Uno de los
primeros puntos del consenso de mínimos
en el movimiento Democracia Real Ya ha
sido la eliminación de los privilegios
de la clase política como uno de los
elementos básicos para la regeneración
de nuestro sistema político y económico.
Sin embargo, las medidas políticas que
se están tomando, con la excusa de
afrontar una crisis que han generado los
bancos y los especuladores bursátiles,
es bajar el sueldo a los trabajadores y
trabajadoras del sector público
(sanidad, educación, etcétera), suprimir
la ayuda a los personas en paro de larga
duración, congelar las pensiones y
alargar el período de cotización,
reducir la ayuda al desempleo.
Mientras,
los dos mismos grandes partidos, PP y
PSOE, rechazan la proposición de ley de
Izquierda Unida sobre la
incompatibilidad de altos cargos y la
limitación de sus indemnizaciones
posteriores a su cese. Por lo que Felipe
González y Jose Mª Aznar seguirán
compatibilizando las pensiones
vitalicias que les pagamos con nuestros
impuestos con las remuneraciones que
obtienen de compañías privadas en
calidad de consejeros o, más bien, de -œconseguidores-.
Su pensión pública no se limita a los
80.000 euros, sino que los ex
presidentes, por el hecho de serlo,
tienen asegurado un puesto en el Consejo
de Estado como consejeros natos con
carácter vitalicio, que les da derecho a
otros 80.000 euros. Ambas retribuciones
son compatibles. En definitiva, el PP y
el PSOE nos obligan a pagarles a los
contribuyentes algo más de 13.000 euros
al mes de por vida, con independencia de
sus cursos, conferencias y demás
«conseguimientos». Es cierto que
González renunció y a Aznar le hicieron
renunciar porque pretendía seguir
cobrando de Murdoch. Pero pueden
incorporarse al Consejo de Estado cuando
deseen. Por lo que la propuesta de IU
parecía justa y razonable. Si Aznar y
González, o tantos políticos que acaban
de asesores de empresas que previamente
privatizaron, quieren hacer carrera en
el sector privado, no deberíamos pagar
con dinero público a los ejecutivos de
una multinacional.
Por eso es
lógico que el PP y el PSOE voten en
contra de una proposición de ley que
supondría un terrible varapalo para
muchos de sus compañeros de partido que
están en situaciones similares a Aznar y
González. Montilla, tras jubilarse de la
presidencia de Cataluña, cobra más de
100.000 euros anuales, con oficina,
personal y coche oficial. Los
expresidentes de la Generalitat
Valenciana, según la ley de Estatuto de
los Expresidentes, tienen derecho a una
oficina de apoyo con dos asesores y
coche oficial y a cobrar 57.000 euros
como miembros permanentes del Consejo
Jurídico Consultivo de la Comunidad
Valenciana.
Cuando
estos políticos nos dictan una lección
de indecoro e insolidaridad, cuando nos
enteramos que María Dolores de Cospedal
gana al año 241.000 euros con el cobro
de tres sueldos públicos, cuando sabemos
que el presidente de la Diputación de
Castellón no tiene mas remedio que
declarar un patrimonio de 3,9 millones
de euros cuando hace cinco años no
declaraba ninguno, se ha sabido, de
manera totalmente accidental que, hace
siete años, Julio Anguita renunció por
escrito a la paga de pensión máxima
vitalicia a la que tenía derecho como ex
parlamentario de Izquierda Unida,
argumentando que «con la pensión que le
correspondía como maestro tenía
bastante».
Julio
Anguita viene a demostrarnos que el
dicho populista de «todos los políticos
son iguales» no se verifica, al menos en
su totalidad. Que hay distintas formas
de ser y estar en la política, de
entender los compromisos éticos de un
cargo público. Julio Anguita hace suyo
el lema de Ghandi de «vivir
sencillamente, para que los demás
puedan, sencillamente, vivir». Y desde
su forma de entender la política como un
servicio, desde su oposición al
«político al uso», nos aporta soluciones
a nuestros graves problemas con la ética
y la estética de los cargos públicos.
Al margen
de las jactanciosas modernidades de los
políticos pendientes de la dieta, la
nómina y el futuro cargo en el consejo
de administración de cualquier sucursal
de una gran multinacional, Julio
Anguita, sin contárselo a nadie, ha
sonrojado a este sistema, que aplica
medidas a los trabajadores y
trabajadoras que no se aplican a sí
mismos los ejecutivos de la política y
de la gran empresa. Él, cuando dejó su
cargo de diputado, volvió a su trabajo
de maestro. Como Gerardo Iglesias, del
Partido Comunista, regresó a la mina.
La
proposición de ley de Izquierda Unida
tenía como finalidad la extensión del
régimen de incompatibilidades a los
Diputados y Diputadas y Senadores y
Senadoras. Según el informe de la
Comisión del Estatuto del Diputado, solo
el 12% de los miembros de la Cámara Baja
no desempeñan actividad privada, al
margen de la de Diputado o Diputada.
Mediante la proposición de ley se
pretendía regular que el del mandato se
ejerciera en régimen de dedicación
exclusiva y fuera incompatible con el
desempeño de cualquier otro puesto,
cargo o actividad pública o privada
retribuida. Con esta propuesta de IU se
hubiera evitado que hubiera diputados o
senadores que legislen o Altos Cargos
del Gobierno que decidan sobre
determinadas materias, cobrando al mismo
tiempo en la empresa privada por labores
de asesoría en esas misma materias,
ocasionándose evidentes colisiones entre
lo público y lo privado.
Este es el
tipo de reformas que necesitamos y no
reformas que establecen que el salario
mínimo de un trabajador sea de 624 euros
al mes y el de un diputado de 3.996,
pudiendo llegar, con dietas y otros a
6.500 euros al mes. Es increíble que nos
quieran subir la edad de jubilación y
hacer cotizar 40 años con la reforma de
las pensiones para percibir una
jubilación y los diputados que lo apoyan
les baste sólo con siete, y que los
miembros del gobierno, para cobrar la
pensión máxima, sólo necesiten jurar el
cargo. Esta forma de hacer política es
lo que debemos cambiar. Ejemplos hay. No
sólo Julio Anguita o Gerardo Iglesias,
sino cientos de concejales y alcaldes
que trabajan por sus pequeños
ayuntamientos sin apenas percibir ningún
salario o compensación, porque de los
8.115 ayuntamientos del país, formados
por más de 65.000 concejales electos, el
80% no recibe ingresos. Otra política
como servicio es posible, urgente y
necesaria.