Desde hace
meses vengo colaborando codo con codo
con todos los sindicatos de nuestro país
que me han pedido apoyo porque creo que
siempre, pero mucho más en estos
momentos, son una pieza fundamental para
defender los derechos de las clases
trabajadoras. Cualquier diferencia que
hubiera podido tener con sus posiciones
y propuestas la he aparcado porque
estaba y estoy convencido, como he
escrito en varios artículos, que
aprovechar la crisis para tratar de
acabar con ellos es una de las
estrategias que se han propuesto llevar
a cabo los grandes poderes financieros y
los políticos que están a su servicio.
Y, sobre todo, los he apoyado porque he
tenido la íntima convicción de que las
diferencias entre quienes aspiramos a
conseguir una sociedad más justa se
deben resolver fraternalmente y no
tratando de acabar unos con otros, como
tantas veces ha ocurrido en el seno de
las izquierdas.
Ahora, sin
embargo, debo manifestar que Comisiones
Obreras y UGT han cometido, en mi
modesta opinión, un gran error que van a
pagar caro no solo las clases
trabajadoras sino esos mismos
sindicatos. Aunque, al mismo tiempo,
quiero también advertir del gravísimo
peligro de responder al error con otro
semejante que busca desde hace tiempo la
derecha y el poder económico:
demonizarlos y hacer caer sobre ellos
toda la responsabilidad de lo que ha
pasado.
Un
error múltiple
A mi
juicio, tanto UGT como Comisiones
Obreras se han equivocado pactando con
el gobierno la reforma de las pensiones
públicas por varias razones:
En primer
lugar, porque esta reforma significa
sencillamente un recorte de derechos de
los trabajadores y tendrá como efecto
que, en los próximos años, muchos
millones de ellos no puedan percibir una
pensión pública digna al jubilarse, si
es que alguna vez llegan a hacerlo, lo
que para su inmensa mayoría significará
no poder tenerla porque sus niveles de
renta no les van a a permitir disponer
de ahorro privado suficiente.
El pacto
significa, sin ninguna duda, que a
partir de ahora el sistema de pensiones
públicas español será más injusto
(porque hace recaer en mayor medida su
mayor insuficiencia sobre las clases de
renta más baja) y de menor alcance
(porque proporcionará menos pensiones y
más precarias).
En segundo
lugar, creo que se han equivocado
también porque han entrado en el juego
del doble razonamiento falso que se
viene utilizando para justificar el
sistema. Uno, el de su insostenibilidad
a largo plazo, que nadie ha podido
demostrar rigurosamente como hemos
expuesto en multitud de ocasiones los
economistas críticos. Y otro, en el de
aceptar que para hacer frente al
desequilibrio financiero que pueda
provocar esa pretendida insostenibilidad
lo que hay que hacer es solo actuar por
la vía de reducir el gasto, y no
aumentando los ingresos, es decir,
mejorando la distribución de la renta
para que así haya más salarios y más
cotizaciones, el empleo decente, sobre
todo el femenino, la productividad y, en
última instancia, los ingresos a través
de los Presupuestos Generales del
Estado. Es decir, poniendo en marcha
políticas justamente contrarias a las
que se están aplicando y que han
provocado la crisis y luego, como en
Irlanda, que se vuelva a recaer en ella
Para haber
defendido de verdad el sistema público
de pensiones, UGT y Comisiones Obreras
deberían haberse cerrado en banda y
haber propuesto, en todo caso, un pacto
social sobre el horizonte de estos otros
factores de los que también depende su
equilibrio financiero a largo plazo. Al
no hacerlo, simplemente han aceptado que
la pauta de distribución de la renta
siga siendo tan desigual como hasta
ahora y que eso impida financiar mejor
al sistema.
En tercer
lugar, me parece que se están
equivocando igualmente en explicar el
pacto diciendo que se trata de una
solución positiva a la crisis de las
pensiones e incluso a la situación
económica general. Les pasará lo mismo
que le ocurre al gobierno: nadie los va
a creer porque han aceptado lo contrario
de lo que decían y simplemente se
pensará que son un instrumento inútil
para conseguir lo que dicen que quieren
lograr.
