La
incorporación de las mujeres a la vida pública ha avanzado
notablemente en las últimas décadas, fruto de la lucha que muchas
mujeres mantuvieron y mantienen por acabar con la exclusión a la que
las ha ido sometiendo el régimen patriarcal. Este avance, tan justo
para nosotras y tan saludable para el conjunto de la sociedad, se
está produciendo, aún, de forma deficitaria y desigual y, sobre
todo, a costa del desgaste que supone superar las trabas
estructurales y la marginación simbólica que la sociedad intenta
imponernos.
Desde las instituciones se
desarrollaron cuatro Planes de Igualdad, (en 1988 se inició el 1º, y
en 2006 finaliza el 4º), que tuvieron como objetivos fundamentales
eliminar las disposiciones legales discriminatorias, fomentar el
reparto equilibrado de responsabilidades, tanto públicas como
domésticas, e impulsar cambios normativos y medidas laborales y
asistenciales que facilitasen la compatibilidad de la vida laboral y
familiar. En la misma línea, se aprobó la Ley de Conciliación de la
Vida Laboral y Familiar que en los próximos meses se va a modificar
en las Cortes.
Y nosotras, conciliar…, conciliamos.
Ese es el problema. Quien concilia mayoritaria y abrumadoramente,
somos nosotras. Es más, conciliamos todas las cargas domésticas
(tareas, responsabilidades y cuidados), con nuestro trabajo, nuestro
compromiso sociopolítico,… Conciliamos tanto, y el tema es tan
viejo, obsoleto y penoso, que suena como si se tratase de otro
concilio. Pero lo que queremos es conciliar menos y vivir más. Es
decir, queremos conciliar nuestra vida social, profesional, sindical
y familiar con nuestra vida personal.
Pero, para eso, es necesario que
en todos los ámbitos VAYAMOS A MEDIAS.
Para eso, se necesita que los gobiernos se comprometan en la nueva
Ley con verdaderos avances, distinguiendo claramente lo que son
políticas de familia y políticas de mujeres. Para eso,
es imprescindible la corresponsabilidad
de los hombre en el ámbito doméstico, porque si no vamos a medias,
quizás otro mundo sea posible fuera, de cara a la galería, pero el
mundo real, nuestro mundo diario y cotidiano, seguirá siendo un
ámbito de explotación, apropiación e injusticia.
|