De aquí a
muchos años, nuestros nietos nos
preguntarán, para un trabajo del colegio
(si no los ponen a trabajar en los telares a
los nueve años), “Abuelo, ¿cómo fue la Gran
Recesión?”.
Y, como
internet estará privatizada y gobernada con
mano de hierro por un clon de Steve Jobs,
nos tendremos que fiar de nuestra memoria. Y
probablemente explicaremos que por un lado
estaba el 99% y en el otro, gobiernos,
banqueros y, lamentablemente, los sindicatos
mayoritarios
de este país. Porque, a despecho de la buena
labor del sindicalista de a pie y de la fe
del afiliado, creo que podemos decir
tranquilamente que las cúpulas de UGT y CCOO
están de su parte. Son más de ellos que de
nosotros. ¿Pues no dicen los compañeros que
ya están, ahora sí, a puntito de llegar a un
acuerdo con la patronal? Pasmo ¿Un acuerdo
para qué? O es que acaso alguien duda que
pasado mañana, en cualquier momento, saldrá
la instrucción de algún tecnócrata diciendo
que hay que ser “más ambiciosos” o “más
estructurales” y reseteando todo lo pactado.
Entonces, a la
cara de estadista del sindicalista, le
saldrá una extraña mueca. Caramba, nos la
volvieron a pegar.
Tenemos a
nuestros camaradas del sindicato embebidos
en la lógica del náufrago. Cualquier cosa es
bienvenida en estos tiempos “excepcionales”
como insisten en decirnos. En la balsa,
nuestra micción es una caipirinha y una
gaviota un entrecot.
Cualquier
detallito del patrón es agradecido, que no
están los tiempos para ir despreciando los
favores. Y así, nuestros probos padres
sindicalistas salen de la negociación
felices como los protas de una novela de
Dickens: ¡Mirad que migajas más ricas me han
dado!
Lo ha dicho
todo el mundo y por eso es necesario
repetirlo. España necesita ya un nuevo
sindicalismo. Sindicalismo de masas y de
clase con migrantes, autónomos, precarios,
trabajadoras sumergidas y estudiantes. Uno
que proteja a la gente con trabajo estable
pero que muerda por la masa laboral que vive
sin él. Que vuelva a ser solidario e
internacionalista. Que no acepte el
realismo, su realismo.
“Fueron
moderados, fueron responsables” esa será la
maldición que lanzarán a la cúpula los
trabajadores del futuro, por no haber
peleado ahora lo que mañana será imposible.
Nos quitan los festivos, los puentes y
encima ni nos convocan a la huelga general,
que al menos nos daría el aire. ¿Qué es
esto, un país o una galera? compañero Toxo,
camarada Méndez.
¿Qué seremos,
trabajadores o siervos? Es para cuando lo
pregunte mi nieto. |