Autonomía de centros más allá de la
dirección
La autonomía de los centros escolares se
entiende hoy como un principio básico
para la mejora del sistema de enseñanza.
Autonomía que va unida a la reforma de
la función directiva pero que excluye, o
al menos minimiza, la importancia de los
consejos escolares como fundamento de la
autonomía y garante de la presencia y la
participación activa de la sociedad en
la gestión y la organización de las
escuelas y los institutos. Los consejos
escolares dan sentido al concepto
público en cuanto que la escuela pública
es de la sociedad y no del Estado.
Creemos que existe una importante
diferencia entre la idea de escuela
estatal y la de escuela pública. En
estos momentos toda la "literatura" que
existe sobre la autonomía de los centros
hace mención directa a la reforma de la
función directiva como única garantía de
una autonomía efectiva y de calidad.
Hemos dado por hecho que la autonomía de
centros pasa por dar más poder y
capacidad de gobierno a la dirección
para la gestión del personal y los
recursos, como es el caso de la Ley de
Educación de Cataluña, pero no hemos
reflexionado lo suficiente sobre la
importancia del consejo escolar para
conseguir una autonomía de calidad que
no solo garantice la participación y el
trabajo de la comunidad educativa, sino
un espacio público democrático y no
necesariamente dependiente del Estado.
Creemos sinceramente que modelos de
autonomía como el de la ley catalana
reducen progresivamente a los docentes a
simples empleados del centro y a las
familias en usuarios y clientes. No es
un asunto menor el que estamos
planteando, porque marca el modelo de
centro que en el futuro debe regir el
sistema de enseñanza.
Otro elemento importante sobre el que
debemos reflexionar cuando hablamos de
autonomía es el de la capacidad de los
docentes para autoorganizarse, no solo
dentro de movimientos sociales de amplio
espectro, como hemos reivindicado en
numerosas ocasiones desde el periódico
Escuela, sino en el propio centro y en
su propio barrio, creando comunidades
donde el conocimiento circule de manera
solidaria y el aprendizaje de los niños
y los jóvenes sea una tarea compartida.
La escuelas y los institutos no van a
estar menos burocratizados ni encerrados
en sí mismos porque se les dé más poder
a los equipos directivos y se asemejen
más a una empresa privada, sino porque
los docentes tengan más libertad de
movimiento y la comunidad educativa
participe de forma directa en la tarea
de educar. La libertad y la
participación son dos de las claves para
la autonomía.
Creemos firmemente en el importante
papel de los equipos directivos en la
gestión y la dinamización de los
centros. Y que además la función
directiva debe estar claramente
definida, evaluada e incentivada tanto
económica como socialmente; pero no
creemos que la reflexión sobre la
autonomía de los centros pase única y
exclusivamente por la reflexión sobre el
carácter de los equipos directivos y de
la función directiva. Esto es
sencillamente simplificar un debate de
gran importancia para la enseñanza
pública.
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