Los resultados de las
últimas elecciones autonómicas y municipales suponen un
avance apabullante de la derecha en España.
En todo caso lo que parece
evidente es que fundamentalmente las ha perdido el PSOE
que disminuye sus votos (un millón y medio menos) frente
a un modesto crecimiento de los del PP (medio millón
más). ¿Donde fueron los votos perdidos del PSOE?, parece
que en parte a IU (200.000 votos más) y a UPyD (450.000
votos más), pero en su gran mayoría al voto blanco y/o
nulo (900.000 votos en el total del país). Por supuesto
a nivel autonómico ha habido distintos movimientos de
votos que deben analizarse de manera detallada, muy
especialmente en el País Vasco y Navarra donde ha
irrumpido Bildu con una gran fuerza.
Estos resultados merecen algunas reflexiones:
La primera es que tenemos
un sistema electoral que penaliza a los terceros y
cuartos partidos y refuerza las mayorías absolutas en
muchas ocasiones contra los resultados de las urnas.
Parece evidente que no es razonable que con el 37,54% de
los votos el PP consiga casi la mayoría absoluta de
concejales y diputados autonómicos, una vez más se pone
en evidencia la necesidad de un sistema electoral
proporcional que se ajuste mas a la realidad social y a
las decisiones de los ciudadanos expresadas en las
urnas.
La segunda es como ya se
ha dicho que las elecciones las ha perdido el PSOE
porque su política ha conseguido la desafección del 20%
de quienes le votaron en 2007. De manera general hay 3
motivos para ello, es evidente que la crisis está
suponiendo un coste electoral para casi todos los
gobiernos europeos (en Francia el gobierno perdió las
regionales y municipales, en Alemania la coalición de la
CDU y los liberales han perdido todas las elecciones
regionales, la última el 22-M, en Italia los partidos
del gobierno han sufrido un castigo en las municipales,
la caída de los liberales en Gran Bretaña, etc), es
decir la población esta penalizando en las urnas a los
partidos gobernantes en casi toda Europa seguramente
responsabilizándoles de la crisis económica y del tipo
de salida neoliberal que se le está dando.
Por otro lado la actuación
del PSOE en España ha sido especialmente mala y las
medidas que se han adoptado frente a la crisis han ido
fundamentalmente dirigidas a penalizar a sus potenciales
electores (reforma laboral, pensiones, etc) y a
favorecer a los intereses bancarios y empresariales, con
lo que la percepción de la ciudadanía es que no hay
diferencias esenciales en política económica y que por
lo tanto no merece la pena apoyar a un partido que se
dice de izquierdas pero que en la práctica hace
políticas de derecha.
Por fin el partido
socialista ha mantenido su habitual postura de
prepotencia y falta de capacidad para buscar aliados en
su izquierda, ignorando la inteligencia de la ciudadanía
y convencido de manera suicida que las elecciones se
ganan en un supuesto centro que tiene poca realidad
social en el país y haciendo continuas concesiones hacia
los sectores más conservadores que nunca van a apoyarle
y a los que tampoco consigue neutralizar (el caso más
paradigmático es la iglesia católica que cada concesión
que recibe es un acicate mas para incrementar su presión
sobre el gobierno y que tiene un peso económico e
ideológico muy por encima de su apoyo social como se
comprueba en las declaraciones de hacienda, en las
iglesias y en los seminarios).
Obviamente dentro del PSOE
y en las distintas CCAA hay muchas diferencias, pero en
esta campaña se han perdido tanto por una campaña
inteligente del PP que ha creado un ambiente de
primarias ante las elecciones generales, como por las
repercusiones generalizadas de la crisis económica y de
las políticas de ajuste que no han permitido que se
pongan en valor los logros de los gobiernos autonómicos
y que han priorizado los aspectos generales sobre los
locales, en este caso con la evidente excepción del País
Vasco.
