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Del
orgullo por nuestras conquistas sociales hemos pasado a
la aceptación de que perderlas es un proceso natural …
a fuerza de no valorar lo que tenemos, vienen otros y
nos lo quitan casi por hacernos un favor. |
Una de las
razones por las que la huelga general no
acabó de ser ni un éxito ni un fracaso
podría tener que ver con que muchos
trabajadores no saben realmente si protestar
por los recortes o celebrar lo que aún
conservan. Esta misma sensación, que se
ampara en la sospecha de que vienen tiempos
duros, invade otros sectores. El éxito
macroeconómico chino ofrece a los
empresarios occidentales un ejemplo
magnífico de cómo para lograr el crecimiento
y la productividad los derechos sindicales
son un estorbo. Como si la receta para las
anginas fuera dejarse de tanto laboratorio
médico y recuperar el aceite de ricino.
Quizá la clave resida en que no nos
mostramos lo suficientemente orgullosos de
nuestras conquistas y derechos, de nuestros
márgenes de libertad dentro del sistema, y
a fuerza de no valorar lo que tenemos,
vienen otros y nos lo quitan casi por
hacernos un favor.
La condena a
19 años de cárcel del bloguero Hosein
Derakhshan, acusado por el Gobierno iraní de
difundir propaganda antigubernamental y
antiislámica, nos debería conducir a
reflexiones semejantes. El margen con que
los blogueros europeos pueden referirse a su
malestar es bastante más amplio, y sin
embargo, nos dejamos tentar por
interpretaciones deprimentes. Como si el
enfermo terminal tuviera que recibir la
visita de un familiar que se pasara la tarde
quejándose de un esguince.
Del orgullo
por nuestras conquistas sociales hemos
pasado a la aceptación de que perderlas es
un proceso natural. Cuando en su película
Nadie sabe nada de gatos persas Bahman
Ghobadi denunciaba la persecución en Irán al
rock y a las actuaciones públicas de
cantantes femeninas, algunas críticas de
aquí contemporizaban diciendo que también en
los países occidentales la dictadura del
mercado y las casas de discos eran muy
crueles.
Esta fatalidad
miope nos anula el rigor crítico y establece
un rasero mínimo donde todo es igual de
malo. ¿Pero de verdad alguien cree que es
igual? Es posible que a Derakshan la doble
nacionalidad canadiense le permita comprar
su liberación a Irán con dinero capitalista.
Peor suerte corren los otros 50 blogueros
iraníes presos.
David
Trueba
Escritor |