Gracias a las luchas de los movimientos feministas,
nuestra sociedad ha experimentado cambios profundos
en las últimas décadas: se han creado instituciones
que velan por la igualdad y ha habido reformas
normativas en los últimos años que han supuesto un
indudable efecto positivo para las mujeres.
Pero el logro de la igualdad efectiva de los
derechos legales no basta para cambiar las
costumbres y estructuras de la desigualdad. Más que
nunca, la igualdad ante la ley no es sinónimo de
igualdad ante la vida. Para que la igualdad efectiva
se consolide hace falta reconocer, determinar y
hacer visibles los límites, es necesario romper el
techo de cristal, invisible e indetectable, que
impide a las mujeres avanzar en sus carreras
profesionales. Hace falta potenciar cambios
radicales que transforman esta sociedad.
Hemos de eliminar los estereotipos sexistas de
distribución de las funciones sociales, las
actividades formativas y profesionales, tanto a la
escuela como en las familias. Hace falta educar para
que los hombres tengan un papel responsable y de
reparto de responsabilidades en el ámbito familiar.
Es necesario concienciar a los hombres, y también
las mujeres, de la importancia de la coeducación.
Hemos de emprender nuevas medidas en el ámbito
laboral, en el sector público y en el privado, y
obligar las empresas a impulsar medidas que
favorezcan la igualdad de oportunidades en el acceso
a la ocupación y a los lugares de responsabilidad.
Son necesarias nuevas fórmulas de flexibilidad
horaria que permiten conciliar la vida personal,
familiar y laboral, porque el fracaso de las
políticas actuales de conciliación son la principal
causa de la segregación laboral vertical que afecta
a las mujeres y el principal problema para su
incorporación al mundo laboral. Debemos poner fin a
la lacra de la discriminación salarial que sufren
las mujeres, que reciben, sobre todo en el sector
privado, el 70% del salario de los hombres por un
mismo trabajo. Hace falta impulsar que las mujeres
asuman parcelas de poder, potenciar la autoestima,
creernos capaces de realizar cualquier función,
participar activamente en la toma de decisiones,
individuales y colectivas.
Es fundamental que el cambio surja de las mujeres
mismas, que nos veamos capaces y legitimadas para
tomar decisiones de manera activa. Hace falta
continuar luchando por nuestros derechos, por la
despenalización del aborto y por una nueva ley que
elimine la actual inseguridad jurídica. Hemos de
avanzar en la educación sexual de la gente joven, en
el acceso libre a los métodos anticonceptivos y a la
anticoncepción de emergencia. Es necesario abordar
las causas profundas de la desigualdad entre los
hombres y las mujeres, desigualdades que dificultan
el ejercicio real de la libertad, en la familia, en
la pareja, en la maternidad, en la atención a las
personas dependientes, etc.
Los límites y obstáculos que impiden las relaciones
igualitarias no se derivan únicamente del
reconocimiento legal de derechos, sino que implican
un cambio muy profundo en las relaciones entre los
hombres y los mujeres y un replanteamiento total de
la presencia de las mujeres en nuestra sociedad.
QUE NO TE PONGAN LÍMITES.-
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