El PP ha empezado a enseñar la patita. Al fin y al cabo este fin de semana se concretará formalmente la victoria de Mariano Rajoy, que tras las celebraciones en el balcón de la calle Génova al grito de ¡presidente, presidente! y el ondear de gaviotas, tendrá que ponerse manos a la obra. Ya no le valdrá recitar la letanía de que quiere un gobierno fuerte que genere confianza; una perogrullada, porque estaría bueno que aspirase a un ejecutivo de chichinabo que asuste a los ciudadanos.
Con la que está cayendo (la prima de riesgo ha rozado esta semana los 500 puntos básicos, que nos obliga a pagar más intereses para que nos presten dinero) supongo que pasará de puntillas por el previsible “las cuentas del Estado están peor de lo que esperábamos” y diga de una vez lo que piensa hacer. El cuento de que su sola llegada al poder va a generar confianza (otra de las palabras más gastadas durante la campaña electoral), que por sí solaactivará la economía y con ello la creación de puestos de trabajo, que permitirán a la gente ganar dinero y consumir solo se lo creen sus hooligans.
Que se lo diga a los mercados, que en Grecia e Italia han impuesto dos gobiernos de tecnócratas que se han pasado por la entrepierna la soberanía popular. Sus presidentes no han sido elegidos en las urnas, y en Italia no hay ni un solo político en el gabinete de Mario Monti. Eso no es democracia. Cualquier gobierno puede incorporar a los expertos económicos que considere oportunos a sus equipos de gestión, sin necesidad de que los mercados impongan a exdirectivos de las agencias de calificación o del Banco Central Europeo (BCE) para que resuelvan los problemas.
Rajoy no va a tener margen de maniobra, y sus medidas de ajuste serán las que le ordenen; como le ocurriría a Rubalcaba si fuese el vencedor. Los mercados solo entienden de dinero, y éste no sabe de siglas políticas.
La palabra mágica es austeridad. El presidente in pectore Rajoy ha explicado esta semana en varios medio de comunicación que va a recortar todas las partidas presupuestarias menos la de las pensiones (se incrementarán con el IPC), y su colaboradora de cabecera, María Dolores de Cospedal, nos ha dicho que cuando nos enteremos de la que nos preparan nos vamos a echar a la calle con las pancartas. Aún tengo la carne de gallina.
Algunas medidas, pocas, las han enunciado de refilón. De momento, que se preparen los funcionarios, porque van a ser los primero. Los puestos de trabajo de quienes se jubilen o pasen a mejor vida se van a amortizar, y como la Administración Pública tiene muchos michelines le van a aplicar la dieta Dunkan para que adelgace desprendiéndose de los interinos. Lo que ha hecho Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid con la Sanidad y la Educación (atención en este capítulo a las becas y a las tasas universitarias).
El ajuste en la Administración va a crear más paro, pero como el milagro de los panes y los peces, los 30.000 millones de euros que el Estado va a pagar este año en prestaciones por desempleo van a descender en 2012. ¿Cómo? Rajoy argumenta que muchos trabajadores están a punto de agotar el momio del paro y se van a tener que buscar la vida como puedan. El problema es que cuando a la gente se la lleva a una situación extrema su reacción es imprevisible. Pero bueno, de momento nos ahorramos una pasta, que es de lo que se trata.
Más austeridad: copago en Sanidad vía medicamentos (la Seguridad Sociedad subvenciona ahora el 60% del coste de las medicinas y el 100% a los pensionistas) o por las visitas al médico, como las sociedades privadas. Lo dijo clarito el presidente de la CEOE, Juan Rosell: la gente va demasiado al médico y eso no puede ser.
Esperanza Aguirre, perdón por la redundancia, ha dicho que eso de que los pensionistas no paguen las medicinas se va a acabar, que algunos cobran mucho (solo lo que les corresponde por el tiempo trabajado y su base de cotización) y tienen que pasar por ventanilla. La medida es redonda, porque no solo no gastamos, sino que además recaudamos. La gente mayor es muy cara, y al gasto sanitario hay que sumar el que se deriva de la Ley de Dependencia, para la que el PP dice que no hay dinero. Veremos en qué se concreta.
De impuestos para aumentar los ingresos del Estado, nada de nada. Rajoy dice que no va a tocar ninguno salvo las bonificaciones a emprendedores y autónomos para que creen puestos de trabajo. No va a subir el IVA (el menos progresivo de todos, porque paga lo mismo Botín que su mucama), ni el impuesto de sociedades, ni va a crear un impuesto para las grandes fortunas ni para la banca, y va a suprimir el de patrimonio que acaba de recuperar Zapatero.
La resignación y el miedo tienen un límite, y cuando la gente ya no tenga nada que perder se echará a la calle para recuperar, si no sus derechos, al menos su dignidad. No han tenido bastante con apretarnos el cinturón y ahora quieren bajarnos los pantalones.
Hasta el próximo sábado.