Los indignados
En este contexto apareció
el movimiento 15M que obviamente cristalizaba el rechazo
generalizado a las políticas mayoritarias, a los ajustes
económicos realizados a expensas de los sectores
populares, y a un sistema de representación que prima
escandalosamente a los grandes partidos sobre las
posiciones de la ciudadanía.
El movimiento, que ha
tenido una excepcional cobertura mediática muy por
encima de su realidad (en la Puerta del Sol habrán
participado, tirando por lo alto, no más del 2% de la
población de la Comunidad de Madrid), ha pecado desde el
principio de una gran ambigüedad que lo ha desactivado
como fenómeno de presión política: se ha lanzado un
mensaje contra todos los partidos por igual, lo que ha
acabado penalizando a la izquierda, y seguramente
explica el aumento de los votos en blanco y/o nulos lo
que, de manera paradójica con los propósitos expresados
por el movimiento, ha penalizado a los grupos mas
pequeños y reforzado la hegemonía del PP.
A veces conviene repasar
la historia y recordar que en 1933 las elecciones fueron
ganadas por la derecha más reaccionaria debido a la
abstención propugnada por la CNT y que ese fue el
principio del fin de la republica. Por supuesto las
condiciones económicas, políticas y sociales son muy
distintas, pero no así la crispación mediática que lleva
años alcanzando niveles similares a los de entonces.
El movimiento, en parte
por su espontaneidad, ha pecado de ingenuo y ha
pretendido obviar las repercusiones de las elecciones y
de las políticas institucionales actitud esta que, de
mantenerse, desactivara su potencial regenerador. No
parece que pueda mantenerse a medio plazo la ficción de
una isla de utopia en medio del triunfo escandaloso de
la derecha, entre otras cosas porque acabara por
imponerse el cuestionamiento de su utilidad social.
No estamos en una
dictadura y el sistema acabara digiriendo e
instrumentalizando (si no lo ha hecho ya) al movimiento
a menos que se configure como una alternativa política
consistente, como sucedió con mayo del 68 que acabo
siendo un balón de oxigeno para el gaullismo que le
permitió mantenerse en el poder hasta el año 1981.
Los partidos de la
izquierda deben de replantearse seriamente la situación,
el PSOE por sus pérdidas estrepitosas e IU por no haber
conseguido capitalizarlas, y ambos porque hay un
malestar social que necesita encontrar un referente
político para expresarse e influir para lo que precisa
establecer alternativas propias o verse reflejado en la
de los partidos actuales de la izquierda, porque si no
lo hacen el nacimiento de movimientos populistas,
supuestamente apolíticos es probablemente inevitable.
Carlos
Sanchez Fdez-Villacañas |
Hemos pasado unas semanas
llenas de acontecimientos hasta el domingo 22 de mayo.
Entre otras cosas, hemos visto un movimiento espontáneo
de indignación que ha llenado plazas de España. No ha
sido el único acontecimiento, entre otras acciones, el
sábado 14 de mayo, decenas de miles de personas
desfilaron en Barcelona, convocadas por los sindicatos y
otras organizaciones, contra los recortes de CiU y en
defensa de los servicios públicos.
Y después el día 22 los
votantes han dado una victoria inapelable a las
derechas, españolas-PP, y catalanas-CiU. Todo ello en
contraste con el ambiente de movilización anterior de
quienes parecía que eran un reflejo de la insatisfacción
social.
Esta situación no es nueva
ni tan sólo propia de nuestro país. Estamos viviendo una
crisis incomparable, producto de la especulación
financiera fruto de un sistema capitalista globalizado.
Y sin embargo, ¿Quién lo paga? Nadie parece exigir
responsabilidades a los causantes de la crisis, tanto a
nivel nacional como internacional. En Europa se plantea
un durísimo plan de ajuste que afecta a las economías
más pobres a cuyas sociedades se culpa de los desmanes
de sus responsables financieros y de los especuladores
inmobiliarios y de todo tipo. Europa no tiene respuesta,
la socialdemocracia se rinde sin condiciones a la
dictadura de los mercados, los mismos mercados causantes
de dichas crisis.
