Muy
mal tienen que estar las cosas para
que hasta José María Maravall abogue
por la desaparición de los centros
privados concertados. Maravall es el
artífice de la LODE, que consolidó
en España este tipo de colegios,
aunque sometidos a unas condiciones
(no seleccionar alumnos, no exigir a
los padres pagos extra) que,
obviamente, no cumplen. Es por eso
que el exministro socialista piensa
ahora en voz alta que sólo debería
haber centros públicos y privados
puros.
A estas alturas, parece evidente que
no se puede pretender suprimir la
iniciativa privada en ciertos
ámbitos. El fracaso histórico del
comunismo de tipo soviético (y
“fracaso” aquí no es una opinión: es
un hecho) se debió precisamente a la
ilusoria creencia de que la gente
trabajaría con igual ímpetu para el
Estado que en favor de su propio
beneficio. Pero si lo público tiene
un sentido, incluso en sociedades
sometidas a las reglas del
capitalismo, es precisamente en la
Educación o la Sanidad. Es
completamente ilógico que los
valores que debe compartir la
ciudadanía de un estado democrático
–los valores que se enseñan en la
escuela- se vean sometidos al albur
de morales privadas de iglesias,
sectas u otros grupúsculos
informados por creencias
particulares.
La gran batalla que se avecina es
esa. Y esos padres que llevaron a
sus hijos a la escuela concertada
para evitar a los inmigrantes en las
aulas, o a los discapacitados o
simplemente a los pobres se van a
encontrar ahora con que sus hijos
salen de ella como perfectos
individuos asociales. ¿Era eso lo
que pretendían?