Mueve a
admiración y gratitud la estampa de no pocos
maestros rurales en la historia de una
tierra como esta, de antiguo tan maestrona.
En muchísimos casos fueron dómines de sueldo
escurrido, chalina parda, coderas zurcidas y
potaje de monje. Con cuatro perras les
pagaba el Estado o el concejo y no por ello
dejó de haber heroicidad pedagógica en
tantos casos… y también mucho maestescuela
cabestro llegando solamente con la vara
donde no le alcanzaba su ineptitud… pero a
estos se les olvida.
Se propende
siempre a evocar la figura del maestro. ¿Y
la maestra? Aunque llegara a la palestra
hace poco más de un siglo y en condiciones
difíciles, controlada en su moralidad y
discriminada en honorarios, también hubo
maestras que dejaron escritas batallas
ganadas, atrevimientos heroicos y ejemplos a
seguir (tampoco se esconda en este caso el
cupo de maestrinas castradoras con voz de
corneja que arruinaron cualquier gana de
saber).
¡Cómo no
recordar a la inquieta Faustina Álvarez, la
madre de Alejandro Casona, nacida en León y
criada en Canales!… brava paisana y
docente innovadora que ya en 1906 rompía la
pana y vivió la educación como el único
bagaje que redimiría a los peor tratados por
una sociedad injusta.
La función de
estas maestras no concluía con el timbre de
la última clase. Viviendo en el pueblo,
acababan conociendo a sus alumnos y su
circunstancia como nunca se logra en
escuelas de ciudad (me lo confirma Ana
Valbuena, que nunca vivirá otro año más
intenso que aquel de maestra en Valdeón o lo
que ahora vive en Boñar sin que le apetezcan
traslados… se aprende mucho en el pueblo y
«quien conoce su aldea, conoce el universo»,
dijo Tolstoi).
Podría
pensarse que este tiempo desdibujó a la
maestra vocacional, la que va más allá del
programa lectivo, la que enseña teatro o
solfeo a los críos, la que trae, lleva,
revuelve o consigue… y ahí está Leticia
Rodríguez Gancedo que desde su escuela en
Riello y con el trabajo de primor y
conciencia que estimuló en su aula, ha
logrado el premiazo nacional de Ecoembes. Y
todo lo que tiene para ella de merecido
reconocimiento a su labor, lo tiene para
nosotros de esperanza en la escuela rural.