En nuestro país el PSOE,
ha demostrado la poca base que le queda de izquierdas y
se ha plegado a las demandas de ajustes sobre su
población, sin que las grandes fortunas ni los poderes
económicos ni financieros paguen el más mínimo coste. Y
mientras, los de siempre, los asalariados, los
pensionistas, la juventud, las personas con deudas
hipotecarias, en definitiva el pueblo, la sociedad llana
paga el coste de todas las reformas. Con la única
oposición de los sindicatos, únicamente secundados por
unas reducidas fuerzas de izquierda real minoritarias en
las instituciones. Y mientras el PSOE cumple su papel de
ejecutor de las reformas de los implacables mercados, la
derecha satisfecha calla y espera su turno.
Es evidente que esta
situación va dejando un cada vez mayor número de
afectados, en una u otra medida por la crisis. Se trata
de colectivos diversos, algunos desde siempre
conscientes de lo que se avecinaba, sin duda una
minoría, otros hasta el momento al margen de las
contiendas económico-laborales ven su vida afectada de
forma directa y no solo momentáneamente sino sin visos
de una salida, ni tan solo individual, a la vista. Y
muchos más que siguen sin ser conscientes o aún peor que
hacen responsables de sus problemas a quienes son más
débiles que ellos, y así se pretende hacer culpables de
la situación a colectivos como el de los inmigrantes.
La actual situación es muy
compleja, especialmente desde una perspectiva
progresista. La gestión de la crisis por parte del
Gobierno del PSOE, a quien una gran parte de los
votantes de izquierda, ha visto y aún ve ahora como una
fuerza de izquierdas ha hecho una política típicamente
neoliberal y se ha convertido en el mejor abrepuertas de
la derecha política. Y lo que es más grave dejando un
pesado lastre sobre el conjunto de la izquierda.
A pesar de ello es
evidente que hay una cada día mayor, aunque incipiente
indignación social, que junto con el varapalo recibido
por el Partido Socialista, el cual sin duda tardará
mucho tiempo en recuperarse, significa una esperanza
para intentar lanzar una alternativa social y política
que permita canalizar, no sólo la indignación, sino
ofrecer una propuesta para todos aquellos sectores que
quieren una salida progresista al actual estado de
cosas. Es evidente que indignarse no basta, que se hace
preciso canalizar de forma positiva y creativa la
indignación hacia capacidad de movilización y conseguir
transformar esa fuerza, o mejor dicho, esas múltiples y
diversas fuerzas en una alternativa política diferente,
moderna y creadora. La indignación, incluso la
movilización son elementos importantes, pero no son
suficientes si no se estructuran también políticamente.
Es evidente que no hace falta intentar plantear una
opción mayoritaria en este momento, pero si que pueda
tener un papel hegemónico en cuanto a nueva alternativa
política y social.
El país se ha derechizado,
en gran parte como del trabajo de “deshecho” del PSOE,
pero también es un jarro de agua fría para todos los
soñadores. La mayoría de los votantes no ha castigado en
absoluto a las fuerzas más reaccionarias y corruptas.
Por tanto se abre una época de trabajo a largo plazo.
Cambiar las cosas no serán cuestión de 15 días o un mes
de acampadas, sino de años de lucha y trabajo cotidiano.
Es preciso más que nunca unir, confluir, todos los que
deseamos un cambio, los veteranos y los nuevos
indignados, sin unidad no hay futuro.
