http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2011/01/01/estudiar-esfuerzo-objetivo-imposible/292511.html
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Los
países que obtienen los mejores resultados educativos,
como Finlandia, son los que miman a sus maestros. España
deprecia hasta socialmente su papel, socava su autoridad
y niega el estímulo a quien brilla en la tarima |
La
reforma de Bolonia es
a la Universidad lo que el euro a la
economía: un mecanismo para unificar valores.
Compartir moneda no garantiza disfrutar de idénticas
condiciones de crecimiento o prosperidad, la
diferencia bien se comprende al mirar a España y
Alemania. De igual modo, que un título español
sea válido en Francia o Italia, y viceversa, indica
que los respectivos gobiernos han pactado una
homologación de materias, pero nada más. La
Universidad puede ser igual de mala, o peor,
que antes. El hecho de asimilarla formalmente a
otros países no garantiza su excelencia.
Cierto que ha transcurrido poco tiempo, apenas
cuatro meses, y cierto que cualquier cambio, más en
el inmovilista ámbito educativo, avanza con pereza,
pero la frustración y la confusión predominan sobre
las expectativas positivas que despertó
Bolonia. Si la gestación ya alimentó dudas,
con cada facultad y cada departamento peleando con
uñas y dientes por su statu quo, ahora aumenta la
certeza de que vamos por un camino equivocado. Los
estudiantes son los primeros en denunciar la
ficción. Nada es como se les anunció. Los
profesores, por su parte, han notado una asfixiante
acumulación de las labores burocráticas que sólo
redundan en perjuicio del alumno.
En una Europa unida Bolonia
era inevitable e irreversible. Hablar mucho de lo
accesorio, el método, y nada de lo sustancial, los
rendimientos, es desvirtuar el problema. La
desoladora evidencia es que el modelo de enseñanza
español, desde la base hasta la altura, se ha
instalado desde hace décadas en la mediocridad. Lo
corroboran año tras año las pruebas internacionales
que evalúan el conocimiento de los estudiantes.
Las deficiencias no se corrigen simplemente por
rebautizar como «grado» las carreras o como «materia
curricular» las áreas de conocimiento. Dejen de dar
vueltas a la noria con tanta filosofía edulcorada y
llamen a las cosas por su nombre. Una buena
educación sólo depende de la capacidad de los
docentes y del esfuerzo de los alumnos. Hace tiempo
que ambos principios están perdidos para la causa de
la enseñanza en España, reino de la
comodidad. No hay exigencia, de ahí arrancan los
males.
Los profesores marcan la diferencia, no los textos,
ni los libros, ni los centros, ni los programas. Eso
enseñan la investigación y la experiencia. Los
países que obtienen los mejores resultados
educativos, como Finlandia, son los que miman a sus
maestros. España deprecia hasta socialmente su
papel, socava su autoridad y niega el estímulo a
quien brilla en la tarima.
Sólo hay un secreto para que los adolescentes de
Corea del Sur hayan obtenido el primer puesto
en los exámenes de PISA: estudian
más de diez horas diarias. Tienen culturalmente
arraigado que es la única forma de vencer la
pobreza. Entre eso y convertir el colegio en una
fiesta vacua hay un término medio. No se puede
progresar sin estudiar, y el sistema español, por
sus obsesiones igualitarias, predica lo contrario.
El desolador resultado: los escolares no comprenden
lo que leen y ante cualquier problema de pequeñísima
complejidad se atascan.
Para que no haya excusas, conviene también romper
mitos. No hay relación entre nivel económico y nivel
educativo. País rico y buena educación y país pobre
y mala educación son asociaciones pasadas de moda:
esa es la razón de que Estonia supere con claridad a
España. Por lo mismo, más recursos no garantizan
mejor educación: los chinos, con
clases masificadas y sin ordenadores, atesoran un
conocimiento matemático superior al de cualquier
alumno occidental.
Replantearse el sistema educativo español, y no sólo
encajar la Universidad en el contexto europeo,
parece una tarea indispensable en este momento. No
es cuestión de dinero, sino de claridad de ideas.
Con reformas baratas pero valientes se puede hacer
un uso más eficiente de los recursos. Unos óptimos
resultados en la enseñanza son garantía de
desarrollo económico. Los países con niveles
escolares deficientes tienen bajos índices de
productividad y competitividad. Si se superpone la
clasificación de prosperidad a los resultados PISA
hay un calco: los estudiantes destacados pertenecen
a las naciones que más prosperan. Crecimiento y
conocimiento viajan unidos.
Al flamante Nobel de Literatura Vargas Llosa
lo que más le sorprendió de su reciente estancia en
Estocolmo fue la visita a una escuela de
Rinkeby. Tiene alumnos de 19 países que
hablan tres idiomas, el propio, el sueco y el
inglés, y varios figuran en los palmareses de logros
académicos. La UE premió al centro por su éxito en
la prevención de la delincuencia. Y es que el barrio
era hace poco uno de los más peligrosos y sucios de
la capital de Suecia. Ahora está cambiando por el
tirón de su escuela. Querer es poder. El milagro fue
obra personal de un profesor, que se implicó sin más
medios que su talento y su perseverancia.
La educación transforma personas, pero también
sociedades. Una catapulta para salir ahora de la
crisis es reformar todo el sistema educativo, desde
el parvulario al aula magna. Cuando las
universidades fichen a los mejores científicos del
mundo igual que los clubes de fútbol traen
a los astros más destacados, algo habrá cambiado en
serio en la enseñanza española.
Editorial La Opinión de Murcia 28-12-2010
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