Mis artículos sobre la
situación ecológica de la Tierra pueden haber suscitado
en los lectores y lectoras no pocas angustias. Y es
bueno que haya sido así, pues las angustias nos sacan de
la inercia, nos hacen pensar, leer, conversar, discutir
y buscar nuevos caminos. En tiempos sombríos como los
nuestros, la tranquilidad sería una irresponsabilidad.
Todos y cada uno debemos actuar rápido y juntos, porque
todo es urgente. Tenemos que movilizarnos para definir
un nuevo rumbo a nuestra vida en este Planeta, si
queremos seguir viviendo en él.
Los tiempos de abundancia y comodidad pertenecen al
pasado. Lo que está ocurriendo no es una simple crisis,
sino algo irreversible. La Tierra ha cambiado sin
posibilidad de volver atrás y nosotros tenemos que
cambiar con ella. Ha empezado el tiempo de la conciencia
de la finitud de todas las cosas, también de lo que nos
parecía más perenne: la persistencia de la vitalidad de
la Tierra, el equilibrio de la biosfera y la
inmortalidad de la especie humana.
Todas estas realidades están experimentando un proceso
de caos. Al principio se presenta destructivo, dejando
caer todo lo que es accidental y meramente agregado,
pero enseguida, se revela creativo, dando forma nueva a
lo que es perenne y esencial para la vida.
Hasta ahora vivíamos en la era del puño cerrado para
dominar, subyugar y destruir. Ahora comienza la era de
la mano extendida y abierta para construir, arrimando
todos el hombro, en colaboración y solidaridad, «el
vivir bien comunitario» y el bien común de la Tierra y
de la humanidad. Adiós al inveterado individualismo y
bienvenida la cooperación de todos con todos.
Como los astrofísicos y los cosmólogos nos aseguran, el
universo está todavía en génesis, en proceso de
expansión y de autocreación. Hay una Energía de Fondo
que subyace a todos los eventos, sustenta cada ser y
ordena todas las energías hacia delante y hacia arriba
rumbo a formas cada vez más complejas y conscientes.
Nosotros somos una emergencia creativa de ella.
Esa Energía de Fondo está siempre en acción, pero se
muestra especialmente activa en momentos de crisis
sistémica cuando se acumulan las fuerzas para provocar
rupturas y posibilitar saltos de cualidad. Entonces es
cuando ocurren las «emergencias»: algo nuevo, que
todavía no existe, pero que está contenido en las
virtualidades del Universo.
Estimo que estamos a las puertas de una de estas
«emergencias»: la noosfera (mentes y corazones unidos),
la fase planetaria de la conciencia y la unificación de
la especie humana, reunida en la misma Casa Común, el
planeta Tierra.
Entonces nos identificaremos como hermanos y hermanas
que se sientan juntos a la mesa, para convivir, comer,
beber y disfrutar de los frutos de la Madre Tierra,
después de haber trabajado de forma cooperativa y
respetando la naturaleza. Confirmaremos así lo que dijo
el filósofo del Principio Esperanza, Ernst Bloch: «el
génesis no está al principio sino al final”.
Hago mías las palabras del padre de la ecología
norteamericana, el antropólogo de las culturas y teólogo
Thomas Berry: «Nunca nos faltarán las energías
necesarias para forjar el futuro. Vivimos, en realidad,
inmersos en un océano de Energía, mayor de lo que
podemos imaginar. Esta Energía nos pertenece, no por vía
de la dominación sino por vía de la invocación».
Tenemos que invocar esta Energía de Fondo. Ella siempre
está ahí, disponible. Basta abrirse a ella con la
disposición de acogerla y de hacer las transformaciones
que ella inspira.
Por ser una Energía benéfica y creadora, ella nos
permite proclamar con el poeta Thiago de Mello, en medio
de los callejones sin salida y de las amenazas que pesan
sobre nuestro futuro: «Está oscuro, pero canto». Sí,
cantaremos el adviento de esta «emergencia» nueva para
la Tierra y para la humanidad.
Porque amamos las estrellas, no tenemos miedo de la
noche oscura. En las estrellas se encuentra nuestro
origen, pues estamos hechos de polvo de estrellas. Ellas
nos guiarán y nos harán brillar de nuevo, porque para
eso aparecimos en este Planeta: para brillar. Este es el
propósito del universo y el designio del Creador.
Leonardo
Boff, teólogo |