… si
los gobiernos quisieran, el problema de la deuda pública
se resolvería rápida y fácilmente con unos bonos
propios, eurobonos, que se venderían muy bien pues,
recuerde que la UE no tiene un problema de deuda
pública… los especuladores dejarían de amenazar.
… el
Banco Central Europeo, BCE, no es un Banco Central… es
un lobby de la banca y, muy en particular, de la banca
alemana… presta en realidad, casi regala, dinero,
(intereses bajísimos, un 1%) a los bancos privados, pero
no a los estados con dificultades, como son los estados
periféricos de la Eurozona |
Es importante no perder la
perspectiva de lo que ocurre en la Eurozona, pues la
avalancha neoliberal reproducida a través de los medios
de mayor difusión es tal que a veces es difícil ver la
realidad tal como es a través de tanta desinformación.
Veamos los datos. Y el primero que aparece con toda
claridad es que ni la Unión Europea (UE), ni la Eurozona
tienen ningún problema de deuda pública. En realidad, la
deuda pública promedio de la UE y de la Eurozona es más
baja que la existente en EEUU. Es más, dentro de EEUU,
el déficit y la deuda pública de California es mayor que
el déficit y la deuda pública de Grecia, dentro de la
Eurozona. Es importante que estos datos se conozcan
porque el nivel de alarma sobre el nivel de la deuda
pública en la Unión Europea ha alcanzado niveles
totalmente desproporcionados.
¿Cuál es, pues, el problema? La respuesta es
fácil de ver, aunque usted, lector, no la verá en los
medios de mayor difusión, y es que el mal llamado
“problema de la deuda” reside en causas políticas, más
que económicas o financieras.
De nuevo, veamos los datos. Los intereses de la deuda de
algunos países europeos en la periferia de la Eurozona
(los mal llamados PIGS) son muy elevados, forzando a los
estados de estos países a pagar cantidades exuberantes y
claramente desorbitadas, que consumen muchos recursos
públicos que se podrían utilizar en otras actividades
como, por ejemplo, en sanidad o educación públicas (que
están muy poco financiadas en estos países).
Pero la pregunta que debemos hacernos es ¿cómo puede ser
que Grecia tenga que pagar intereses tan altos y
California no? Pues la respuesta es que EEUU tiene un
gobierno federal que ayuda a California a través de una
serie de medidas realizadas por un conjunto de
instituciones (incluido el Banco Central Estadounidense,
llamado en inglés The Federal Reserve Board) que no
existen en la Eurozona, ni tampoco en la Unión Europea.
Ahí está la raíz del problema. Y no existen porque la
banca (que tiene nombres y apellidos concretos) en los
países de la UE y sobre todo en el establishment europeo
(el Consejo de Europa, la Comisión Europea y el Banco
Central Europeo) tiene un enorme poder sobre las
instituciones políticas y no permite que se establezcan.
Así de claro. Lo que está ocurriendo en la UE es algo
similar a lo que ocurriría en EEUU en caso de que, a
pesar de que los cincuenta estados que componen EEUU
tienen la misma moneda (el dólar), no hubiera un
gobierno federal que se responsabilizara de ello. Por
muy extraño que ello parezca, esto es precisamente lo
que está ocurriendo en la Unión Europea y en la
Eurozona. Es el sueño del pensamiento neoliberal (que es
la ideología sobre todo del capital financiero), que
consiste en eliminar el estado o disminuir sus
responsabilidades al mínimo (excepto cuando se trata de
ayudas para salvar a la banca).
El Banco Central Europeo no es un Banco Central
El lector podrá indicar que la UE tiene ya un Banco
Central, el Banco Central Europeo, BCE. Pero, por
extraño que parezca, tal entidad no es un Banco Central.
En realidad, es un lobby de la banca y, muy en
particular, de la banca alemana. Llega a tal extremo,
que el BCE presta (en realidad, casi regala, dinero,
pues los intereses son bajísimos, un 1%) a los bancos
privados, pero no a los estados con dificultades, como
son los estados periféricos de la Eurozona. Es cierto
que recientemente ha comprado a regañadientes bonos de
los estados con dificultades, pero no los puede comprar
directamente a los estados, sino que tiene que hacerlo
comprando tales bonos públicos a los bancos, algo que
beneficia a los bancos que se engullen un buen bocado.
