Como denuncia el presidente de la Junta
de Personal Docente de Educación de
León, Javier Ampudia, los recortes en
educación no sólo afectan a las
provincias madrileña, castellano
manchega o gallega, sino que Castilla y
León y, más concretamente León, también
se ha visto perjudicada, a pesar de que
la consejería de Educación de la Junta
no lo quiera admitir, haciéndolo de
manera encubierta o solapada, pero que
se traduce en el recorte de 400
interinos en los últimos años o en la
eliminación de cursos de diversificación
curricular.
Este afán de recorte en la educación
pública responde a una estrategia
política que ya se ha ensayado en
diferentes países, donde las políticas
de ajuste estructural impuestas por el
Fondo Monetario Internacional han
producido un progresivo desmantelamiento
de la educación pública y un auge
simultáneo del negocio privado de la
educación.
Estas políticas educativas de recortes y
privatización de la educación pública
responden a la aplicación de la doctrina
neoliberal a la educación. El
capitalismo persigue el beneficio, éste
es su objetivo principal. Por ello
necesita crecer continuamente y obtener
más beneficio. Se ha extendido por todo
el globo y por todos los ámbitos del
planeta, convirtiendo en negocio todos
los aspectos de la vida. Pero quedaban
las empresas de propiedad pública y,
sobre todo, los servicios sociales que
proporciona el Estado. Para el capital
financiero la educación mundial
representa el último gran mercado, un
fabuloso tesoro que se cifra en 2
billones de dólares al año según la
Unesco y éste es un «suculento pastel»
al que no está dispuesto a renunciar.
Este nuevo mercado no se asalta
inmediatamente, sino que se ha generado
un proceso sutil y progresivo que va
adquiriendo pequeñas partes del pastel y
del sentido común, convenciendo y
avanzando, poco a poco, coordinando
acciones y discursos.
Los organismos internacionales,
especialmente la OMC, encargados de
imponer la liberalización y la
privatización de los servicios públicos,
proponen un «movimiento de abandono de
la financiación pública en beneficio de
una mayor respuesta al mercado, junto
con una mayor apertura hacia mecanismos
alternativos de financiación». Los
organismos internacionales de menor
rango, como la Ocde, emiten «informes de
expertos y expertas» que consagran esta
doctrina en forma de «recomendaciones»,
presionados por los lobbies patronales
del sector. Los gobiernos nacionales se
amparan en estos «informes técnicos
neutros» para demostrar que sería un
error llevar a cabo una política
respetuosa de preservación de los
servicios públicos. E incluso, se
argumenta, si se decidiera no seguir sus
recomendaciones, los demás países sí que
lo harían y se perdería
«competitividad», palabra mágica donde
las haya. Los gobiernos socialdemócratas
europeos se han vuelto especialistas en
dar la impresión de querer resistir en
un primer momento las exhortaciones de
la Ocde para ir aplicándolas más tarde
con cuentagotas. Después de haber
anunciado que se está luchando contra el
fin del mundo, reducir el riesgo a una
simple catástrofe puede considerarse
fácilmente como un progreso.
El Reino Unido se ha hecho especialista
en la privatización de escuelas
públicas: empresas vinculadas a la venta
y fabricación de armamento, como Serco,
se han hecho cargo de la gestión de
escuelas en Inglaterra, así como la
gestión de la inspección educativa y de
la formación del profesorado. Todo
centro público que tarde en alcanzar los
estándares fijados por el gobierno es,
pura y simplemente, vendido; se cambia
la dirección y si los malos resultados
persisten, se cambia todo el profesorado
y el centro empieza desde cero con
gestión privada. En Francia, el gupo
Educinvest gestiona ya 250 escuelas
privadas y realiza un volumen de negocio
anual de más de 130 millones de euros.
La Reforma Moratti en Italia, comenzó
suprimiendo el término «público» en el
nombre del ministerio, entregando una
prima a cualquier familia que optara por
la escuela privada, favoreciendo la
competitividad entre centros y su
privatización, y promocionando la
búsqueda de sponsors que patrocinaran
económicamente las escuelas. La
posterior reforma Gelmini, recortó el
gasto educativo, bajó la educación
obligatoria de los 16 años a los 14,
privatizó los consejos de administración
de los institutos y transfiere recursos
públicos a manos privadas a través de
cheques canjeables por educación.
En Chile, con la reforma del año 1980,
la educación pasó a constituir un campo
más de posibilidades de inversión
privada y expansión del libre mercado,
en donde el Estado literalmente dejó de
preocuparse por el proceso educativo,
asumiendo sólo una función de carácter
subsidiaria, al igual que Colombia o
México. Este modelo quedó consolidado
con la Ley Orgánica Constitucional de
Enseñanza (Loce), de la dictadura de
Pinochet, que redujo la aportación
estatal a los centros públicos y limitó
la responsabilidad del Estado solo a
garantizar la gratuidad en la educación
primaria. De hecho, el sistema de
educación pública, en manos de la
administración municipal, está en un
proceso progresivo de destrucción (la
denominada «educación de los pobres» y
último vestigio de la educación
pública). Y en la educación superior
rige el principio de que «si no te
endeudas, en Chile no estudias». De ahí
las movilizaciones en Chile contra el
Gobierno del multimillonario conservador
Sebastián Piñera para exigir mejor
calidad y la gratuidad de la educación.
El resultado de estas políticas ha sido
desastroso en todo el mundo: incremento
de las tasas de analfabetismo, aumento
de la segregación social, unos enormes
índices de abandono escolar y un aumento
de la desigualdad social. Este parece
ser el camino emprendido con las
actuales medidas de recortes
presupuestarios en educación que ya ha
comenzado en nuestra comunidad, pero lo
más grave está por venir, por eso la
Junta no quiere dar a conocer los
presupuestos para el 2012 hasta después
del 20N.
Está claro que detrás de estas medidas
hay una estrategia política clara:
degradar y empeorar la calidad del
sistema público educativo, de tal forma
que las familias se vean obligadas a
pagar en centros privados la educación
de sus hijos e hijas, convirtiendo la
educación en un negocio. El ataque es a
la igualdad, a que todos y todas tengan
las mismas oportunidades educativas. Los
recortes se justifican como medidas de
ahorro, pero hay una decisión política e
ideológica cuando se han vuelto a
destinar recientemente 17.657 millones
de euros para «salvar» a los bancos y
cajas. El problema no es la crisis, ni
que no haya dinero: son las prioridades
de gasto, en qué se está gastando el
dinero de nuestros impuestos.