La gran debilidad del argumento neoliberal, que asume
que el mayor problema de la economía española es el
déficit y la deuda pública del Estado español, es que
los datos, fácilmente accesibles, muestran su
insostenibilidad. Cuando la crisis empezó en España,
el Estado español no tenía déficit. Antes al
contrario, tenía un superávit, mayor, por cierto, que el
que tenía el Estado alemán. En 2007, el superávit del
Estado español era equivalente a 1,9% del PIB, más de
seis veces superior al alemán, 0,3% del PIB. Y un tanto
parecido ocurría con la deuda pública, que representaba
en España un 27% del PIB, casi la mitad de la deuda
pública alemana, 50% del PIB. En realidad, España era un
“modelo” y punto de referencia del pensamiento
neoliberal mostrado por los economistas neoliberales
como ejemplo de “ortodoxia” económica.
Tener un superávit muy superior y una deuda pública muy
inferior a la de Alemania no nos sirvió de nada. No nos
protegió de la crisis. ¿Cómo puede, entonces, decirse
ahora que la mayor causa de la crisis es el elevado
déficit y la deuda excesiva, cuando tener déficit cero y
deuda pública baja no evitó que tuviéramos la crisis que
tenemos, con más de un 23% de la fuerza laboral en paro?
¿Y por qué esta explicación de la crisis continúa
dándose cuando la evidencia existente, mostrando su
error, es tan abrumadora?
Y para responder a esta pregunta hay que fijarse en
cuáles son las voces más estridentes en defensa de tal
explicación de la crisis. Y entre tales voces aquellos
que tienen un lugar prominente son el Banco Central
Europeo y la banca alemana, y el Banco de España y la
banca española, que son en realidad los que crearon
precisamente la crisis. En realidad, la banca alemana
jugó un papel clave en la génesis de la crisis y en su
desarrollo. Según The Bank for International Settlements
(BIS) (Junio 2010), la banca alemana prestó 109.000
millones de euros a la banca española, con los
cuales ésta, en alianza con el sector inmobiliario,
invirtió masivamente, no en la economía productiva
del país, sino en la economía más especulativa
posible, creando la burbuja inmobiliaria que, al
explotar, provocó la enorme crisis y el enorme problema
de la deuda privada de España, que alcanzó dimensiones
astronómicas (227% del PIB).
La banca alemana consiguió enormes beneficios,
beneficios que, por cierto, no invirtió en Alemania para
estimular la demanda doméstica alemana, incrementando
los salarios y la protección social de Alemania (tal
como Oskar Lafontaine, entonces Ministro de Economía y
Hacienda del gobierno alemán, y uno de los economistas
más clarividentes hoy en Europa, quería que se hiciera y
que, al no hacerse, rompió con el canciller Schröder, el
presidente socialdemócrata alemán responsable, junto con
la canciller Merkel, de las políticas de austeridad a
nivel alemán y europeo, políticas promovidas por la
banca alemana). En lugar de estimular la demanda alemana
(y europea), los grandes beneficios que Alemania
consiguió de su actividad especulativa en España (y en
otros países periféricos de la Eurozona, como Grecia y
Portugal), los utilizó para acumular más y más euros,
convirtiéndose en la mayor fuente de euros en Europa. El
euro le ha ido pero que muy bien a la banca alemana.
Ahora bien, cuando la burbuja especulativa
inmobiliaria explotó, a la banca alemana le entró el
pánico, pues tenía gran parte de su capital prestado a
la banca española y, en mucho menor grado, al Estado
español (un 10% de su inversión bancaria). Y comenzó a
promover la idea falsa de que el euro estaba en peligro.
Lo que estaba en peligro, sin embargo, es que la banca
alemana perdiera los fondos prestados a España y a otros
países periféricos de la Eurozona. En realidad, el euro
nunca estuvo en peligro. Su valor osciló, pero no bajó
sustancialmente de valor comparado con el dólar.
Y de ahí derivan las políticas de austeridad, cuyo
único objetivo es que se pague a los bancos alemanes (y
franceses) la deuda tanto privada como pública que
tienen. La mal llamada ayuda de la Unión Europea y
del FMI a los países periféricos es ayuda para que
paguen a los bancos alemanes y franceses
primordialmente.
Pero estas políticas de austeridad con la bajada de
salarios, disminución de la protección social y recortes
del gasto público están creando un problema gravísimo
que se llama Gran Recesión, causada por el enorme
descenso de la demanda doméstica y por la escasez de
crédito, y que es la causa de la disminución de la
actividad económica y con ello del descenso de los
ingresos al Estado (y consiguiente aumento del déficit y
de la deuda pública). Y ahí está el problema oculto y
que algunos hemos estado denunciando desde el principio
(ver el libro Hay alternativas, de Navarro V., Torres J.
y Garzón A, en www.vnavarro.org). La evidencia
científica que apoya este diagnóstico es abrumadora. Las
políticas que está imponiendo la banca alemana y
francesa (y española) y sus portavoces políticos,
incluyendo Merkel-Sarkozy y Rajoy son un suicidio
económico.
Cabe entonces hacerse la pregunta de ¿por qué continúan
promoviéndola? Una respuesta es que los dogmas
económicos son tan irracionales como los dogmas
religiosos. El pensamiento neoliberal es un dogma
impermeable a los datos y hechos. Pero el que continúe
reproduciéndose se debe a que sirve a unos intereses,
los intereses de la banca, con la complicidad de los
políticos afines (el Ministro de Economía del Estado
español, el Presidente del BCE, así como gran numero de
personas responsables de llevar a cabo y estimular las
políticas de austeridad son banqueros o próximos a la
banca), que asumen que los intereses particulares de la
banca coinciden con los intereses generales del país, lo
cual no es así, como bien documentan los estudios
rigurosos que muestran que las causas de la crisis son
el comportamiento negativo del BCE y del Banco de
España, y de los bancos que en teoría supervisan, pero
que en la práctica se benefician a costa del interés
general.
En realidad, las soluciones son fáciles de ver. Y
consisten en seguir políticas de estímulo económico, con
un intervencionismo público que estimule la economía a
base de crear empleo, junto con el establecimiento de
bancas públicas y una regulación del sector bancario,
forzándole a que recupere su función social, la oferta
de crédito. Pero, el que no ocurra se debe a la enorme
influencia de la banca y otros componentes del capital
financiero en las instituciones políticas y mediáticas
de España y de Europa. Así de claro.
Vicenç
Navarro
Catedrático de Políticas Públicas
Universidad Pompeu Fabra |