Lo más indignante de la
enorme crisis que está sufriendo la Eurozona es que todo
lo que ocurre podría haberse evitado, y no se ha evitado
porque el sistema financiero de tal área monetaria se
diseñó para optimizar los intereses del poder financiero
–y muy en especial de la banca- a costa del poder de la
ciudadanía, cuyo único instrumento que podía
protegerles, el Estado, fue debilitado para impedir que
pudiera ayudar a la población. Si el lector cree que
estoy equivocado, le aconsejo que lea los documentos que
establecieron el Banco Central Europeo (BCE), que
estudie la reglamentación de tal organismo y que mire
los documentos producidos por tal institución.
Cuando el BCE se
estableció, la banca alemana puso una serie de
condiciones para que el marco alemán fuera sustituido
por el euro, condiciones que favorecieron sus intereses
a costa de la población de los países miembros de la
Eurozona. La mayoría de estas condiciones fueron
aceptadas. Una de ellas era que el BCE, en contra de lo
que hacen los bancos centrales, no podía ayudar a los
Estados miembros de la Eurozona comprándoles su deuda
pública. Esto es lo que hace cualquier banco central
cuando la deuda pública de su país está sujeta a los
ataques de los mercados financieros especulativos. El
banco central imprime dinero y compra deuda pública de
su Estado. Y con ello se fuerza que los intereses de la
deuda bajen.
El BCE tiene prohibido
hacer esto. Imprime dinero y se lo transfiere a los
bancos para que sean ellos los que compren deuda
pública. A éstos les interesa que los intereses de tal
deuda pública sean elevados. Y mientras tanto, los
Estados están totalmente desprotegidos, ya que no pueden
defender su deuda pública frente a los ataques
especulativos. Y así ha ido ocurriendo país tras país.
No hay país que tenga su deuda pública a salvo. Ni
siquiera Alemania, como estamos viendo estos días. La
manera de construir el euro es equivalente a que en EEUU
se hubiera establecido el dólar sin un Estado federal y
sin un banco central. El dólar y la deuda pública de los
Estados se hubieran colapsado. Y esto es lo que está
ocurriendo en la Eurozona. Éste es el primer problema,
que podía haberse evitado si el BCE hubiera actuado como
un banco central que, en contra de lo que anuncia su
nombre, no lo es.
El segundo problema es que
cuando lo ha hecho, forzado por el posible colapso de la
deuda pública (que habría afectado negativamente a los
bancos privados que poseen la deuda pública del Estado,
en dificultades), lo ha hecho en cantidades muy menores
y a posteriori, no a priori. Es decir, no se ha
comunicado a los mercados que el BCE ayudaría y apoyaría
la deuda pública (tal como hace el banco central
estadounidense, el Federal Reserve Board), sino que ha
comprado la deuda pública de los países en dificultades
(ahora España e Italia) después, y no antes, de que los
intereses se disparasen, conllevando un coste
elevadísimo al país. Es más, lo hace sin anunciarlo, y a
posteriori.
Según las declaraciones de
miembros del consejo directivo del BCE, esta
organización se ha comprometido a comprar deuda pública,
unos 20.000 millones de euros a la semana, una cantidad
menor, en comparación con la cantidad que sería
necesaria. El BCE, que es el que imprime moneda, podría
comprar cantidades mucho mayores. El que no lo haga es
debido a que su mayor objetivo es el objetivo de la
banca: que no aumente la inflación, pues si existe mucha
moneda circulando podría aumentar la inflación. Pero la
inflación no es en este momento un problema mayor en la
Eurozona. El mayor problema es el bajo crecimiento
económico. Pero el BCE da prioridad al control de la
inflación (que es lo que desea la banca) sobre el
crecimiento económico (que es lo que necesita la
población).
Pero la aplicación de
tales medidas excepcionales del BCE (la compra
silenciosa de la deuda pública en cantidades menores) no
está resolviendo la situación. Y mientras, el posible
colapso de la deuda pública de algunos países puede
crear un colapso de la banca alemana y francesa (que
tienen gran parte de los bonos públicos) e
indirectamente de toda la banca europea internacional.
Los bancos alemanes y franceses poseen nada menos que
265.000 millones de euros de deuda pública. De ahí que
la deuda pública de tales países no puede colapsarse. Y
de ahí también que sea un absurdo creerse que el
gobierno alemán intente expulsar a Grecia del euro. Es
lo último que desea.
Como consecuencia, el BCE
se encuentra en un dilema. Su lealtad a la banca alemana
le hace pensar que algo debe hacerse para impedir que
Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia no puedan
pagar a los bancos lo que les deben, que ha alcanzado
niveles astronómicos. Pero por otra parte, no quiere
cambiar su norma de que el BCE no puede ayudar
sistemáticamente a los Estados y a su deuda pública. La
solución a este dilema ya estaba proveída en su
constitución. En su artículo 23 indica que el BCE puede
prestar a instituciones internacionales (léase el Fondo
Monetario Internacional, otro portavoz de la banca, FMI)
lo que llama “ayuda” a los Estados de países terceros. Y
esto es lo que está pensando hacer. El BCE prestará
dinero al FMI para que éste “ayude” a los Estados a que
paguen a los bancos, siempre y cuando estos Estados
acepten condiciones leoninas, que consisten en un ataque
frontal al mundo del trabajo y a la protección social
(todo ello, en teoría, para aumentar la competitividad),
aunque en la práctica su intento es desmantelar las
transferencias públicas (como las pensiones) y los
servicios públicos (como la sanidad) para privatizarlos,
permitiendo la entrada del capital financiero en tales
sectores.
Lo que está ocurriendo
en España, con la reducción del gasto social en sanidad,
educación y pensiones (entre otros), es el intento de
expandir el sector privado en pensiones y sanidad. En
estos dos últimos sectores, por ejemplo, las
aseguradoras privadas, dependientes de la banca, está
beneficiándose de los recortes realizados en estos
ámbitos. Esta es la realidad ignorada en los medios de
mayor difusión del país.
Vicenç
Navarro
Catedrático de Políticas Públicas
Universidad Pompeu Fabra |