Acudí hace unos días a la
presentación del curso de mi hijo. A partir de ahora se
abre una nueva dimensión no sólo para él, que empieza su
andadura escolar, sino también para los padres, que
pasamos nuestra primera reválida antes de empezar el
curso.
Ese primer examen no es otro que el de comprobar si
hemos sido capaces de inculcarles, dentro de lo que su
edad permite, una primera idea del respeto que han de
tener con las personas que les van a ayudar a caminar
por la vida. Y de igual forma, hacia sus jóvenes
compañeros, con los que tendrán que aprender a convivir
a partir de ahora.
Esa
primera toma de contacto consistía en una reunión con la
tutora dentro del aula que ocuparán los pequeños. A la
misma, algunos padres decidieron ir con sus hijos pese a
que no era necesario, quizá por no poder dejarles a
cargo de nadie. El caso es que a los pocos minutos, el
aula era un hervidero de adultos y pequeños. Los
primeros, tratando de hacerse un hueco en la parte
delantera del aula. Los segundos, en cambio, tomando
posiciones en el espacio habilitado para los juegos de
la parte trasera. Así, cuando la maestra tomó la palabra
los que ocupábamos los últimos espacios apenas podíamos
escuchar. Pero cuando pidió a los padres que mantuviesen
a sus hijos junto a ellos hasta que terminara la
reunión, ninguno hizo caso. Situados todos cerca de la
maestra, ninguno dio muestra alguna de solidaridad con
los que estábamos más lejos.
Al acabar la reunión, me acerqué a la maestra para
desearle suerte con los niños. Al menos más de la que
había tenido en su primera toma de contacto con algunos
padres, que quizá mañana sean los más exigentes con
ella.
Recuerdo con cariño a uno de mis maestros, que solía
recordarnos que al colegio había que ir cagados y meados
cuando alguno de nosotros pedía ir al aseo. Hoy, algunos
padres olvidan que sus pequeños también tienen que ir
educados. Quizá crean que, además de la enseñanza, la
educación también es cosa de los maestros. O quizá les
resulte imposible inculcar a sus hijos algo de lo que
ellos carecen.
Santiago
Macías
Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica
(ARMH) |