Si todo
panorama tiene varias perspectivas, es dable
contemplar el laboral bien desde la colina
de los muy jóvenes, bien desde la de los muy
maduros. En el primer caso, observamos la
aridez de los que cuentan entre 15 y 24 años
y que no estudian ni trabajan. Son un 14% de
jóvenes españoles con sequedad en el
conocimiento y en el bolsillo, sin futuro en
el mercado laboral por la carencia de
formación y de posible experiencia. ¿Qué
será de ellos, de qué viven actualmente,
cómo se entiende que en este rango, extraído
de un estudio de la Comisión Europea,
figuren chicos y chicas de 15 años cuando la
educación gratuita y obligatoria abarca
hasta los 16? Se deduce que es la familia
quien los mantiene, pero cabe preguntarse
qué pasará en adelante si el desempleo sigue
cebándose en padre y madre y si al cabo
estos dejan de cobrar el seguro de paro.
Cumplidos los 16 años, ¿se puede estudiar
sin tener dinero, se pueden obtener ingresos
sin trabajo?
En la otra
colina encontramos a la población mayor de
50 años, casi la mitad de la cual carece de
empleo. Las empresas en general tienen una
visión negativa de los trabajadores que
sobrepasan esta edad, de forma que
menosprecian la experiencia en pro de unos
costes salariales menores. Jóvenes con
contratos más baratos, a menudo temporales,
sin integración en la empresa, una
estrategia que explicaría los crecientes
errores en la fabricación y en los
servicios. Vemos, pues, gente prejubilada
voluntaria u obligadamente, con incentivos o
bajo presión y con repercusiones en la caída
en sus pensiones.
Justo la
reforma de las pensiones ha sido uno de los
motivos para la huelga general, y aquí, como
en todo, la simplificación es engañosa.
Prolongar la edad laboral hasta los 67 años
no significa nada en sí mismo a menos que se
confronte con el escándalo de las
prejubilaciones millonarias, las obligadas y
la ausencia de resultados en disminuir la
tasa de paro entre los jóvenes. No significa
nada si no se distingue entre empleos que
requieren mayormente capacidad física o
mental. No es lo mismo trabajar en un
andamio que sentado a la mesa de un
despacho. Se trata de que unos y otros se
retiren con pensiones dignas. A fin de
cuentas, lo que importa es que todos los
esfuerzos que nos han llevado al Estado de
bienestar no sean vilmente derrumbados.