Mal haríamos
permitiendo que los políticos modelasen
nuestro sentido de la moral. Pero no podemos
negar que influyen en ella. Vaya si
influyen. Sobre todo, para mal.
Ejemplo reciente: la amnistía fiscal
promovida por el gobierno y su respuesta
en forma de campaña ciudadana: cuélate
en el metro.
Alguno no verá
relación entre una cosa y otra. A mí me
parece evidente. Y no me duele en prendas
señalar a quién debemos acusar en primer
lugar por este dislate: al Ejecutivo.
Jetas ha
habido de toda la vida: gente que no paga
las copas, el pincho o el metro. O que
excede el tiempo del cafelito. También hemos
conocido evasores y ladrones de guante
blanco. Y políticos corruptos. Hasta ahí,
nada nuevo.
Lo
que parece más difícil de digerir es que
unos tíos formados, con bagaje intelectual,
carrera política y (se supone, por integrar
un gobierno democrático) imbuidos de cierto
sentido de la moral, denuncien el
cafelito del paria cuando pocos días antes
han decretado una amnistía fiscal al chorizo
rico (entiéndase lo de chorizo y lo de
rico en el sentido menos culinario de ambos
términos). A eso se llama denunciar la paja
del ojo del prójimo mientras te cuelga del
párpado una viga catedralicia.
No se puede
pregonar la austeridad y fustigar el tiempo
del cafelito cuando apenas dos días antes se
ha consentido algo bastante más grave que
un cafelito, cuando has beneficiado
descaradamente a gente mucho más perniciosa
para España que ese empleado jeta que mira
la tele en la oficina.
Si me lee
algún político y se pregunta por la causa
del descomunal cabreo de la sociedad hacia
la clase dirigente, permítame exponerle un
ejemplo diáfano: las medidas del ministro
Montoro y las consideraciones morales,
cafelito incluido, del secretario de Estado
Antonio Beteta.
La aministía
fiscal, con todas sus ventajas de orden
práctico, también ha lanzado un misil al
sentido moral de la ciudadanía. “No
robes. Pero si robas, procura robar a lo
bestia. No sólo evitarás el castigo sino
que, al final, obtendrás un saldo positivo”.
Por lo que a
mí respecta, no tengo ninguna intención de
colarme en el metro. Tampoco pretendo que
ninguno de mis lectores secunde esa
iniciativa. Pero, qué quieren que les diga,
tampoco me extraña que haya quien razone del
siguiente modo: “vamos a pagar a estos
cabrones con su misma moneda. Vamos a usar
su mismo sistema y sus mismas leyes para
joderlos allá donde podamos”.
No encontrarán
en mí un aliado. Los que se cuelan en el
metro, no nos engañemos, nos joden a todos.
Pero si se trata de emitir un análisis
juicioso y un veredicto severo, aquí va el
mío: antes que los jetas, es culpable quien
los consiente.
O dicho de
otro modo: hay gobiernos que nos hacen a
todos un poco peores.
@martinalgarrad