Este domingo se celebran
en Suecia elecciones legislativas y municipales, y las
encuestas anunc ian un nuevo triunfo de la Alianza, una
coalición de cuatro partidos de centro-derecha presidida
por Fredik Reinfeld, que se impondrá probablemente a la
otra coalición, Rödgröna, formada por socialdemócratas y
verdes, encabezada por Mona Sahlin, líder desde 2007 del
Partido Socialdemócrata. Como es conocido, la
socialdemocracia sueca, que gobernó las tres cuartas
partes del siglo pasado, creó un envidiable estado de
bienestar a costa de unos elevadísimos impuestos y de un
gran intervencionismo estatal (el Estado era accionista
de numerosas empresas). Aquel régimen provocó el éxodo
de muchos ciudadanos acomodados -deportistas, actores y
directores de cine, etc.- que no estaban dispuestos a
entregar al Estado hasta el 80% de sus ingresos pero
atrajo a una cuantiosa inmigración, de forma que hoy el
25% de los suecos no han nacido en el país.
Aquel modelo singular, evidentemente excesivo en muchos
aspectos y generador de una «cultura de la pasividad»,
fue suavizándose a partir del ingreso de Suecia en la UE
en 1995, pero había llegado a sus límites cuando los
suecos optaron por el cambio: en 2006 ganó las
elecciones la coalición conservadora, que racionalizó y
redujo el estado de bienestar, desinvirtió en el sector
público, bajó impuestos, etcétera. Pero lo más
interesante del país nórdico es su solidez económica,
que le ha permitido sobrenadar la crisis económica casi
sin sentirla -el crecimiento actual es del 4,5%, con un
déficit inferior al 1% y un paro del 8%- y que proviene
de un inteligente modelo de desarrollo sobre el que
convergen las dos grandes fuerzas del país, que sin
embargo discrepan en lo demás: los conservadores quieren
seguir bajando impuestos y adelgazando la protección
social y los rojiverdes aspiran a lo contrario. El
secreto es simple: Suecia es el país de la Unión que más
invierte en I+D (el 3,6%, el triple que España) y está
en cabeza de los del mundo en porcentaje del PIB
aplicado a la educación. Es el segundo país del
mundo en patentes por habitante y el 50% del PIB
proviene del sector exterior, como gran exportador que
es de productos de alta tecnología y alto valor añadido.
Ayer se mencionaba en la prensa la explicación que ha
dado del -˜milagro-™ un economista sueco: «las
exportaciones son parte fundamental del crecimiento
actual. Suecia exporta, entre otros motivos, porque el
gasto en educación, en I+D y la adopción de medidas que
han incrementado la productividad facilitan la
constitución de empresas competitivas». Y sobre esto no
hay debate: todos los partidos suecos creen que Europa
debe avanzar por la senda del valor añadido, por el
afianzamiento del sector servicios, por la
competitividad gracias a la alta calidad del material
humano.
Éste es hoy el «modelo sueco» que España debería imitar.
La crisis, ya irremediable con todas sus trágicas
secuelas, debería ser aprovechada por nuestros partidos
para sumar esfuerzos decididos en la dirección correcta:
más inversión en I+D, acciones decisivas para lograr la
excelencia educativa, reformas estructurales. Dicho sea
con todo el escepticismo porque nuestra clase política
ya ha demostrado su incapacidad para hacer proyectos a
medio plazo y para mostrar cierta grandeza a la hora de
construir colectivamente un gran modelo de desarrollo
para el país
Antonio Papell
Escritor |