Ha sido en fecha
memorable, el día de los Santos Inocentes. Y de verdad
que el objetivo ha sido cumplido. Se nos anuncia la
genuflexión ante los deseos de la patronal, la única
beneficiada, con el zarpazo dado al Salario Mínimo
Interprofesional, 641’04 euros congelados. El SMI,
justo por lo que significa, jamás había sido congelado
en todos los años de democracia. Los más débiles;
nuevamente el hachazo a las mismas cabezas. ¿Y para qué?
Ningún beneficio apreciable en la famosa reducción
‘mariana’ del déficit. Sólo el placer sádico del que
algunos pueden gozar al saberse dueños y señores de
esclavos. Buena manera de comenzar a degustar la
felicidad que Rajoy prometió en campaña.
Una taza más de cinismo
son las declaraciones de la ministra Fátima acerca de
que no se van a implantar los ‘minijobs’ -con lo
bien que suena la palabreja-, porque ya están
promulgados. Y mensajes de alivio al anunciar el
incremento de los mismos por los ‘indudables’ acuerdos
entre la patronal y los sindicatos para alcanzar la tan
esperada y deseada ‘Reforma del mercado laboral’. Una
auténtica gozada.
Frente a esta noticia,
propia del día en que se ha hecho pública, tenemos la de
la extremada benevolencia de Su Majestad, que ha tenido
a bien hacer público el desglose de los ingresos que
entre todos los españoles le obsequiamos. La verdad es
que a muchos nos ha quedado buena dosis de confusión,
pues son tantos los detalles que no se aclaran que la
tan esperada noticia ha dejado de serlo. Quizá nos
tranquiliza saber que de nuestro dinero no ha ido
directamente nada a los yernos, ni al de los fulares y
las pashminas ni al genial mago, que sin hacer el
numerito prometido, recibe generosas muestras
crematísticas de agradecimiento.
Cierto es que algunas
cosas han despertado nuestra preocupación. ¿Por qué se
dice el dinero que el Rey y el Príncipe ‘ganan’?
Ganar un sueldo se suele asociar a un trabajo realizado
o bien a la suerte de los juegos de azar. En esta España
de crisis profunda quizá habría que matizar
exquisitamente el léxico para cuestiones de este tipo;
seguro que demasiadas sensibilidades no se sentirían
dañadas. Otra cuestión que llama también la atención es
comprobar que sólo los varones ‘reales’ tienen
derecho a ‘ganar’ un sueldo. No sucede lo mismo con
las mujeres, a las que Su Majestad destina
voluntariamente una determinada cantidad para ‘gastos de
representación’. Excelente es la cultura machista que se
desprende de lo anterior, aunque la ‘Ley sálica’
referente a la sucesión es muestra palmaria de la
desigualdad de sexos en cuanto a derechos.
Bien es verdad que tampoco
es de interés especial señalar tales cosas, pues quizá
lo más importante es que el poder resida no en la
herencia sino en la voluntad del pueblo soberano
expresada democráticamente.
Otra ‘inocentada’ es la
mismita ministra Mato, la que no distinguía un jaguar
gürteliano en su ‘entorno familiar’, y que confunde
intencionadamente la violencia machista -en los dos
últimos casos, asesinato- con la violencia en ‘el
entorno familiar’, (quizá se refiera al jaguar
felino). También es verdad que la misma Mato trabucó una
clase de teatro infantil sentados en corro los niños en
el suelo con que en Andalucía los alumnos daban sus
clases en el suelo porque no tenían ni pupitres. Es para
‘quitarse el cráneo’ ante una mente tan
despampanantemente lúcida.
La felicidad que Rajoy
prometió ya ha comenzado. Pero no son más que
pinceladas; el climax vendrá a finales de marzo, después
de la conquista andaluza.
Es triste, pero la
bancarrota ética está servida.
María
Dolores Amorós
Catedrática de Lengua Española |