Nada surge de la nada. Aceptemos este
principio como base de entendimiento y como hilo
conductor de lo que el pasado día 23 de septiembre se
vio en Ponferrada. Decenas de miles de mineros (todos
somos mineros) surcando las calles de la capital del
Bierzo, unidos bajo una palabra que, en definitiva,
agrupa todos los sentimientos, todas las sensibilidades,
todos los objetivos: solución.
Solución inmediata a los salarios
impagados, solución estable y de futuro para el sector.
No surgió de la nada, no. Nació de la
rabia y se amamantó de la dignidad que atesoran,
atesoramos, “los caras sucias”, ésos que al grito de:
aquí están, estos son, los que sacan el carbón,
ponen la piel de gallina a quien escucha. Ésos hombres
que, más allá de la épica de su terrible trabajo,
mantienen la altivez, ese porte orgulloso, de exigir
respeto hacia ellos y hacia sus familias.
Ponferrada fue eso, un derroche de
dignidad. Una bocanada de aire fresco para aquellos que
aún creemos que, juntos, somos capaces, que unidos
podemos vencer. 45000 personas exigiendo justicia,
soluciones y respeto. Allí nadie pidió subvenciones, ni
jugosas prejubilaciones, ni salarios maravillosos. Allí,
todos a una, reclamamos a quienes dicen estar del lado
del carbón que lo demuestren a la hora de las
votaciones. Reclamamos, a quienes manejan nuestros
impuestos, una vigilancia severa en el buen uso las
ayudas que conceden tanto a empresarios como a alcaldes.
Requerimos que se cumpla lo que está pactado que, en
resumidas cuentas es, se mantenga la actividad minera
mientras no se genere un tejido industrial alternativo.
Tejido industrial alternativo que, como ya se ha escrito
muchas veces, el mismo Estado se encargó, en tiempos, de
boicotear para forzar a los habitantes de las comarcas
mineras a trabajar en lo único que había, las minas.
Nunca había visto a Ponferrada tan
orgullosamente herida. Tan humilde y digna. Tan
compacta, señorial y majestuosamente sencilla,
restañándose las heridas que unos desalmados empresarios
y unos no menos desalmados políticos PoPulares y
PoPulistas, les han provocado. Pero los mineros leoneses
tomaremos nota de los enemigos y también de los
desertores.
Porque, aún en ese unánime clamor, no
faltó quien, como las inherentes moscas cojoneras,
intentase desinflar el aliento que entre todos
insuflamos a, sobre todo, los compañeros en huelga de
hambre, los encerrados en las minas, los acampados ante
las sedes de las empresas, o los encerrados en el
ministerio de industria. Sí, ése personajillo que gritó,
al paso de la marea humana, “esto llega tarde, el carbón
está muerto”. Lo que no se esperaba este don nadie fue
la contundente respuesta que una mujer, madre seguro de
algún minero en huelga, le dio: “tú sí que está muerto,
muerto de egoísmo.
Debo, en este punto, hacer una reflexión
de pequeña patria. Se va convirtiendo en costumbre que
seamos los mineros leoneses, contra lo que la historia
hasta ahora recalca, los que, como suena la letra de esa
hermosa canción, “iluminemos a España entera”.
Ponferrada, el día 23 de septiembre, iluminó y guió a
todos. Y sólo los ciegos y sordos permanecen despistados
y se abstienen. Otros, los egoístas, critican.
Sería conveniente que los políticos, como
Juan Morano diputado nacional del PP, que se paseó con
nosotros, sonrisa abierta en la boca mirando al flash,
recordase que su PP es el mismo partido que negó el
apoyo al sector del carbón nacional. Sí, sería muy
conveniente que mandasen un mensaje de preocupación al
jefe, si lo tienen, de sus huestes. Están a tiempo, los
del PP, de demostrar que apoyan al carbón nacional, lo
pueden hacer en Bruselas, dentro del colegio de
comisarios de la UE. Lo que tienen que hacer es atar
corto a los pronucleares o gasísticos como Vidal Quadras,
o a los nacionalistas como Feijoo, tan apegado al carbón
de importación que beneficia a las eléctricas y
perjudica a León.
Lo que Ponferrada, como símbolo, nos
ofreció a todos los mineros, a todos los leoneses, fue
que somos los amos de nuestro futuro, que los políticos
que no estén con nosotros están en nuestra contra, que
no valen dos discursos, ni vale el divide y vencerás.
Porque en esa batalla siempre, siempre, hemos perdido
nosotros. Nosotros, los trabajadores. El carbón es un
sector, no una comarca.
Ponferrada gritó. Gritó con el ayuno, con
los encierros, con las acampadas, con las gargantas de
los 45000. Un grito que ha removido cielo y tierra, que
ha traspasado fronteras, que debería llegar alto y
claro, como aquí se produjo, a los oídos de esos
politiquillos que, siendo sordos ellos, piensan que los
demás también lo son.
Hay una lumbre en León que ilumina España
entera,
Y es que allí se ha levantado toda la
cuenca Minera… |