Primero fue Portugal.
El presidente del Eurogrupo lo dejó bien claro: gobierne
quien gobierne Portugal, las políticas que aplique
tendrán que ser las mismas. Llegará un momento en que,
con esos planteamientos, algunos dirigentes europeos
terminarán por ver los procesos electorales como un
gasto inútil e innecesario.
Después fue España,
nada menos que una reforma constitucional motivada por
el deseo de calmar a los mercados. Pero los mercados no
se han calmado: de hecho ni siquiera sabían que España
tuviera algo tan extravagante como una Constitución
democrática (debemos recordar que muchos especuladores
financieros proceden de regímenes autoritarios, lo que
explica muchas cosas). Buena prueba de ello la hemos
tenido menos de un mes después de entrar en vigor la
reforma, cuando una agencia de calificación bajó la nota
de “la República de España”.
Ahora viene Grecia
(Italia no cuenta: sigue bajo el reinado de
Berlusconi y, por tanto, fuera del tiempo y de la
historia). La convocatoria de referéndum ha despertado
los instintos más bajos de los mercados. Pero también
los de los líderes “democráticos” europeos. Por ejemplo,
los de Sarkozy, que ha declarado: “Aunque es legítimo
dar la palabra al pueblo, el plan de rescate financiero
de la eurozona para Grecia es la única vía posible para
resolver el problema de la deuda griega”. La misma
paradoja de siempre: podéis elegir gobiernos o votar en
procesos refrendatarios, pero ya sabéis que sólo hay un
camino, que además está decidido de antemano.
En sentido similar, de
rechazo al referéndum, se ha manifestado nuestro
Gobierno a través de su portavoz, que ha indicado que
“es una mala noticia para España y para Europa”. Quizás
en términos económicos lo sea. Desde una perspectiva
constitucional, sin embargo, es un soplo de aire fresco
para una democracia que se ahoga. Por eso, al presidente
del Eurogrupo, que ha declarado que un rechazo al
segundo rescate en el referéndum podría suponer la
“quiebra” de Grecia, habría que responderle que el
referéndum griego quizás no contribuya a evitar la
quiebra económica de ese país pero, al menos,
contribuirá a evitar la quiebra de la democracia.