Además de que salimos de
trabajar una o dos horas más tarde que el resto de los
europeos (nosotros a las 19h de media y ellos entre las
17 y las 18h), nuestros horarios en general, no sólo los
laborales, parecen peculiares. Y, si los visualizamos
todos a la vez (laborales, escolares, comerciales,
etc.), están entre ellos muy desencajados.
En nuestras jornadas de
trabajo, o bien tenemos tiempos extensos a la hora de
comer que pueden llegar a las dos horas o más, o bien
hacemos jornada completa. La primera situación obliga a
terminar de trabajar a las tantas, la segunda a comer
cuando ya casi es media tarde. Un hecho curioso lo de la
jornada completa, mucho más extendida en España que en
otros países y que se popularizó durante la posguerra,
cuando un trabajo no era suficiente para subsistir y se
tenían que encadenar dos o incluso tres jornadas
laborales. Esa acumulación de trabajos con sueldos
miserables fue posible compactando las jornadas para
duplicarlas, lo que obligó a retrasar la hora de comer y
cenar. Antes de la guerra, nuestros horarios de trabajo
eran mucho más europeos: comíamos sobre las 13h y
cenábamos sobre las 20h.
Además, también somos uno
de los países donde los niños pasan más horas en los
colegios a pesar de que muchos estudios indican que
jornadas escolares más largas no suponen más nivel
educativo. El ejemplo es Finlandia, donde alcanzan una
de las cotas de conocimiento más elevadas del mundo y
sus tiempos de permanencia en la escuela están en la
franja baja dentro del marco europeo. Además, nuestros
horarios escolares no permiten en muchos casos armonizar
las agendas de los padres con las de sus hijos, lo que
supone articular toda una red familiar, especialmente
los abuelos, para el simple menester de llevar y recoger
a los chicos de la escuela.
A todo ello tenemos que
sumarle los horarios comerciales. En este mundo
ultraliberal en que nos movemos, parece que lo más
razonable sea no tener ningún horario, que cada uno abra
y cierre cuando quiera, sin ningún día de descanso. Así
lo ha expresado la presidenta de Madrid. Y, si la
armonización autonómica que propone el PP sigue
adelante, igual este será el modelo que se querrá
implantar en el resto de comunidades en aras de la
homogenización y la libertad.