El único camino es el
currículo.O cuando menos, el mejor de cuantos conocemos
hasta la fecha. Y sin embargo, parece que seguimos
atascados en ese barrizal, sin superar el reto de
elaborar proyectos curriculares operativos. En pleno
naufragio entre lo que las leyes nos piden y lo que los
docentes podemos conseguir, frecuentemente echamos mano
de ese salvavidas que nos llega en forma de libro de
texto. Porque, a fin de cuentas, siempre lo hemos hecho
así y la tradición da seguridad.
La LOGSE nos lanzó el primer desafío. Los docentes
debíamos elaborar nuestros propios currículos y tomarlos
como referencia para actuar cada mañana en el aula. Las
propuestas que los teóricos nos dieron a los prácticos
sobre cómo elaborarlo eran sistemáticas y factibles.
Sobre el papel. Y el papel lo aguanta todo. Pero luego
hay que someter la teoría al contraste con la realidad y
ha sido precisamente allí donde las formas de elaborar
el currículo que se proponían han obtenido resultados
modestos.
A día de hoy los docentes seguimos en gran parte sin
tener el currículo como referencia para la práctica
diaria. En muchos casos el Proyecto Curricular se ha
convertido en un documento burocrático, el cual cumplió
su función una vez que recibió el visto bueno de
inspección.
La imposibilidad de lograr el objetivo esencial –la
elaboración de un currículo operativo- pudo llevar a
pensar que la Reforma había fracasado. Nosotros creemos
que no es así. En realidad han sido las formas
propuestas de elaborar el currículo las que no han dado
el resultado esperado. A partir de lo que ahora sabemos,
después de haberlas puesto en práctica, es preciso
reformarlas. Simplificarlas. Que no se haya conseguido
el objetivo esencial no significa que este haya perdido
validez. De hecho, no hay evidencia científica que lo
cuestione.
La LOGSE, primera acometida
El primer intento de trabajar en clave de currículo vino
con la LOGSE y no logró un gran éxito. Las razones son
varias. El profesorado no había sido ejercitado para
ello ni en su formación inicial ni en la continua. Y,
sobre todo, más allá de los textos técnicos elaborados
por teóricos, faltaban ejemplos de buenas prácticas y se
carecía de suficientes centros de referencia donde los
docentes pudieran acudir, observar, y retornar a sus
colegios e institutos para trasladar el saber adquirido.
Por el contrario, el MEC publicaba ejemplificaciones de
extensísimas programaciones didácticas que, por el
esfuerzo burocrático que suponían, tenían una viabilidad
más que dudosa.
La LOE insiste en el mismo aspecto: el currículo es
esencial. Nos atrevemos a conceptualizar la LOE como una
LOGSE reducida y enriquecida. Reducida porque aquellos
contenidos conceptuales, procedimentales y
experimentales son simplificados apareciendo únicamente
como contenidos. Enriquecida porque, siguiendo las
pautas europeas, se añaden las competencias.
Por desgracia, la LOE no está solventando los defectos
que la aplicación de la LOGSE trajo consigo. Siguen sin
existir protocolos simples de elaboración curricular,
faltan ejemplos de buenas prácticas y centros de
innovación que sean referentes. A todo esto se añade la
confusión en torno a las competencias. Quienes están a
pie de aula no las entienden y cuando los teóricos
acuden a ofrecer sus charlas estas muchas veces se
quedan en las definiciones o constructos teóricos sin
que resuelvan la cuestión que, con toda lógica, tienen
en mente los docentes: ¿cómo se aplican?
Y en esas estamos. Y no parece que haya una propuesta
institucional para desatascar esta situación, porque ni
siquiera se conoce que haya un diagnóstico preciso de la
misma.
Lo bueno por conocer
Simplificando la cuestión para hacerla manejable,
creemos que la elección de uno u otro camino -el libro
de texto o el currículo- es el factor que nos sitúa en
las prácticas educativas del pasado o las del futuro. A
falta de una propuesta de realización del currículo que
dé garantías de éxito, no es de extrañar que muchos
docentes sigan depositando su confianza en el libro de
texto buscando la seguridad que da el irreducible
“siempre se hecho así”. Porque, comprensiblemente,
existe miedo a lo desconocido, a salirnos del camino
asfaltado e internarnos en el bosque.
Así las cosas, los profesores más innovadores encuentran
muy dificultosa la misión de instaurar metodologías
avanzadas cuando la coordinación docente no se
desarrolla en torno a los contenidos del currículo, sino
que el concepto coordinación llega incluso a entenderse
como poner en común en qué página del libro se encuentra
cada aula y establecer un mismo examen en una fecha
idéntica. Incluso las iniciativas de calibración y
homogeneización de algunos planes de calidad dan soporte
a esta práctica.
En contraste, puede pensarse en el equipo docente que
entiende que años de preparación universitaria no pueden
desembocar en el uso ortodoxo del texto editorial. Que
para tan corto viaje no hacía falta tanta alforja.
Profesores que pretenden elevar el nivel profesional
apostando por lo bueno por conocer, esto es, dando un
salto hacia un trabajo en el aula que mira al currículo
elaborado por los propios enseñantes.
De todo lo anterior concluimos que difícilmente podemos
llegar a las competencias LOE sin el paso previo del
trabajo en torno al currículo que propugnó la LOGSE. Es
preciso conseguir un documento curricular que permita a
cada docente desarrollar su actividad de acuerdo con su
personalidad pedagógica. Y esto sólo es posible cuando
existe un currículo ya que en la realidad es difícil
diferenciar un proyecto innovador de un intento de
subvertir el orden establecido. Y la inspección en
ocasiones se posiciona valientemente con quienes
promueven el cambio y, otras veces, se suma a la
procesión de antorchas y al fuego purificador.
En síntesis, el proyecto curricular únicamente es válido
en la medida en que el documento es operativo y de uso
cotidiano para los docentes. Las dificultades que hasta
ahora a muchos nos ha planteado su elaboración obligan a
evitar procesos farragosos y a plantear la necesidad de
nuevas formas de realización más simples y más breves.
Si dichos nuevos procedimientos de elaboración
curricular cuentan con el soporte de ejemplificaciones
de buenas prácticas que muestren cómo se ha hecho en
centros pioneros en los que se pueden realizar
rotaciones, entonces habremos aprendido de las
dificultades del pasado y estaremos ensayando nuevas
soluciones para un objetivo que sigue siendo necesario.
Raúl Etxandi Goñi
Psicopedagogo. Maestro de Educación Primaria y Educación
Especial.
Departamento de Educación. Gobierno de Navarra |