El puente de
San José saluda a los viajeros con los
carburantes más caros que nunca. Los precios
de la gasolina y el gasóleo siguen en plena
escalada. En apenas cinco días la gasolina
de 95 octanos ha subido tres céntimos por
litro. Ayer costaba de media 1,48 euros por
litro y 1,40 el gasóleo, que ha subido un
céntimo.
La
implantación del céntimo sanitario no es el
único motivo de la escalada desproporcionada
de los carburantes en Castilla y León en las
últimas semanas. Advertía anteayer el
consejero portavoz de la Junta que hay que
mirar muy bien el precio de las estaciones
de servicios, ya que hay diferencias de
hasta 17 céntimos por litro entre unas
estaciones y otras. En esta nueva guerra de
precios el que vuelve a perder es el
consumidor.
Pero no sólo
en este caso. Aprovechando que al ministro
de Industria, José Manuel Soria, le ha
explotado en las manos la sentencia del
Tribunal Supremo que anula la congelación
del recibo del último trimestre del año
pasado y le obliga a subirlo con urgencia,
la patronal eléctrica endurecía su mensaje y
pide subidas del recibo del 15% para evitar
que el déficit de tarifa de este año supere
los topes legales.
Ahora sólo
faltaba que lo que se está negando llegue a
ser verdad y se implante el copago sanitario
para terminar de convencernos de que hoy una
tendencia irresistible a hacer todo lo que
se nos había dicho que no harían. No hace
falta recordar que la universalidad y
gratuidad de los grandes servicios públicos
es el pilar que sustenta la igualdad de
oportunidades. Tal y como está la situación,
hay argumentos más que de sobra para
justificar el copago. Argumentos que, más
allá de los números, se apoyan incluso en
razones de justicia sobre aquellos que más
tienen. Pero no deberíamos desmantelar el
estado de bienestar si no queremos dañar
gravemente la cohesión social de este país
que ha sabido mantenerse en pie, incluso en
los peores momentos.