Se podría
aceptar que argumentasen que no ha
habido otra opción, que no se ha
dispuesto de más fuerza para torcer la
imposición de un gobierno esclavo de los
poderes financieros, que se ha
conseguido lo más que se pudo conseguir…
pero empeñarse en presentar este pacto
como positivo es algo que nunca van a
entender los trabajadores que sean
mínimamente conscientes de que con él,
como es evidente, van a tener menos
pensiones y menos cuantiosas.
En cuarto
lugar, creo que se han equivocado
aceptando esta reforma, que contradice
lo que venían diciendo en los últimos
meses, porque al hacerlo muestran que es
posible extorsionarlos y todo el mundo
sabe que quien acepta un chantaje
termina por aceptar, como le está
pasando al gobierno, todos los que
vengan detrás y eso, lejos de
fortalecerlos, los va a debilitar aún
más. Dentro de unas semanas, cuando de
nuevo se amenace con la intervención
inminente de la economía si no se firma,
como ha estado haciendo el gobierno
durante toda la negociación, se pondrá
en la mesa la reforma de la negociación
colectiva, luego la de los servicios
públicos y así hasta que la definitiva
sea la que se quite de en medio a los
propios sindicatos que ahora se
mostraron sumisos.
En quinto
lugar, también creo que ha sido un error
ceder al gobierno sin haber intentado ni
siquiera hacerle frente, tal y como se
había anunciado, con nuevas
movilizaciones porque eso ha frustrado a
sus propias bases y a los trabajadores
que confiaban en ellos para no perder
más derechos.
Pero un
error que no es culpa solo de los
sindicatos
Dicho todo
lo anterior, que me parece que es grave
y que va a traer consecuencias bastante
negativas para todos, creo que al mismo
tiempo hay que poner sobre la mesa otras
cuestiones que a mí me parecen
posiblemente tan relevantes y decisivas
como el propio gran error de los
sindicatos.
En primer
lugar, que el principal responsable de
lo que está ocurriendo es el partido
socialista y sus militantes que no
frenan la deriva neoliberal del gobierno
ni su discurso falso que presenta las
medidas que están imponiendo la banca y
las grandes empresas como si en realidad
beneficiasen al conjunto de los
ciudadanos.
En segundo
lugar, que es cierto que si no se
hubiera producido ese pacto el gobierno
hubiera tomado una medida aún más dañina
para el sistema de pensiones y para el
conjunto de los trabajadores. Lo que
significa que los sindicatos han
cumplido en cierta medida su función que
es la de defender a los trabajadores
hasta donde efectivamente puedan hacerlo
En tercer
lugar, que si se ha llegado a esta
situación en la que el gobierno ha
podido hacer ceder a los sindicatos ha
sido porque la ciudadanía no ha sido
capaz o no ha estado dispuesta a darle a
los sindicatos la fuerza necesaria para
que éstos hubieran podido hacer frente
con más decisión al gobierno. Si los
sindicatos llaman a las movilizaciones y
éstas son insuficientes, minoritarias o
a veces incluso simplemente anecdóticas,
no podemos hacer recaer luego la
responsabilidad de los fracasos
únicamente en los sindicatos.
Esto tiene
que ver, en gran medida, con la baja
afiliación sindical que existe en
España. Si no participamos en sus
discusiones, si no hacemos nada por
cambiar la correlación de fuerzas que
pueda haber en su seno, si no les damos
mucha más fuerza con nuestra presencia
¿con qué derecho podemos decir después
que los sindicatos son simplemente unos
traidores?
Pero lo
ocurrido creo que no tiene que ver solo
con la baja afiliación sindical.
En cuarto
lugar, me parece que lo que acaba de
suceder tiene relación con el hecho de
que en los últimos tiempos los
sindicatos han venido desempeñando un
papel que en realidad no es a ellos a
quien le corresponde.
El partido
socialista, que según su declaración de
intenciones ante la ciudadanía se supone
que debería ser la organización
mayoritaria que se enfrentase a la
derecha y a los poderes económicos,
simplemente ha desaparecido sin apenas
combatir y el gobierno de sus secretario
general se limita a aplicar las recetas
que le dictan, actuando como un partido
más de la derecha económica, mientras la
inmensa mayoría de sus militantes guarda
un silencio cómplice y que ya empieza a
producir, además de terribles
consecuencias, incluso vergonzoso porque
no son capaces de decir en público ni en
sus agrupaciones lo que dicen en
privado.