Hoy no solo ha perdido,
ojala fuera así, un PSOE derechizado e irrecuperable,
sino que ha ganado la derecha reaccionaria. Por eso
desde la izquierda y desde todos los progresistas a la
izquierda del PSOE hemos de reflexionar y avanzar hacia
la unidad. No se trata tanto de soñar utopías como de
prepararse, organizar, confluir en una larga marcha de
lucha. Los cambios son lentos y no se consiguen en dos
días. El hundimiento del PSOE como fuerza falsamente de
izquierdas debe ser una oportunidad para lograr sin
sectarismos fomentar un amplio movimiento progresista y
de izquierdas, roji-vede que canalice el malestar y la
indignación, no solo de los acampados en las plazas,
sino de la sociedad progresista que se resiste a ceder
todo el poder a la derecha política y económica.
Sin duda tenemos mimbres
sobre los que actuar, los sindicatos, los movimientos
asociativos de diversa índole: ecológica, social,
cultural, etc., también hay intelectuales, pocos pero
comprometidos que pueden aportar, hay experiencias
políticas incipientes que deberían canalizarse y
confluir, gente de izquierdas, ecologista, algunos que
llevan mucho tiempo de trabajo político y otros más
novedosos. Se trata de hacer crecer algo nuevo, que huya
del sectarismo, que permita la participación y que
signifique un movimiento de regeneración, estableciendo
unas propuestas concretas de cambio político.
Propuestas que están en la
cabeza de muchos y de las que podríamos poner muchos
ejemplos, algunos de ellos planteados, sin la más mínima
repercusión, por las fuerzas sindicales o incluso por
partidos minoritarios como son: por ejemplo en el campo
internacional política de buena vecindad y solidaridad
con el sur; en la regeneración y la lucha por una Europa
más social y menos mercantil. O en el ámbito del estado,
una fuerza partidaria de un desarrollo sostenible, de un
nuevo modelo productivo más eficiente y ecológico; una
fuerza republicana, federalista y solidaria; partidaria
de lo público, de la consolidación y ampliación del
estado del bienestar especialmente de la educación, la
sanidad y los servicios sociales; de una fiscalidad
progresiva sobre los más ricos, sobre las grandes
corporaciones, y que combata el fraude fiscal; que
potencie los derechos laborales y que ayude a crear un
sistema productivo basado en la innovación tecnológica y
organizativa, el empleo de cualidad, la formación para
el empleo; por un cambio en la ley electoral que permita
la representación proporcional de una persona un voto,
etc.
Soñar es fácil, más
difícil es transformar las cosas, para eso hace falta
organización y trabajo constante. Hemos de lograr hacer
confluir el deseo de todos los indignados, los viejos y
los recientes, en una organización nueva de progreso,
donde confluya la izquierda, la ecología y los
movimientos sociales.
Se trata de poner manos a
la obra, nadie sobra en un objetivo que es muy
ambicioso, que no puede ser sectario y que debe implicar
a todo el que lo desee. Pero con un objetivo político de
transformación desde la política y no al margen de la
política. Un movimiento amplio social y popular con una
punta de lanza en torno a una alternativa política al
servicio de la mayoría. Que intente avanzar hacia esa
hegemonía que permita atraer a todos los indignados de
buena fe que deseen avances en un mundo mejor, real que,
sin renunciar a la utopia, se plantee sobre bases
posibles, que funda viejas y nuevas energías. Y que
consiga sacar a la sociedad de la atonía, que consiga
que la gente vea la razón de ir a votar, y que los
votantes que aún creen votar izquierda dando el voto al
PSOE, se den cuenta de su error. Es necesario que los
responsables de las diversas opciones políticas y
sociales, a la izquierda del PSOE sean conscientes de
que hace falta unificar un movimiento de unidad popular
por el cambio real.
Mientras eso no sea
posible, nos indignaremos, cada uno a su manera, nos
movilizaremos cada uno por su lado y continuaremos
aguantando un sistema bipartidista, en el que solo se
permite la bisagra a los nacionalismos conservadores. Un
sistema que cada vez se parece más al de la época de la
Restauración, ahora PP-PSOE, antes Canovas y Sagasta.
Manel
García Biel |