El Gobierno ha
abierto una amnistía fiscal durante ocho
meses de forma que las empresas y personas
que defraudaron queden en paz con el fisco
con una tasa blanda del 10% de los saldos en
cuentas opacas o del precio de los inmuebles
o acciones en que invirtieron las cantidades
ocultadas. Lo acompañó de la clásica
advertencia de aumento de sanciones,
intensificación de la lucha contra el fraude
y la declaración de que “ésta será la última
amnistía”, siguiendo el guión de las
anteriores amnistías fiscales de 1977, 1984
y 1991 y de la amnistía laboral de 2011.
Montoro
sugirió que la amnistía facilitará que
afloren 25.000 millones que, tras pagar el
10%, se invertirían en España y mejorarían
la situación económica.
Pero el gran
inconveniente es que cualquier amnistía
raya los límites del principio de igualdad
tributaria del artículo 31 de la
Constitución, supone un agravio
comparativo para los contribuyentes que
cumplen con sus obligaciones fiscales, con
tipos que llegan hasta el 52% en el IRPF,
mientras que los defraudadores podrán
saldar sus cuentas con el Fisco a precio de
saldo.
Los Técnicos
del Ministerio de Hacienda observamos que,
como primer defecto, el Gobierno
reconoce la incapacidad de la Agencia
Estatal Tributaria para luchar contra la
economía sumergida, contrapuesta a los
anuncios de potenciar la lucha contra el
fraude. De hecho, entre 1980 y 2008, la
economía sumergida se multiplicó por cuatro.
Es decir, viajaba al doble de velocidad que
la economía del país, alcanzando actualmente
unos 245.000 millones de euros sumergidos,
con un impago anual de impuestos y cuotas
sociales de unos 89.000 millones.
El segundo
defecto es que la tasa del 10% se
considera “cuota declarada”, lo que evitará
la persecución de delitos fiscales a un
precio de saldo evitando la condena penal,
pagar la cuotas defraudadas, las multas de
hasta en seis veces el importe de la cuota
descubierta, la responsabilidades civiles y
los antecedentes penales. Conviene recordar
que el 72% de la evasión tributaria proviene
del fraude realizado por las grandes
fortunas y corporaciones empresariales del
país: la amnistía propicia enjuagar los
mayores fraudes.
Para los
menores, por debajo de los 120.000 euros
impagados, el tercer defecto es que
la amnistía evitará cuotas, intereses,
recargos y sanciones. Esto será difícil de
explicar para los cientos de miles de
ciudadanos que han tenido que pagar y además
han sido sancionados.
El cuarto
defecto es que la “declaración especial
será confidencial”, lo que no impide que se
blanqueen cantidades ingentes de dinero
procedente de actividades ilícitas, como el
narcotráfico, proxenetismo, tráfico ilegal
de armas, corrupción… Es decir, se permite
al delincuente que utilice o no esa
declaración en cualquier proceso judicial
según le convenga.
El quinto
defecto es que será difícil explicar a
la opinión pública que se suban los
impuestos a los ciudadanos que ya los pagan
y se aprueben amnistías para quienes
defraudan.
Otra
carencia: la cuarta amnistía fiscal
también resultará tan ineficaz para acabar
con la economía sumergida como las tres
anteriores, y fomenta la tranquilidad de los
grandes defraudadores; saben que llegará
otra amnistía.
Finalmente, la
séptima carencia es que no exige la
repatriación de dinero o bienes situados en
paraísos fiscales.
Gestha no cree
que se alcancen los 2.500 millones
previstos. Quien tenga una fortuna oculta en
un paraíso fiscal no tiene que pagar la tasa
del 10% para invertir en España; constituirá
una sociedad opaca que realice una inversión
en el interior.