¿Le parece injusto? Sí, lo es, y es mucho más que
suficiente para indignarse. Pero lo mismo ocurre en
España, donde una entidad pública, ICO, ha estado
prestando 20.000 millones de euros, no directamente,
sino a través de bancos como el Santander y el BBVA, que
se han ido enriqueciendo todavía más con las
consiguientes comisiones. ¿Por qué el estado necesita de
la banca privada? En realidad, no la necesita. Podría, y
debería, establecer un sistema bancario público, como
solía tener, que funcionaba mejor, por cierto, que el
sistema privado actual
En realidad, si los gobiernos quisieran, el problema de
la deuda pública se resolvería rápida y fácilmente. La
UE podría establecer unos bonos propios, llamados
eurobonos, que se venderían muy bien pues, recuerde que
la UE no tiene un problema de deuda pública. Son sólo
los países periféricos que tienen tal problema. Y la UE
podría permitir que la deuda nacional de estos países
periféricos se convirtiera en eurobonos. Los
especuladores dejarían de amenazar a aquellos países, de
la misma manera que no se especula en contra del dólar,
en contra de EEUU o en contra de California. La UE
podría establecer una Autoridad Pública Financiera que
crease los bonos que serían comprados y gestionados por
el BCE que, por cierto, debería transformarse en un
Banco Público, responsable a las autoridades electas y
representativas de la Unión Europea, incluido el
Parlamento Europeo, que debería tener mucho más poder
del que tiene ahora.
Y los Bancos Centrales de cada país (hoy también lobbies
de los bancos de aquellos países) deberían regular,
supervisar e intervenir el sistema financiero nacional
(que en teoría aparece en su narrativa, pero no en la
práctica), estimulando y facilitando, como he dicho en
el párrafo anterior, el establecimiento de bancos
públicos que tuvieran como objetivo principal ofrecer
créditos a personas y a empresas, en lugar de aumentar
los beneficios de los accionistas. La banca privada ya
ha mostrado que este último objetivo entra
frecuentemente en conflicto con la provisión de crédito.
La irresponsabilidad e incompetencia de la banca privada
no la hace acreedora del espacio económico que ocupa en
España.
Es más que suficiente para indignarse
Hace falta una movilización general, que rompa con la
enorme influencia de la banca en las instituciones
políticas del país. De ahí la enorme valía del
movimiento 15-M, en su exigencia de democratizar al
estado español, un estado escasamente democrático, que
parece representar más a los intereses financieros y a
los intereses de la gran patronal que los intereses de
la población, y muy en particular de las clases
populares. Y la evidencia accesible documenta
ampliamente ese hecho. La representatividad, eje de un
sistema democrático, está muy limitada en España,
resultado de un sistema electoral muy sesgado a favor de
las fuerzas conservadoras y los intereses económicos,
financieros y mediáticos que éstas representan. De ahí
que lleven razón aquellos del movimiento 15-M al indicar
que la clase política “no les representa”. Aún cuando
tal dicho es una simplificación, en parte lingüista,
pues incluye en la clase política a partidos políticos
que están siendo marginados y discriminados por los
establishments políticos y mediáticos, el mensaje que
aquel eslogan subraya es que la clase política dominante
no les representa. Es difícil poner en duda esta
afirmación, tal como hizo recientemente el predecible
Fernando Savater, quien con el estilo vulgar, grosero y
ofensivo que le caracteriza, acusó al movimiento 15-M (a
los que definió como un “hatajo de mastuerzos”) de no
entender la democracia española, subrayando que sí que
les representa. Me temo que tal autor conoce la realidad
española peor que los indignados del 15-M. El hecho de
que grandes sectores de la población no estén ni se
sientan representados por los que toman o tomarán
decisiones altamente impopulares, es un problema grave
para la democracia incompleta que tenemos.
Vicenç
Navarro
Catedrático de Políticas Públicas
Universidad Pompeu Fabra |