También
las razones de los expertos para
explicar las revueltas en el norte de
África y en el mundo árabe sobrecogen.
Convulsiones, bien es cierto, que
derriban regímenes, aunque a duras penas
logren balbucear las palabras
democracia, separación de poderes,
libertad y prosperidad. Menos es nada,
pero es obvio que en la otra orilla del
mediterráneo se ha iniciado una senda de
difícil retorno. ¡El mundo árabe reclama
libertad! Esa es la buena noticia.
No importa
el idioma en que se exprese el
especialista, las claves que explican
dichos levantamientos se reducen a dos:
la explosión demográfica y el fracaso
del sistema educativo. La explosión
demográfica, con la «superabundancia de
jóvenes», tendría que ver con la
expansión de los sistemas de atención a
la maternidad y en la atención médica
básica. Una de cada cinco personas tiene
entre 15 y 25 años y la mitad de la
población tiene menos de 25 años. Pero,
es la frustración que se deriva de un
sistema educativo expandido que acredita
a dichos jóvenes donde reside, el
consenso mayoritario de los analistas,
el meollo principal de las revueltas.
Esto es, sobre-educación generalista
mezclada con paro masivo.
El «hilo
de Ariadna», el quid prístino, para
entender tan fuerte conmoción radica,
sin duda, en el fracaso de los sistemas
educativos de aquellos países, el cual
se imputa a la nula correspondencia, al
decir de los versados, entre el -˜sistema-™
y la oferta laboral o la realidad
socioeconómica. El sistema educativo,
resumiendo, llevaría años expidiendo
egresados de todos los niveles,
debidamente acreditados, que nadie
necesita.
Me asaltan
entonces muchas preguntas. La hipótesis
de que el sistema educativo no tuviera
culpa alguna en los hechos querría decir
que los egipcios o tunecinos, por
ejemplo, podrían encontrar trabajo, con
facilidad, en otras latitudes. ¿Es eso
cierto? No parece. Todo indica que el
modelo educativo monitorizado desde el
Estado tiene problemas estructurales de
adecuación o si se prefiere, de poca
consistencia. Dicen los expertos que el
Norte de África y el Oriente Próximo
aporta la mayor tasa de desempleo
juvenil del mundo. Asómbrense, uno de
cada cuatro jóvenes no tiene empleo. En
Egipto la tasa de desempleo juvenil es
del 34%, en Túnez del 31%.
Eso
afirma Kevin Watkins, director de un
reciente informe de la Unesco sobre la
zona (http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/HQ/ED/pdf/gmr2011-summary-es.pdf).
¿Tanta educación para qué? ¿Por qué la
educación no logra contribuir a la
prosperidad general? ¿Por qué a una
mayor educación le corresponde una mayor
inestabilidad social y fuerte crisis
económica? ¿Por qué el sistema educativo
es un productor neto de frustración?
¿Qué esta pasando?. Kevin Watkins se
lamenta de que los jóvenes de aquellos
países se sienten traicionados por las
graves disfunciones de sus sistemas
educativos. No pueden encontrar empleo,
formar una familia o tener una casa.
¿Por qué tanta educación e inversión
pública no han logrado crear un círculo
virtuoso de crecimiento económico,
creación de empleo y mayores
oportunidades para los jóvenes?
No he
podido sustraerme a la tentación de
extrapolar dichas cifras al caso
español. Seguro que me comprenden. En
España tenemos el porcentaje más alto de
estudiantes universitarios de Europa. La
explicación es sencilla: Nuestra
universidad es de masas (¿la universidad
tiene que ser de masas?).
También
tenemos el mayor porcentaje de paro
juvenil de Europa, y a lo que parece de
más partes del mundo, el 43%. Pero la
cosa no queda ahí, ¡quiá!, como
confirman los datos de la OECD, los
jóvenes graduados españoles son los
europeos que presentan mayor propensión
a terminar teniendo un trabajo de baja
cualificación (http://www.economist.com/node/16984636?story_id=16984636&fsrc=rss).
