No, no creo que la Universidad
sea tan endogámica. Al menos, no creo que sea tanto
como se ha dicho ni más que otras organizaciones. No
me parece que, de ser la que nos han atribuido, la
endogamia hubiese permitido el avance en la apertura
e internacionalización, en el crecimiento de la
producción científica y en el reconocimiento
alcanzados por la Universidad española en las
últimas décadas. Y no considero que la endogamia sea
ahora el principal de los muchos problemas
universitarios. Pero admitamos, sin excusas ni
exageraciones, lo que haya de endogámico y, lejos de
polémicas del pasado más dirigidas a vencer que a
convencer, pensemos en soluciones para ese fenómeno
en que tanto como la enfermedad importan unos
síntomas en los que se atisban positivos signos de
cambio. Con ese propósito trataré de plantear tres
ideas.
La primera idea es que no hay un único sino varios
escenarios para la endogamia. A pesar de ello, la
atención y los debates se han centrado casi en
exclusiva en la selección del profesorado. No me
parece que en esta materia los errores hayan sido
mayores que los aciertos, y más que un problema
considero un importante recurso la capacidad de
nuestros profesores e investigadores. Pero también
ha habido abusos de los que, como reos sin causa en
algunas batallas, se ha querido convertir en
cómplices a los rectores cuando, para combatirlos,
desde la Conferencia de Rectores de la Universidades
Españolas hemos defendido siempre la acreditación
como principio y garantía de mérito académico y nos
hemos decantado por un sistema de habilitación puro
y abierto frente al actual, ensayado con más sombras
que luces, que ha de ser revisado.
Más allá de los procedimientos de acceso, la lucha
contra la endogamia ha de extenderse por igual al
conjunto de la trayectoria académica, a las
condiciones de la selección inicial que realizan los
departamentos, al diseño de los procesos formativos
del profesorado y al estímulo de alternativas a un
mercado saturado en el interior del sistema
universitario; y requiere, en todo caso, la
acreditación rigurosa y transparente del mérito
académico (del científico y del que reconoce
trayectorias universitarias), libertad y
flexibilidad de contratación por parte de las
universidades y ejercicio de la responsabilidad para
saber que las equivocaciones se pagan y, a partir de
ahora, a un alto precio.
No es el del profesorado el único de los muchos
escenarios de la endogamia, porque endogámico es
pretender una única visión de la ciencia y de su
forma de medirla, de la Universidad y de su forma de
vivirla. Endogámico es no rejuvenecer
convenientemente las plantillas o disponer de un
sistema de incentivos no sé si invertido o
pervertido. A la endogamia conducen algunas
disfunciones del sistema de gobierno universitario,
que sigue sin estar bien resuelto, o la supeditación
a mercados políticos locales. Y contra la endogamia
se lucha en escenarios como los de la convergencia
europea, la renovación de las enseñanzas, la
apertura sin blindajes a la competencia o la
movilidad, sin reservas de mercado, de los
estudiantes.
La segunda idea que quiero plantear es que de un
contexto favorecedor de la endogamia se está pasando
a otro que lo dificulta. Leyes inexorables de la
conducta humana aparte, la endogamia ha respondido a
una lógica de soluciones baratas que ahora se han
vuelto de alto coste. Lo diré de otro modo. En un
contexto universitario cerrado, no competitivo,
protegido y orientado a responder a demandas de
cantidad, la tentación endogámica encontraba sus
mejores oportunidades y formaba parte de las
soluciones de bajo coste a las que se abocaba a la
Universidad. En la nueva situación de un sistema
universitario cada vez más abierto y competitivo,
más diferenciado y que ha de responder a nuevas
demandas y crecientes exigencias de calidad, la
endogamia ha pasado a tener un elevado coste y unas
negativas consecuencias en términos de prestigio,
posicionamiento y reconocimiento de las
universidades.
Y la tercera idea es ya una conclusión. En esas
nuevas condiciones, y con tan diversos escenarios
para la endogamia, se plantea ahora el reto del
acceso a la "exogamia" convertida en un producto de
imprescindible uso, pero de tan elevado precio que
podría no estar al alcance de todos. Por eso, no se
puede combatir la endogamia con menos, sino con más
recursos. Por eso no se puede legislar barato,
aunque no hayamos de esperar que las leyes resuelvan
nuestros problemas, sino que faciliten que lo
hagamos por nuestra cuenta. Por eso, será
simultáneamente alto el coste de mantener la
endogamia y elevado el precio de combatirla y,
aunque existen, no habrá soluciones baratas para
desterrarla.
No es, desde luego, sólo cuestión de recursos ni de
normas, sino de hábitos arraigados que es preciso
modificar. No es, por eso, menos sino más apertura y
colaboración con el sistema productivo y la sociedad
y más preocupación por la calidad, la productividad
y los resultados lo que se requiere frente a la
endogamia. Para luchar con eficacia frente a ella,
lo que se precisa son universidades abiertas,
diferenciadas, competitivas, con movilidad e
intercambios, con niveles de calidad contrastados,
capaces de responder a nuevas demandas y de
orientarse hacia nuevos escenarios. Y, en ese
contexto, no se combate la endogamia con menos, sino
con más autonomía universitaria.
De ese modo podremos desarrollar soluciones
eficaces, que la sociedad ha de saber que forman
parte de los objetivos prioritarios en que
trabajamos las universidades. Y, de paso, sépanlo
también algunos destacados apóstoles de endogámicas
polémicas sobre la endogamia.
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