Los
mecanismos de disuasión para que los
alumnos inmigrantes no acudan a los
centros concertados son de lo más
diverso, desde el ideario confesional
del centro, pasando por el precio del
comedor, hasta las actividades
extraescolares obligatorias y muy
costosas. Pero el principal obstáculo
para la distribución equilibrada del
alumnado inmigrante es que los centros
concertados nunca tienen plazas
disponibles para incorporar a nuevos
alumnos a lo largo del curso.
En la
educación, o mejor dicho en el
mantenimiento de los centros educativos
privados, encontramos una de las vacas
sagradas de la derecha política
española. Se infravalora y se deteriora
la enseñanza pública para hacer más
necesaria la enseñanza privada,
garantizando la continuidad del
adoctrinamiento en la diferencia y uno
de los negocios más exclusivo y
rentable.
Como
mecanismo de control sobre estas
prácticas perversas, habría que
establecer una reserva de plazas en
todos los colegios sostenidos con fondos
públicos, a principio de cada curso, y
garantizar plazas suficientes para que
los alumnos, autóctonos o inmigrantes,
que se incorporan a lo largo del año
escolar, puedan acceder a cualquier
centro, el que más convenga con los
criterios de escolarización generales.
Para que
el esfuerzo no sea solo de nuestros
maestros, que a pesar de las
dificultades se esfuerzan por mantener
la dignidad de la escuela; un servicio
público fundamental para todos los
alumnos sin distinción de origen
nacional, grupo cultural o creencia
religiosa. La convivencia cotidiana con
la diversidad en las aulas y el respeto
mutuo son las mejores herramientas
contra la xenofobia emergente.