Sonará a música lejana el canto a favor de la enseñanza pública, el concebirla como un espacio público real, donde los seres humanos se juntan, viven y se relacionan entre ellos de forma parecida a como lo hacen en la vida fuera de las aulas. Es el único espacio controlable que nos queda para socializar a los más jóvenes como ciudadanos diversos, también desiguales, donde se aprende junto a otros las obligaciones de la ciudadanía y el respeto a los derechos de todos.
¿Quién
se atreve a proponer estas sutilezas
cuando al tratar de educación se
habla de ranking entre centros,
búsqueda de la excelencia, de
competitividad, mercado laboral…
que suele acabar conformando una
pedagogía conservadora más favorable
a los privilegiados? El lenguaje
sobre la educación que transmiten
las Administraciones (en muchos
casos sin distinción), la clase
política, los propios educadores,
los medios de comunicación y los
"expertos" ha empobrecido el enfoque
de los grandes retos de la
educación. No es raro oír decir a
profesores o a algunos de sus
representantes: "Para nosotros la
enseñanza; para los padres, la
educación". Es un ejemplo de un
planteamiento educativo empobrecido.
¿Cómo entender la educación pública
como una base para asentar una
democracia más participativa donde
padres y madres, la sociedad en
general, colaboren, si los centros
no traban estrechas relaciones con
su entorno social?
Reducir la imagen de la vida social
en los centros a los problemas de
indisciplina, buscando la
restauración de la autoridad por
medio de medidas legales, poco puede
favorecer la percepción positiva de
los centros públicos, que es donde
tienen lugar con más frecuencia los
problemas.
Restableceremos la justicia de tener
una mejor imagen de la enseñanza
pública si recordamos que los
mejores resultados en la evaluación
que hace PISA los logran países con
los más altos porcentajes de
enseñanza pública. A la vez, es
incontestable el hecho de que
España, siendo un país en el que no
se obtienen buenos resultados, es el
segundo que más enseñanza privada
tiene en los niveles no
universitarios. Saquemos, pues, las
consecuencias.
Quizá no estarán informados los
votantes del conflicto profundo que
se ha producido en Chile, años
después de haber tomado las más
radicales medidas neoliberales que
privatizaron y municipalizaron la
educación hasta extremos no vistos
en parte alguna. Por un
doctrinarismo privatizador el Estado
cedió una función básica cuya
reivindicación ahora tiene
acorralado a su gobierno
No se toman en consideración las
reiteradas demostraciones de que,
cuando en la enseñanza privada los
estudiantes obtienen mejores
resultados, dicha ventaja desaparece
si se resta el efecto positivo sobre
los mismos producido por el nivel
sociocultural más alto de los padres
y madres que llevan a sus hijos a la
enseñanza privada.
¿Por qué no indigna al ciudadano de
Madrid o Valencia (dos comunidades
autónomas gobernadas desde hace
tiempo por el PP) que hayan tomado
la privatización como la única
bandera y ahora muestren un alto
índice de fracaso escolar, aceptando
como normal la vida escolar en
barracones (en el caso de Valencia)?
Poco le dice a la opinión pública,
insuficientemente informada al
respecto, el que la ratio alumnos
por profesor o el número de alumnos
por aula sea más alto en la
enseñanza privada, que en esta sus
profesores reciben salarios más
bajos y tienen peores condiciones de
trabajo que los de la pública o que
la dotación de nuevas tecnologías
está por debajo de la pública. ¿No
deberían reflejarse estas ventajas
en la imagen del sector público? La
defensa de este último debería
atender al análisis de las prácticas
reales, demostrando con hechos la
vigencia de los principios que dan
sentido a la educación pública.
¿Qué puede importar el que en la
enseñanza pública pueden encontrar
un puesto escolar los hijos de la
inmigración cuando ellos no votan y
otros muchos del lugar desearían no
tener que plantearse, siquiera, ese
problema?
En definitiva, si todas las familia
tienen asegurado un puesto escolar
gratuito para sus hijos e hijas,
¿cómo argumentarles la importancia
social, política y cultural del
proyecto educativo que significa la
educación pública?
Una sociedad instalada en la cultura
de las "burbujas" (pues las hay de
muchos tipos), que cree todavía en
el valor de la educación, no se
movilizará mucho por el sector
público, cuyo acceso ya es gratuito,
si la oferta no es más explícita. Se
querrán además otras cosas. Aparte
de la dotación de medios, la
educación pública deberá mostrar en
su funcionamiento su valor moral,
democrático, solidario y cultural;
aquello que -se dice- la distingue,
orientando las actuaciones políticas
educativas (incluidas las
presupuestarias), el funcionamiento
de los centros y las funciones y
tareas del profesorado. Estos
valores no solo se logran al poder
estar todos, sino, muy
fundamentalmente, en lo que a partir
de ahí ocurra dentro del sistema
público.