La ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo se desarrolló delante de una silla vacía porque las autoridades chinas impidieron su presencia manteniéndole encarcelado. Con pocos días de diferencia, en el Parlamento Europeo en Estrasburgo se entregaban los premios Sakharov ante otra silla vacía, la del disidente cubano Guillermo Fariñas al que el régimen castrista también había impedido salir de Cuba.
Dos regímenes no democráticos reaccionan de la misma manera cuando la comunidad internacional premia a dos de sus ciudadanos comprometidos en la lucha por las libertades. Pero el trato que Cuba y China reciben es bien diferente. El régimen cubano es un apestado con el que casi nadie quiere saber nada mientras que ante el chino todo el mundo se inclina.
Como ejemplo del trato exquisito que el mundo occidental depara a China está la visita del vice primer ministro chino Sr. Li a Madrid. Los agasajos y los honores estaban a la altura de la importancia que tiene para España que China esté dispuesta a comprarnos nuestra Deuda Pública dando así una señal de confianza a los mercados que tanto necesitamos.
A lo largo de la visita y de las múltiples entrevistas con las máximas autoridades del Gobierno y del Estado, la cuestión del trato dado al Sr. Liu Xiaobo no fue objeto de mención alguna. Una “cuestión irrelevante de la que ni siquiera se ha hablado”, según nos aclaró el embajador chino en Madrid. Y se comprende bien que así haya sido, no se plantean cuestiones embarazosas ni molestas al amigo que viene a visitarnos con la chequera lista para sacarnos de apuros. Como dice Hillary Clinton, que está mejor situada que nosotros, es difícil negociar con tu más importante banquero de cuya buena voluntad depende que pueda seguir colocando la ingente cantidad de Bonos del Tesoro que el Tesoro americano emite.
Pero sería difícil que Raúl Castro hubiese recibido las mismas atenciones que el Sr. Li y que la cuestión de los disidentes cubanos, en particular la silla vacía de Fariñas en Estrasburgo, se hubiese tratado con tanta discreción como la silla vacía de Liu Xiaobo en Estocolmo. Y eso en España, que a fin de cuentas ha trabajado con constancia y entusiasmo para que la UE restableciese el diálogo y la cooperación con Cuba. Un trato a Cuba parecido al que damos a China sería imposible ni siquiera de imaginar en Alemania y no digamos ya en los países de Europa del Este que no tienen reparo alguno en mantener las mejores relaciones posibles con el régimen de Pekín.
La diferencia de trato a dos regímenes igualmente alejados de nuestra concepción de las libertades políticas y del respeto a los derechos humanos, no se debe a otra cosa que al grosor de su talonario. Si Cuba fuera la Arabia Saudita del Caribe y los Castro dispusieran de tanto dinero como ese otro gran demócrata que es Ghadafi los jerarcas castristas serían recibidos con las mismas alfombras rojas con las que las capitales europeas reciben al dictador libio y le toleran todas sus excentricidades.
Y si Cuba tuviese las reservas de divisas que tiene China y pudiese hacer una gira de compras de Deudas Públicas europeas como la que está haciendo el Sr. Li, seguramente tampoco se daría tanta importancia a la silla vacía de Fariñas o al menos evitaríamos afearle su conducta.
Este doble rasero, esta doble vara de medir, no dice mucho de la coherencia con la que los europeos defendemos los valores que fundan nuestros sistemas políticos democráticos y que nuestra Unión Europea se ha comprometido a defender en su política exterior. En efecto, poderoso caballero es don dinero y el poder económico de China ha crecido con la crisis.
En realidad podemos decir que China es la gran vencedora de la crisis que empezó en agosto del 2007. Económica, política y financieramente, emerge con más poder después de que las sobre endeudadas economías occidentales necesitan que financie sus déficits. Hasta ahora lo hacía con el déficit americano, y así de paso mantenía artificialmente subvalorada su moneda. Pero ahora se ha convertido en un banquero planetario y conseguir que China te compre Deuda Pública es una garantía de credibilidad frente a los mercados.
La fábrica del mundo es también un coloso financiero que ha atesorado 2,5 billones de dólares de reservas de divisas. Y sin embargo, su moneda, el renminbi o yuan, sigue sin ser convertible y su tipo de cambio está estrechamente vigilado por las autoridades que lo mantienen completamente aislado de los mercados de divisas. Lo cual no impide a Pekín ejercer una verdadera diplomacia monetaria, diversificando sus inversiones y facilitando el uso comercial de su moneda.
Una moneda que se mantiene claramente devaluada con respecto al dólar, del orden del 50 %, provocando desequilibrios globales que tienen mucho que ver con la crisis que estamos sufriendo.
Más allá del diferente trato a los responsables de las dos sillas vacías, la actitud de occidente hacia China refleja una verdadera fascinación, a pesar de que ha demostrado que el desarrollo de una economía de mercado no tiene porque ir asociada al de las libertades políticas. Y también a pesar de que practique un proteccionismo evidente, tan masivo como inteligente, del que la devaluación del yuan es una pieza fundamental.