Nos hemos
acostumbrado a escuchar una y otra vez
términos como crisis, austeridad,
recortes. Palabras repetidas y
reiteradas hasta la saciedad. De tal
forma que han ido calando en nuestro
imaginario colectivo y nos han
acostumbrado a asumir una visión de la
realidad que damos por sentada. Una
visión que se torna incuestionable a
fuerza de repetirse una y otra vez.
Pero si somos capaces por un momento de
salirnos de este espejismo y mirar la
realidad con una cierta objetividad, nos
daremos cuenta que no hay tal crisis. Lo
que hay es un saqueo organizado y
consentido por los gobernantes de
nuestro país y de Europa. El dinero es
como la energía: ni se destruye, ni
desaparece, sólo se cambia de bolsillos.
No es que ahora no haya dinero, no es
que haya menos riquezas ahora que hace
cinco años, es que unos insaciables y
avarientos ricos las han acumulado
todavía más, despojándonos
progresivamente de los bienes y los
recursos que teníamos.
El problema es que ya no sólo se limitan
a saquear las periferias, donde no nos
importaba mucho que las grandes
multinacionales como Zara explotaran a
sus trabajadoras en fábricas textiles,
algunas adolescentes de 14 años, en
condiciones de esclavitud, con jornadas
extenuantes de 16 horas. Ahora tratan de
apoderarse del centro del sistema: se
hunde la periferia europea más débil,
después van a por España e Italia, se
comienza a mencionar a Bélgica e incluso
a la potente Francia. Es la voracidad de
un sistema insaciable. Todo les parece
poco.
Hasta a algunos ricos les ha dado
vergüenza. Warren Buffet, la tercera
fortuna del mundo, declaraba «dejad de
mimar a los ricos», «mis amigos y yo
hemos sido bastante mimados por un
Congreso amigable con los
multimillonarios», «el año pasado, sólo
pagué de impuestos el 17.4%, mucho menos
que lo que pagaron otras 20 personas en
nuestra oficina, entre el 33% y el 41%».
También 16 millonarios franceses han
solicitado al gobierno francés que se
cree una ‘contribución especial’ para
personas acaudaladas.
Algo falla cuando son los ricos los que
piden a los gobiernos que les hagan
pagar más impuestos, dada la
discriminación que han permitido los
gobiernos entre la renta del trabajo y
la del capital a la hora de pagar
impuestos. El mundo al revés: en vez de
ser el gobierno el que nos proteja de
los ricos, van a ser los ricos los que
nos protejan del gobierno.
Pero no nos engañemos. Estos mensajes no
dejan de ser parte del juego al que
están acostumbrados, pues la clase
empresarial francesa condiciona
cualquier contribución extraordinaria al
establecimiento de las políticas de
siempre de los ricos para seguir ganando
más y que la crisis la pague la clase
trabajadora: reducción rápida del
déficit, drástico recorte del gasto
público, moderación de los salarios y
flexibilidad del mercado laboral. Es
decir, lanzan un mensaje de «compasión»
y «solidaridad», proponiendo «dar una
limosna» en concepto de contribución
especial, pero a cambio exigen unas
leyes y normas que les sigan
garantizando más beneficios, más
riqueza.
Lo más indignante es que los gobiernos
les escuchan y les obedecen. Sarkozy y
Merkel no sólo se prestan sumisamente a
ello, sino que exigen a Zapatero que lo
haga igualmente. Porque de esto se trata
la reforma propuesta de forma urgente
fijando «un techo presupuestario» donde
se limita el gasto público,
institucionalizando así en la
Constitución las políticas de recortes
sociales. Esta reforma, lo que pretende
en sí, es mermar el dinero que el Estado
invierte en lo público, y por
consiguiente los derechos sociales, como
sanidad, educación o pensiones.
Los mercados tratan así de dar un golpe
de estado en forma de reforma
constitucional. «No hay democracia si
gobiernan los mercados» recuerda el
Movimiento 15M. Lamentablemente el
último parte de la guerra económica que
libramos contra los mercados da cuenta
del naufragio de nuestra soberanía,
pactada por PSOE y PP.
Constitucionalizar el déficit cero,
mediante esta reforma exprés, es otro
golpe al estado social y a la
participación democrática, pues se
pretende hacer sin referéndum
vinculante. Sin embargo, como los
expertos de derecho alegan, es necesario
un referéndum puesto que esta reforma
afecta al Título Preliminar, que define
a España como Estado social.
No podemos permitir que secuestren la
democracia delante de nuestras caras.
Esta crisis está desvelando con claridad
el papel instrumentalizado y subordinado
de la política. El poder económico
dictamina la política. Los mercados
imponen la orientación económica y la
vida política está cada vez más
supeditada a sus indicaciones. Es cada
vez más dictatorial y está alejada de
cualquier objetivo relacionado con el
bien común.
La única posición lógica es luchar para
lograr cuanto antes un sistema
alternativo.