El futuro de
las pensiones se ha convertido en el caballo de
batalla económico y político. La pirámide de
población preocupa porque se prevé que en 40
años el número de jubilados duplique los
actuales, y más cerca, en 15 años, la Seguridad
Social entre en déficit. El meollo del problema
reside en que la baja natalidad hace que la
pirámide se vaya invirtiendo de forma
inexorable. No obstante, las recetas de los
economistas, curiosamente, no se dirigen a
incentivar la fertilidad, sino a constreñir el
bienestar de la ciudadanía.
Pese a que
elevar la edad de jubilación produce
controversia, eso puede considerarse una
nimiedad en comparación con la propuesta de
ampliar a 40 años la cotización necesaria para
tener derecho a cobrar la pensión completa.
Suena a burla cuando la tasa de paro es tan
elevada, y cuando los contratos temporales están
a la orden del día. ¿Qué proporción de
trabajadores alcanzará semejante requisito? El
porvenir que aguarda a millares de personas es
la miseria paliada por el Pirmi, eso es, el
subsidio básico concedido por el Estado. ¿Se
trata de un futuro halagüeño?
La natalidad en
España es una de las más bajas de la UE, pero ya
no se habla de fomentarla con políticas análogas
a las seguidas por Francia y otros países, sino
todo lo contrario. Una muestra sería la
supresión del cheque bebé, en tanto que las
recetas de los economistas ni resuelven la
pirámide de población ni incentivan el mercado
de trabajo. Sorprende que los paraísos fiscales
permanezcan intocables, cuando el Estado podría
ingresar cuantiosos fondos con los que abrir
suficientes guarderías públicas. Esto en cuanto
a mejorar vía natalidad la predicha pirámide
dibujada por trabajadores en activo y
pensionistas. Por lo que respecta a la
producción, permitiría crear empresas públicas
que darían trabajo, reducirían la tasa de paro y
sanearían las cuentas del Estado.
Imaginemos el
doble efecto de unas guarderías abiertas todos
los días y a todas horas. Progenitores con
trabajo en turno de noche que no tendrían
problemas domésticos, puericultores que
abandonarían las listas de paro. Trabajo frente
a subsidios, vida aceptable frente a
subsistencia sin autoestima. Al parecer, la
ciencia económica no lo ve desde esta
perspectiva, sin embargo, el sentido común lleva
a hacerlo, con perdón de los expertos.