Son la «Generación L» (lost-perdida-),
aunque muchos de ellos se consideren la
«Generación C» (conectada).
¿Cómo es
posible semejante desajuste si,
probablemente, nuestros mileniarios son
la juventud más inteligente y con más
talento y potencial de Europa?. Aún así,
«las cuentas no salen» (http://www.diariodeleon.es/noticias/noticia.asp?pkid=585032).
Watkins se
lamentaba de que uno de cada cuatro
jóvenes están desempleados en el mundo
árabe. En España es uno de cada dos.
Desempleo que se acentúa en la misma
medida que aumenta el nivel de
cualificación. La mayor cualificación de
nuestros jóvenes, acreditada por un
título universitario, no constituye un
salvoconducto laboral y económico para
el poseedor del título. Parecen obvias
las concomitancias entre España y el
mundo árabe, la inversión pública
tampoco ha logrado crear un círculo
virtuoso de crecimiento económico,
creación de empleo y de mayores
oportunidades.
Para colmo
de males, antes me he referido, como no,
a los jóvenes que culminan con éxito su
paso por el sistema educativo. ¿Qué
ocurre con los que fracasan, los «bala
rasa» que abandonan, es decir, el 35% de
los alumnos, de media en España, que se
eleva al 50% en los territorios
bilingües?. Ya no les digo asómbrense,
me conformo con que no se desmayen.
¿Autoriza tanto fracaso el uso de la
palabra -˜sistema-™? ¿Sistema para qué?
Acaso para fracasar. Es un sistema, en
todo caso, sin ningún impacto en las
estructuras generales de España. Expulsa
a la mitad de los alumnos y frustra a la
otra mitad que retiene. Es lícito
preguntarse si estamos hablando de un -˜sistema-™
educativo orientado al error. Al fallo,
no al acierto. Incluso, somos legión los
que lo percibimos como un antisistema.
La
situación me afecta como profesor, me
duele la (mala) suerte de mis alumnos y
me enerva, y reconozco que mucho, el
rango de desafección institucional y
ciudadano con las estructuras educativas
de España. Nuestra «alma mater» se en
niebla y no luce la libertad. El
descrédito se acumula y no se avizora
reacción de ningún tipo (tampoco del
propio cuerpo docente). Se atisban, en
la lontananza, reacciones defensivas. El
cuerpo está exento de sístole y
diástole. El stroke parece definitivo.
Hemos tirado la toalla (
http://sicodinet.unileon.es/to/ ).
Este
sistema educativo está abandonado a su
propia desventura. La desidia y la
parálisis son dos patógenos peligrosos,
el riesgo de revuelta, ¡huy! perdón, de
septicemia, es alto. Se avecinan grandes
cambios estructurales. La primera
fase, ya en marcha, consiste en ir
cerrando los grifos, más todavía,
que abastecen financieramente al
antisistema educativo; la segunda,
la que ya se cocina en los fogones de la
política, consistirá en perder
lastre; y la tercera, en la
desestatalización sumaria del -˜antisistema-™.
Los cambios que se promueven y ejecutan
en el orbe occidental, empujan en dicha
dirección. La dirección
administrativa/burocrática de los
antisistemas educativos se está
colapsando. Falla más que una
escopeta de feria. Es una escopeta que
se dispara sola y si no que se lo
pregunten a Gadafi (Libia), Ben Alí
(Túnez), Mubarak (Egipto), Abdulá Saleh
(Yemen) o a los Al Khalifah (Banréin).
Sistemas
que siguen la estela de los perdigones.
¿Por qué la escopeta de feria es el
instrumento de precisión con el que se
diseñan los sistemas educativos? La
escopeta trucada de perdigones abandonó
las ferias para refugiarse e n los
grandes vestíbulos del Estado. Les habló
de la segunda vida de la escopeta de
feria.