Y, más
allá del PSOE, simplemente existe una
izquierda debilitada durante años por
sus rencillas internas, por la presencia
de mucho discurso caduco, fragmentada y
detrás de la cual hay una minoría muy
militante pero un ejército de personas
cansadas, frustradas, desmovilizadas y
que, a lo sumo, se limitan a pontificar
frente a las pantallas de su ordenador
pero que a la hora de la verdad ni
siquiera votan a quienes podrían ser la
expresión de su radicalidad y
descontento.
Quiero
decir con esto que se le está pidiendo a
los sindicatos que asuman el papel de
referentes de la izquierda política y
que actúen como tales enfrentándose
constantemente al gobierno, que
resuelvan desde la lucha sindical lo que
debería resolver la izquierda política,
y eso es sencillamente imposible.
Por ello,
yo creo que en estos momentos hay que
hacerle ver a los sindicatos que se han
equivocado pero siempre que al mismo
tiempo nos hagamos ver a nosotros mismos
que también erramos cuando nos dejamos
llevar por la pasividad, por el
sectarismo o por un radicalismo que nada
tiene que ver con la realidad en la que
estamos.
Y eso
significa actuar en varios frentes, y no
solo en el de la crítica a CCOO y a UGT.
Significa
movilizarse para explicar a la gente lo
que de verdad ocurre con la crisis y las
pensiones.
Significa
afiliarse en mayor medida a los
sindicatos para poder influir de verdad
en las decisiones que tomen las dos
grandes centrales.
Significa
no dedicar ni un minuto a reproducir el
discurso antisindical de las derechas y
combatirlo en cualquier sitio para
evitar que su omnipresencia termine por
asumirse generalizadamente.
Significa
pedirle a los sindicatos que rectifiquen
pero hacerlo fraternalmente y no
produciéndoles un mayor debilitamiento.
En
definitiva, esta a mi juicio errónea
cesión de los sindicatos es una muestra
más de que la crisis que estamos
viviendo, en lugar de hacer que el
capitalismo se hunda, como muchos creían
que iba a suceder, está reforzando el
poder de quienes lo mantienen.
Por eso me
gustaría terminar esta reflexión con
unos párrafos de mi último libro
La crisis de las hipotecas basura. ¿Por
qué se cayó todo y no se ha hundido
nada?, en el que
precisamente trato de explicar por qué
está ocurriendo todo esto.
Hacer
frente a la crisis desde posiciones
alternativas no consiste solo en ofrecer
propuestas diferentes a las de los
poderosos (…) Es necesario disponer de
ellas pero además, y quizá de forma
prioritaria, hay que hacer frente a este
fracaso de interlocución entre las
izquierdas y la gente, para lo cual hay
que llevar a cabo en primer lugar un
gran proyecto de convergencia muy
sincero y fraternal, con gran lucidez y,
sobre todo, sin un ápice de sectarismo
sino anteponiendo a cualquier otra cosa
los elementos transversales que permitan
hacer mallas y construir redes para
religar y coordinar lo local y lo
disperso y para traducir a una única
lengua los diferentes voces y discursos
de la transformación social.
Por eso, quizá si la izquierda y los
movimientos alternativos en general
comenzaran a trabajar para poner en
marcha prácticas políticas de este otro
signo, fraternales, de emociones y
afectos, de reunión, de deliberación y
debate para fomentar el conocimiento, la
indignación, la rebeldía y el sabotaje
pacífico en lugar de dedicarse
simplemente a gestionar o simplemente a
radicalizar sobre el papel sus
programas, las salida a la crisis que
vivimos y a las que vendrán serían
diferentes y conseguiríamos hundir para
siempre en los vertederos de la historia
las prácticas sociales que crean tanta
frustración y dolor innecesarios.
Es el
momento de criticar pero también el de
unir, no el de autodestruirse. Y, sobre
todo, es el momento de avanzar hacia el
fortalecimiento político. Si queremos
que los sindicatos no vuelvan a dejarnos
tirados, como ahora, hagamos todo lo
posible para que en España exista una
alternativa política de izquierdas
fuerte y unitaria que les de fuerza a
los sindicalistas honestos, que tengo la
seguridad de que son la inmensa mayoría,
e incluso a tantos socialistas que
también sienten la frustración de ver
cómo su partido se suicida haciendo la
política de la derecha.