Un reciente informe
de la Fundación Gaspar Casal y la Universidad IE pone de
manifiesto datos relevantes en relación con la
transferencia de conocimiento desde la universidad al
sistema productivo español.
El informe analiza la
actividad emprendedora en el sector biotecnológico de
salud humana, así como las circunstancias en las que se
desarrolla. Estudiando la promoción de empresas de este
subsector en tiempos recientes, se obtiene un dato
fundamental sobre el origen de los proyectos que dieron
lugar a esas empresas. El 42,3% tuvieron como origen un
proyecto empresarial generado en la universidad: se
trata de los llamados spin-off universitarios. Es el
porcentaje más alto, a gran distancia del resto; el
22,5% se originaron de forma independiente, mientras que
sólo el 19,6% derivó de algún parque científico y un
4,2% de proyectos de otras entidades públicas.
El informe se refiere
también a las circunstancias para emprender en nuestro
entorno. Se trata de empresas que abarcan una gama
amplia de actividades en la llamada biotecnología roja.
Desde la creación y producción de nuevas moléculas
terapéuticas, hasta los procedimientos y servicios
diagnósticos para la medicina personalizada, la
instrumentación o el desarrollo de proyectos de I+D. El
sector biotecnológico estadounidense tiene una
envergadura muy superior al europeo. Y si nos referimos
específicamente a España, el desfase es aún mayor, pero
se trata de un territorio de actividad identificado como
muy accesible para nuestras posibilidades. Además, la
investigación biomédica que sirve de base al desarrollo
biotecnológico para la salud alcanza una intensidad y un
nivel importantes en nuestro país. Hace falta
rentabilizarlo mucho más, para bien de nuestra actividad
industrial.
Investigación
universitaria
Pero las cifras señaladas
merecen algún comentario sobre el futuro del
emprendimiento de base tecnológica en España. Pocas
dudas hay de que en la universidades públicas españolas
(en las que se lleva a cabo la practica totalidad de la
investigación universitaria) surge la mayor parte del
conocimiento básico creado en nuestro país. Las
estadísticas son indiscutibles: en concreto, la
universidad aporta más de dos tercios de la producción
científica española. La cifra resulta relevante, pues
una de las funciones de la actividad investigadora debe
ser contribuir a la formación como tarea esencial de las
instituciones de educación superior. Sin embargo, ni la
imagen de nuestra universidad que se propaga en algunos
medios, ni las medidas de gobierno que la Administración
pública viene tomando, se corresponden con lo necesario
para potenciar tanto la investigación universitaria como
la tarea de emprender.
En efecto, el que, al
menos en el subsector biotech-salud, casi la mitad de
los proyectos empresariales que han tenido éxito surja
de la universidad pública, sorprenderá a muchos. A
aquellos que tienen una imagen de la universidad pública
como algo bastante apartado de las necesidades sociales.
La universidad española es, en efecto, un mosaico, por
lo que esa visión puede coincidir con la realidad en lo
referente a ciertos sectores universitarios, pero en
absoluto representa a totalidad. De lo que no cabe duda
es que las políticas universitarias en los últimos
tiempos, desgraciadamente, nada han aportado a la mejora
de la universidad pública ni a la potenciación de su
papel al servicio de la sociedad española.
Termina una legislatura
perdida para el avance de la universidad, entre bandazos
organizativos y medidas pretendidamente llamativas, pero
sin contenido económico relevante. Mientras tanto,
arrecia la crisis económica reduciendo notablemente la
financiación de la universidad pública. Se inició el
presente período legislativo con la creación de un
Ministerio de Ciencia e Innovación, al que se adscribía
la política universitaria. Pero, en sólo un año y sin la
menor explicación de la razones para tomar la decisión,
al Ministerio de Ciencia e Innovación le fue amputada la
política universitaria, retornando al de Educación. Ello
se corresponde con una falta de medidas de estímulo a la
calidad de la labor docente e investigadora.
El programa llamado de
“campus de excelencia”, cuya puesta en funcionamiento ha
tardado años, apenas representa una mínima financiación
en forma de préstamos, cuya devolución ya gravita sobre
el presupuesto de las universidades y las comunidades
autónomas que las sostienen.
Las conclusiones son
claras, tras tantos años perdidos, la próxima
legislatura, que se configurará tras el 20N, debe tener
la potenciación de la universidad, en especial en su
faceta de creación y transferencia de conocimiento, como
una de sus prioridades. Hay evidencias del potencial de
muchos grupos universitarios, como pone de manifiesto el
informe sobre emprendimiento en biotecnología que
comentamos. Pero no cabe perder de vista algunos datos
preocupantes, debido a que la mejor creatividad de
nuestros grupos universitarios queda ahogada en un
sistema de gobierno que fomenta intereses muy lejanos a
los objetivos de la universidad. Esa reforma de la
gobernanza universitaria es una de las recomendaciones
de un grupo de expertos consultado por el Ministerio de
Educación. Ahí queda como una tarea pendiente más para
los próximos años si queremos potenciar la universidad y
proyección en el sistema productivo y el desarrollo
económico.