,
emancipación y democracia han sido
remplazadas por un discurso de
excelencia, autonomía financiera y reducción
de costes.
Debemos combatir este nuevo
neoconservadurismo desigualitario que nos
inunda, reclamando un sistema público de
educación inclusiva que garantice el derecho
a la educación de todos y todas, que cubra
la necesidades de plazas escolares de todo
el conjunto de la población y con la
suficiente calidad en cada centro para que
toda la población pueda recibir el máximo
posible de oportunidades en su aprendizaje y
desarrollo personal y profesional.
Todo esto no es posible con el brutal
recorte de los Presupuestos en Educación al
que estamos asistiendo a nivel estatal y
autonómico de la mano de los últimos
gobiernos. En cualquier caso es
imprescindible que se garantice la
suficiencia de recursos para afrontar las
medidas planteadas, asegurando alcanzar el
7% del PIB en gasto público educativo. Sólo
así se podrá hacer realidad la mejora del
sistema educativo y el derecho universal a
una educación de calidad en condiciones de
igualdad.
Ahora, más que nunca, es necesario articular
un amplio espacio de confluencia en la
defensa de lo público como garante de
nuestros derechos sociales. Y en ese empeño,
debemos construir colectivamente un discurso
sólidamente fundamentado que se contraponga
y contrarreste el lenguaje neorwelliano
dominante de PP, que con su ambigua retórica
(libre elección de centro, gobernanza…)
oculta intereses neoliberales puramente
mercantilistas, buscando convertir este
derecho en una oportunidad de negocio (mueve
dos billones de euros anuales a nivel
mundial, según datos de la UNESCO), a la vez
que perpetúa un modelo social neoconservador
segregador y excluyente, que refuerza los
aspectos más autoritarios, competitivos,
academicistas y religioso-confesionales.
Nos jugamos el futuro de nuestros hijos e
hijas. Educación o barbarie, no hay
neutralidad posible.