Un
año más celebramos el DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER,
y un año más nos vemos obligadas a denunciar la
situación internacional extremadamente violenta que
estamos viviendo, una situación en la que los
derechos humanos y en especial los derechos de las
mujeres son sistemáticamente vulnerados.
Las agresiones
bélicas, las torturas, las lapidaciones, las
violaciones, el tráfico y el asesinato de mujeres, y
otras muchas vulneraciones de los derechos de las
mujeres son prueba evidente de la magnitud de la
injusticia social y de las perversas desigualdades
de un mundo globalizado. No es de extrañar que las
mujeres sean las primeras en luchar por la paz y la
justicia en todos los rincones del mundo. Por su
forma de organizarse en redes de solidaridad,
horizontales y participativas, sirven de precedente
y de base al llamado movimiento antiglobalización.
A la violencia física
se suma la explotación económica. La pobreza
continúa teniendo rostro de mujer: a pesar de que
cargamos con la mayor parte del trabajo, las mujeres
solo poseemos el 1% de la riqueza mundial Aquí, el
enemigo es igualmente poderoso, porque su única
lógica es la del beneficio. A menudo, los intereses
de las empresas están por encima de los Estados, del
respeto al medio ambiente y de los derechos de
trabajadoras y trabajadores. Por eso exigimos a
todos los gobiernos un compromiso firme con el
objetivo de erradicar la indigencia en la que viven
dos tercios de los habitantes del planeta. La
globalización neoliberal que estamos padeciendo no
hace sino ahondar las desigualdades económicas,
sociales y sexuales. Como reconocen todos los
organismos internacionales de ayuda al desarrollo,
lo más eficaz es dar educación y posibilidades de
elección a las mujeres. No debemos olvidar que son
ellas las que padecen el analfabetismo en mayor
grado y sin embargo soportan las mayores cargas en
el sostenimiento de las familias.
Manifestamos nuestro
reconocimiento y solidaridad con todas las personas
que se movilizan -a veces en condiciones de máxima
adversidad- por la paz, la democracia y el respeto a
los derechos humanos. Pero hemos de seguir
denunciando que las mujeres seguimos sufriendo
violencia y discriminación en la mayor parte del
mundo, tanto en los ámbitos de la salud, la
reproducción y la educación, como en los ámbitos de
la promoción profesional, intelectual y política.
Incluso en los países desarrollados como el nuestro,
las mujeres nos hemos encontrado con un techo de
cristal que limita drásticamente nuestra
equiparación con los hombres, sobre todo cuando
queremos acceder a puestos de liderazgo político,
económico, social e intelectual.
La liberación de las
mujeres sigue sin producirse, a pesar de que
llevamos siglos de lucha a nuestras espaldas. La
IGUALDAD puede quedarse en un término vacío de
contenido si no se refleja tanto en los derechos
como en los hechos. No queremos promesas de
discriminación positiva y de inclusión de
perspectiva de género en las políticas públicas si
no se van a cumplir, y para ello hace falta que
vayan acompañadas de presupuestos suficientes.
Conciliar la vida
familiar y laboral no significa solo que nos
reduzcan la jornada laboral para poder compaginarla
con el trabajo doméstico, es necesario que los
hombres se corresponsabilicen de los cuidados
familiares para que no seamos nosotras las que
sigamos cargando con todo el peso del hogar. Para
ello, necesitamos educar en igualdad, solidaridad,
justicia y feminismo en todos los niveles educativos
y en la sociedad en su conjunto. NECESITAMOS
erradicar el machismo y CREEMOS que la visibilidad
pública de las mujeres, su acceso a puestos de poder
y responsabilidad es una exigencia imprescindible
para avanzar hacia una sociedad más igualitaria y
más libre.
EXIGIMOS MÁS HECHOS Y MENOS PALABRAS
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